LA DEPORTACION A LA HABANA
EN LA BARCA "Pülfi"
Ministerio db Instrucción Pública y Previsión Social
BIBLIOTECA ARTIGAS
Art 14 de la Ley de 10 de agosto de 1950
COMISION EDITORA
Prof Juan e Pivel Devoto
Ministro de Instrucción Pública
MARÍA JULIA ARDAO
Directora interina del Museo Histórico Nacional
Dionisio Trillo Pays
Director de Ja Biblioteca Nacional
Juan C Gómez Alzóla
Director del Archivo General de lt Nación
Colección de Clásicos Uruguayos
Vol 77
Agustín de Vedia
LA DEPORTACION A LA HABANA
EN LA BARCA 'PUIG"
Cuidado del texto a cargo de las señorita!
Ilisa Silva Cazet y Miría Angélica Lissakdy
AGUSTIN DE VEDIA
LA
DEPORTACION A LA HABANA
EN LA
BARCA "PUIG"
HISTORIA DE UN ATENTADO CELEBRE
Prólogo de
EUSTAQUIO TOME
MONTEVIDEO
1965
PROLOGO
I
En pugna su candidatura con las del Dr José M a
Muñoz y D Tomás Gomensoro, el I o de marzo
de 1873 fue electo Presidente Constitucional de la
República el Dr. José E Ellaun, hijo del constitu-
yente del mismo nombre y apellido Dr José Ellaun.
En sus serenas páginas tituladas "El Problema Cons-
titucional", José Enrique Rodó nos dice "La Presi-
dencia Constitucional del Dr, José Ellauri, aunque
malograda por abominable atropello, alcanzó a demos-
trar que era capaz de llevar a su realización más
alta el orden administrativo, la corrección electoral,
la moderación de los procedimientos y la cultura
de las formas" 1 Mas el Dr. José Pedro Ramírez
- en la carta que forma la primera parte del libro,
cuya segunda edición prologamos, emite juicios poco
favorables para el ilustrado mandatario, afirmando
que su Gobierno "se sostuvo hasta el fin en una
debilidad que acusaba el designio de perpetuar el
viejo sistema de la política acomodaticia*, y, en otro
pasaje de su carta, se expresa con no menor severidad
Depuesto por el ejército el 15 de enero de 1875,
el Dr. Ellaun se negó a encabezar una reacción,
1 Rodó, José Enrique El que vendri Edición de la Bolsa de
los Libros (sin fecha de impresión) pág 275 Obras completas Colec-
ción Aguilar con el tirulo, dado por el colector Un* Csrts Ánttcolf-
valuta, pag 1040
tVII]
PROLOGO
aunque el caudillo blanco o nacionalista de mayor
prestigio y tres de los jefes políticos se brindaron
a prestarle su distinguido apoyo y se avino a consi-
derarse renunciado del alto cargo que desempeñaba
Los jefes militares, a quienes se les prodiga en
todo lugar y en cualquier momento, el calificativo
de "motineros" firmaron el documento, que leerá el
lector, por el cual designaba "gobernador provisorio
al ciudadano D Pedro Várela", quien eligió como
Ministro de Gobierno a Isaac de Tezanos, un antiguo
periodista, adversario político de Venancio Flores, del
Brasil y de la Triple-Alianza Julio Herrera y Obes
lo había acusado de vender su voto en la elección
presidencial de 1873, a requerimiento, se decía, del
Dr. José Pedro Ramírez, entusiasta defensor de la
candidatura de su suegro el Dr José M a Muñoz.
Repetíase que Tezanos, después de percibir la suma
convenida no sufragó por el Dr Muñoz, sino por
D< Tomás Gomensoro y, a última hora, dio su voto
al Dr José E Ellauri. 2
Para el Ministerio de la Guerra, Várela designó
al Coronel Lorenzo Latorre, considerado a raíz de la
campaña del Paraguay por "oficial valeroso y deci-
dido", alcanzado en ella por una bala en la reñida
batalla de Estero Bellaco y luego designado jefe
de batallón sucesivamente por los Presidentes Batlle,
Gomensoro y Ellauri
De indudable relieve, con una cultura bastante
apreciable, inclinado a oír opiniones autorizadas y
a seguir sus consejos, Latorre no ocupaba el primer
puesto, ní se le puede reputar el director del movi-
a Fernandez Saldana, Dr José Ma Fichas para m ductonatto
uruguayo dé biografías Edición de la Universidad de la RepúMic»
Tomo II, p¿g 357
{VIII]
PROLOGO
miento que depuso al Dr Ellauri y guió los vaci-
lantes pasos de Várela En el mismo documento del
15 de enero firma en segundo término y recién
después de sus afortunadas acciones en la Revolución
Tricolor adquirió talla suficiente para convertirse en
regidor de la vida nacional
La deportación anticonstitucional e inhumana de
quince ciudadanos no fue obra de Latorre y es muy
dudosa su intervención en ella, ni siquiera en un
plano inferior o secundario, de relativa importancia
Al igual de otros, colaboró y nada más.
Tanto en la carta del Dr. José Pedro Ramírez,
inicial de la obra, como en el texto de Agustín de
Vedia, surge la convicción de que los deportados
atribuían al Ministro de Gobierno y no al de la
Guerra la responsabilidad casi total del atentado Dos
veces solamente es mencionado Latorre por su apellido
y otra por el cargo que desempeñaba, seis veces se
lee el Gobierno de Tezanos/una vez se dice de su
dictadura, y otras siete, por lo menos, se le llama
simplemente Tezanos. Este improvisado gobernador
temía la fuem intelectual de sus ocasionales adver-
sarios y de ahi su empeño de alejarlos del campo
propicio a sus elevadas propagandas
El Dr. Ramírez, en dos oportunidades, se refiere
a D. José C. Bustamante, el tercer Ministro (de
Relaciones Exteriores y de Hacienda) de Várela, y
de Vedia en un hiriente recuerdo ("había apelado
a una doctrina no hace mucho tiempo sostenida por
sus adversarios y negada por él"), dejan entrever
que, en sus respectivas opiniones, en algo responsa-
bilizaban de la deportación a la Habana al vencido
en los comicios presidenciales de 1873»
[IX]
PROLOGO
En cuanto a la deportación en sí, no caben dos
opiniones: ni la mediocridad del gobernante, ni el
caos político existente, justifican el embarque vio-
lento de quince ciudadanos, en realidad rumbo a lo
desconocido. Destierros de la índole del que nos
interesa, en definitiva sirven para aumentar el re-
nombre y la aureola que circunda la cabeza de los
exiliados. Así había sucedido en nuestra propia patria,
con el Vicario Apostólico, más tarde Monseñor, D.
Jacinto Vera, cuyo destierro por el Presidente Berro
redundó en perjuicio de la causa que, al principio,
el gobernante había sostenido con suma corrección y
ajustada legalidad
Para mayor desventura de los deportados
e igualmente para el intenso repudio de la actitud
gubernamental el levantamiento o revocación de la
arbitraria orden de destierro a la Habana y el des-
embarco en Pernambuco o en cualquier otro puerto
llegó a la importante ciudad brasileña cuando la
barca Putg había reanudado su viaje a las Antillas.
II
La odisea de los quince orientales, y de sus más
o menos voluntarios acompañantes, no terminó en
la isla de Cuba. Las autoridades españolas, mal dis-
puestas para con nuestra República, informadas sólo
en parte de la situación existente en ella se negaron
a permitir el descenso de los deportados en la ciudad
de La Habana
Tres vapores norteamericanos, el Crescent Ctty, el
Juntata y el Clayde, a su turno, se negaron a recibir
a los deportados en carácter de pasajeros que ofrecían
[X]
PROLOGO
pagar por anticipado su conducción a la tierra de
Wáshington y Monroe. Las censuras, parece no haber
alcanzado nunca a los capitanes de esas tres naves
bien alejados de las ideas y de la práctica de la soli-
daridad americana, invocada, en la actualidad a toda
hora y por cualquier fútil motivo*
A los brasileños que se relacionaron con la forzada
expedición los recuerda con simpatía el cronista de
la misma y llega a dedicar al Sr. D José Vascon-
celos, redactor del Jornal do Reafe, el "Opúsculo"
que consigna "la historia de aquel atentado nefando".
No seremos nosotros quienes negaremos o reduz-
camos el valor de esa actitud del pueblo brasileño,
sus autoridades y sus valientes periodistas Nos limi-
taremos a recordar que muchas de las desventuras
de la República Oriental tuvieron su origen en las
actitudes del caduco régimen imperial y la conducta
del pueblo y de los publicistas, para con las víctimas
de la política, a lo sumo puede presentarse a guisa
de una reparación de los daños causados por los esta-
distas y políticos de la gran nación limítrofe La
República, lo oímos de labios de una gran perso-
nalidad norteña, no es responsable de los yerros del
Imperio, heredó sí, sus aciertos y uno de éstos patece
haber sido la conducta asumida para con los invo-
luntarios viajeros de la barca Putg
III
Hemos nombrado la nave escogida para dar cum-
plimiento al mandato de destierro y es llegada la
ocasión de dar al lector algunos informes sobre sus
condiciones.
[XI]
PROLOGO
"Barca, escribe Ramírez, que se encontraba en el
puerto sin tripulación y en completo abandono" y
de Vedia asegura de la barca Pmg "era este buque
la última transformación de un bergantín que había
escapado a diversos naufragios" Otros pasajes de
ambos escritores acentúan los sombríos colores del
estado de la nave Parte de la pintura es natural
exageración y recurso literario, elemento nada des-
preciable en una obra destinada a impresionar a la
ciudadanía
Veamos por nuestra parte la información sobre la
nave suministrada por las fuentes más o menos ímpar-
ciales que se refieren a la misma
La Pmg no era otra embarcación que el bergantín
o u brick" inglés "Booptahorse" naufragado en nues-
tras costas y que, objeto de feliz salvataje, entró al
dique Mauá, todavía existente y en poder de la com-
pañía del gas, donde se le reparó quedando en condi-
ciones de navegar
Es la misma historia del Presidente Terra, Con-
tralmirante Rodríguez Luts y Villa de Sonano, arran-
cados de sus lechos de piedra por la Administración
Nacional de Puertos, e incorporados, bajo bandera
uruguaya, a la flota de dichos entes autónomos, Las
costas de la República no retienen presas que todavía
pueden ser útiles a la Humanidad, mientras que
esconden, para siempre, aquellos vapores Helios y
Labrador que un día lucieron el pabellón Nacional
y le señalaron el camino al Cuidad de Salto, último
buque de pasajeros conservado por sus armadores
para la bandera de las nueve franjas
Imposibilitado el capitán del bergantín para pagar
los gastos del salvataje y de las reparaciones, vendió
el buque a unos señores de apellido Humpry (¿no
[XII]
PROLOGO
será Humphreys?) y éstos a su vez lo traspasaron
a D, Juan Puig, ciudadano español (catalán) "quien
dispuso el cambio de arboladura, conviniéndola de
bergantín redondo, agregándosele al palo mesana con
un pico para la cangreja".
El historiador Dn José M a Fernández Saldaña, en
nada favorable a los dembadores de Ellaun y cola-
boradores de Várela, nos brinda el siguiente informe
acompañado de sagaz observación, "¿Era la Putg, un
harnero como generalmente se cree 5 ¿Era una embar-
cación miserable, un casco inservible, destinado nada
más que a que lo tragara el mar 5 Nada de eso Era
un "brick" inglés, todo de roble, embarrancado no
hacía mucho en las costas del Este, que luego de
conducido a la bahía y estando en cuestión, lo había
adquirido Puig'\ a
De acuerdo con el contrato de fletamento solem-
nemente celebrado con el Gobierno, el armador Puig
hubo, en calidad de fletante, que colocar el buque
en condiciones de recibir pasajeros, con sus equipajes
correspondientes (del texto del libro resulta que la
mayoría de los qumce los llevaron a bordo) y todo
en cumplimiento de las terminantes disposiciones del
Código de Comercio. Parece, según tradiciones de
familia, que dobles compatriotas (como españoles y
catalanes) de Puig le hicieron llegar en sentida carta
sus plácemes por el remozamiento de la barca, y es
de lamentar la destrucción o el extravío de esa
curiosa correspondencia.
El barco continuó en servicio hasta 1883 en que
su propietario lo enajenó, según refiere el mismo
1 Fernandez Saldaña, Dr José Ma Artículo en el diario
La Mañana de fecha 14 de octubre de 1923
[XIII]
2
PROLOGO
autor, quien se pregunta: "¿Se concibe, por otra
parte, que el capitán y dueño (D. Juan Puig y
Moré) se embarcase con toda su familia, la mujer
y tres hijos, en un buque podrido y próximo a
deshacerse?".
Puig y su familia viajaron entre propietarios y
pasajeros, pues la barca era fletada por el Gobierno
y provista, a cuenta del Estado, de víveres y demás
necesario para una larga navegación.
Titulada Transporte Nactonal Putg la barca era
considerada, mientras duró el contrato de fletamento,
buque de guerra, y la tripulación compuesta de
soldados, marineros de ocasión o de oficio, se puso
bajo el mando del Coronel Ernesto Courtin, nacido
en Burdeos, guerrero del Paraguay, y promovido
a Sargento Mayor del ejército oriental en 1868. Su
actuación de funcionario señalóse por ser el amparo
de los pobres y por sus discretos procederes Era
capitán del puerto de Montevideo al asumir el
gobierno de la expedición y, en las páginas de este
libro, es recordado con cierta benevolencia por el
narrador.
Llegado a Norteamérica, Courtin arrió el gallar-
dete de nave de guerra y el pabellón uruguayo para
retornar al Río de la Plata y batirse al mando del
vapor Artigas, perteneciente a la escuadrilla guber-
nista, con la sumaca Carolina al servicio de los revo-
lucionarios de la tricolor. 4
Formaban parte de la improvisada tripulación un
médico, el Dr José Campana, "antiguo oficial de Gari-
* Acbvedo, Dr Eduardo Andt Htstdrscci d$l Urvgvty, Tomo
III, pi« 773
CXIV)
PROLOGO
baldi que quisa correr la aventura por puro espí-
ritu de solidaridad humana" 5 y el practicante José
de la Rocha, andaluz de nacimiento
Ambos dieron acabadas pruebas de abnegación
profesional y valentía cívica, por cuyo motivo el prin-
cipal cronista del impuesto viaje los recuerda con
sincero elogio y hasta con muy explicable gratitud
Agreguemos, a título de simple información, que
el sueldo asignado al Dr. Campana — su cargo, según
el Capitán de Navio Olivien, no estaba previsto —
era el más elevado de todos y, para la época, era
bastante apreciable y compensatorio ($ 400) en
tanto que Courtin percibía algo más de la mitad de
esa suma ($ 220) y el laborioso practicante la
décima parte de la remuneración asignada al facul-
tativo Por añadidura, se habían previsto gratifica-
ciones extraordinarias para toda la "plana mayor"
de la barca
En carácter de pilotín navegó un joven montevi-
deano, Pedro Riva Zucchelli, versado en náutica y
que, con el correr del tiempo llegaría a ser Capitán de
Corbeta en la organizada marina de guerra nacional.
Por último, uno de los hijos del "naviero" Puig se
vinculó a la marina, en modesto plano, llegando a ser
el patrón de la lancha Zufriateguy, de la Capitanía
del Puerto de Montevideo, que honraba con esa
nominación el primer jerarca que rigió la importante
oficina
a Olivieri, Cap de NavIo Caklos A Aportes * la Rutona dé
la Martna d$ gwra Nacional, tomo I» pigs 12 y 13
[XV]
PROLOGO
IV
La Puig carecía de las más mínimas comodidades
y para su eventual población flotante carecía, bajo
ciertos aspectos, de lo más necesario, y la parquedad
de sus provisiones rayaba en la extrema pobreza»
De alimento espiritual dispusieron los exiliados,
gracias a los libros que Herrera y Obes, de Vedia,
Dupont y Rodríguez Larreta, tuvieron la feliz idea
de hacer llevar a bordo. A Julio Herrera debieron
los navegantes el conocimiento de la "obra monu-
mental" de Buckle, titulada "Historia de la civili-
zación de Inglaterra".
Uno de los tíos de los hermanos Ramírez, Máximo
Alvarez, hermano de nuestro abuelo materno, D
Julián Alvarez — el hijo mayor del constituyente del
mismo nombre — , envió a su sobrino José Pedro,
una completa caja de juegos.
La cárcel flotante salió del puerto de Montevideo
remolcada por el vapor Fe, embarcación de larga
historia en la escuadrilla. Retirada del servicio en
1890, llamándose entonces General Flores, por un
decreto de fecha febrero de 1886, retornó a la
"marina de guerra" en 1897, y, de nuevo, la ingra-
titud la radió vendiéndola a quienes, después de
varias reparaciones y cambio de calderas, la llamaron
primero Don José y después Buey. Reconquistada
para la escuadrilla nacional, reducida a la vieja caño-
nera Sudrez (la ex-T % acttque de la armada francesa),
se le artilló con dos cañones de tiro rápido que
habían pertenecido a la famosa cañonera General
Artigas y blasonada de cañonera General Flores y
con el recuperado glorioso nombre se perdió para
tXVI)
PROLOGO
siempre en las cercanías de la boca chica, del puerto
de Maldonado, lugar conocido por las calderas, sin
que los rastreos efectuados hallaran sus restos, lleva-
dos por las corrientes a la inmensidad del océano.*
jLas cañoneras Artigas y Rivera*, subastadas por
la incomprensión de los poderes públicos y la falta
de amor a las tradiciones de la marina nacional
habrán envidiado el postrer destino del vie)0 General
Flores, hundido en su ley por la crueldad del mar,
junto a los traidores bajíos y arrecifes que tornan
peligrosas las costas uruguayas del Este panorámico
y mundano'
La Putg, cambió de nombre en el puerto de Char-
leston (EE.UU.)» denominándose Agusana, como la
esposa de su propietario, y siguió navegando, cruzó
el Atlántico con un cargamento de algodón y con-
dujo otros a los puertos mexicanos y confirmó siem-
pre el concepto que de ella emitiera uno de los
desterrados "es sólida y tiene buenas condiciones de
movimiento". Enajenada en 1883, se ignora en estas
tierras y aguas noplatenses el desuno y el final del
verbalmente zarandeado navio.
Hablóse de que el Coronel Latorre quiso adqui-
rirla, mas no se conocen detalles de la tentativa y
del porqué de su fracaso.
Hora es ya de referirnos a la personalidad de los
peregrinos del mar, en su mayoría figuras de relieve
en los acontecimientos vividos en el pasado siglo y
principios del presente, y destacar aquellas de sus
actitudes que delataban, en ellos la temibilidad poli-
• Cap Olivieri Ob cíe págs 17 t 19. Arturo Scarone.
Efemérides Uruguay <u Tomo III, pig 287
[ XVII }
PROLOGO
tica tan temida por los gobernantes inclinados a los
procedimientos habituales de las tiranías.
El Dr José Pedro Ramírez, autor de una corres-
pondencia que llena algo más de la cuarta parte del
libro, tenía conquistado merecido renombre, habíase
doctorado en jurisprudencia el año 1857, escritor de
vuelo, periodista, uno de los primeros redactores de
"El Siglo" se incorporó a la revolución florista y se
dice emanar de su pluma la proclama del jefe inva-
sor Este lo designó Juez de Comercio y contó siempre
con sus simpatías.
Bajo el Gobierno del General Lorenzo Batlle
conoció el destierro por su propaganda desde las
columnas de "El Siglo" Electo después representante
por el departamento de Maldonado; líneas atrás recor-
damos uno de sus gestos en la cámara
Podrá discutirse la personalidad política del Dr
José Pedro Ramírez, antes y después de la excursión
a La Habana, pero su talento de abogado y su
hombría de bien en el ejercicio profesional lo colo-
caron siempre al abrigo de toda crítica
Alguien dijo, a raíz de su deceso, que su obra
jurídica, dispersa en expedientes y publicada sólo en
pequeña parte, lo hacía digno de compararse con el
célebre Dalloz.
Octavio Ramírez, menor en ocho años que su her-
mano, pues había nacido en 1844, conspirador contra
Berro, herido de bala en el primer sitio de Paysandú,
servidor del Gobierno en la revolución de 1870,
podía considerarse un militar temible y de recono-
cido valor
Agustín de Vedia, hijo de un militar argentino
José Joaquín de Vedia, contaba con honrosos ante-
cedentes en ambas orillas del Plata, disponía de una
ÍXVIII3
PROLOGO
acerada pluma y sus conocimientos en múltiples
materias lo convertían en un sociólogo y en un
extraordinario publicista. Le pertenece el programa
del Partido Blanco cuando se transformó en Partido
Nacional, y su producción literaria es numerosa y
de mérito
Vivió siempre, al igual de otros insignes compa-
triotas radicados en la República Argentina, con la
vista y el espíritu fijos en su Patria, en la tierra de
Artigas, de los 33 y de Rivera, Nosotros lamen-
tamos mucho, muy mucho, que sus libros de derecho
constitucional, economía política y cuestiones inter-
nacionales, pertenezcan a la literatura argentina. Su
obra más difundida entre nosotros, "Martín García
y la Jurisdicción del Plata", adolece de falta de
orientalismo en el autor nacido en la ribera septen-
trional del mar dulce.
Una obra maestra moderna, la del distinguido
magistrado Dr. Luis M. Baumgartner, ha reivindi-
cado, con insuperable información, el derecho uru-
guayo sobre el Río de la Plata y su mal deten-
tada isla 7
La trayectoria de quien fuera Ministro del Presi-
dente Berro, el Dr Juan José de Herrera, de extra-
ordinaria gesüón en los prolegómenos de la triple
alianza, según leemos en la obra de su hijo, el Dr,
Luis A. de Herrera, titulada "La diplomacia oriental
en el Paraguay", explica se quisiese anularlo en los
campos de la política, aunque no en la forma arbi-
T Para una información sobre esta excelente obra nacional k puede
leerse nuestra nota bibliográfica inserta ta la Revista d* D trecho,
Jurisprudencia y Admtntstréctón t Tomo XXXII, pág 308 Dicha biblio-
gráfica, casi enseguida de publicada, se reprodujo en la revista Estudios
de la Asociación de Profesores, dirigida entonces por el Prof Oscar
Secco Ellaun
CXIX}
PROLOGO
traria y poco humana de un destierro y una incomo-
dísima conducción a tierra extraña.
Pertenecemos al grupo, por suerte numeroso, de los
sostenedores del dogma histórico que niega la exis-
tencia de grados en el talento, en la virtud y en la
misma belleza De ahí nuestra resistencia a proclamar
a determinado personaje el primer genio, el ppmer
santo, el primer político de su época, lo mismo opi-
namos en materia de entidades políticas, sociales y
religiosas No obstante esa firme convicción, más de
una vez nos hemos sentido tentados para proclamar
el ptimero e inigualado gobernante de nuestra Patria
el 12 Presidente Constitucional de la República,
Dr Julio Herrera y Obes.
Legislador, periodista brillante, secretario del Gral
Flores en la campaña del Paraguay, hombre a la vez
de salón y de campamento, madrigalista excepcional,
el Dr Herrera y Obes mereció que se dijera de él,
antes que de ningún otro oriental, que el país era
demasiado pequeño para su talento Quizás tuvo
sueños irredentos, respondiendo a la tumultuosa
herencia de sus antepasados Elío había desterrado
a su célebre pariente, el Dr Lucas José Obes, y los
Dres Manuel Herrera y Obes y Nicolás de Herrera,
su padre y su abuelo respectivamente, conocieron la
proscripción y acres censuras de sus contemporáneos
Ciérnense sus memorias, y las de Julio, sobre las
marejadas de la Historia, La Barca de los Herrera,
en esa faz gemela de la Putg, flota siempre sin
sumergirse Los pinceles de Carlos M a Herrera y la
musa del gran Julio lineo, el autor de Los Peregrinos
de Piedra, jamás dejarán de proyectar su luz sobre
la vida intelectual del Uruguay
A su llegada a Charleston, fechada en el puerto
[XX]
PROLOGO
de La Habana, el ilustre deportado envió a su madre,
Doña Bernabela Martínez de Herrera y Obes, una
carta relato de las penurias de la travesía, carta difun-
dida en los medios universitarios y estudiosos, por el
popular Ensayo de Histona Patrta de nuestro extinto
amigo Hermano Damasceno (ciudadano legal uru-
guayo con su nombre civil Gilberto Eduardo Perret)
De Juan Ramón Gómez (nacido en 1822), her-
mano del héroe de Paysandú, General Leandro
Gómez, Ministro de Flores en 1865 e in-extremis
de Ellaun el año 1875, se cifraba la nombradía en
su labor de la Asociación Rural y el apostolado laico
en la Comisión de Candad.
De Vedia, quizás contra su voluntad, concibe y se
explica el destierro de "jóvenes exaltados 0 , pero no
concibe ni se explica la misma actitud para con
quien no significaba una amenaza o un peligro para
la situación Olvida el severo censor que la hombría
de bien, y el amor al prójimo, son armas terribles
para los gobernantes sin control
El Dr Aureliano Rodríguez Larreta, que muchos
conocimos, contaba desde 1872 con su título de
abogado, y su secretaría de Ellaun, cuando la misión
de éste al Brasil en 1873, unida a su republicana
actitud en las tristes emergencias del mismo año, no
eran elementos para tranquilizar a los dirigentes de
la cosa pública.
Osvaldo Rodríguez, carecía de antecedentes capaces
de sindicarlo en calidad de hombre de acción, si des-
cartamos sus vínculos con Flores y con Lorenzo
Batlle durante la cruzada libertadora y el movimiento
armado de 1870, en un plano secundario siempre
Era también cruzado de Flores, Carlos Gurméndez,
valiente jefe, después de la deportación, revolucionario
fXXI}
PROLOGO
en la Tricolor, escapado a la matanza de Guayabos
y contando en su foja de servicios el haber inter-
venido en las jornadas de Uruguayana y Yatay de la
guerra del Paraguay Tales precedentes colocaban
sobre aviso a los jerarcas situaciomstas
Voluntario en el movimiento florista e interventor
en la recién citada contienda internacional, Cándido
Robido, de quien fuimos correligionarios en la frac-
ción anticolegialísta y luego denominada Riverista,
del Partido Colorado, unía a sus relevantes condi-
ciones de militar, sus discretas versiones al idioma
nacional de diversos libros franceses Confirmó con
sus hechos posteriores la "temibilidad" que explica
su destierro
Anselmo Dupont, el más joven de los quince, era
sin duda una esperanza, periodista de valer, licen-
ciado en derecho, abrirá más tarde su estudio en la
ciudad de Salto, No representa un lugar común
o simple figura retórica, el decir que el viaje en la
Putg salvó "su nombre del olvido" en el campo de
las evocaciones históricas
Cuatro hijos de D Venancio Flores Fortunato,
aquel que se sublevó contra su propio padre y que
guerreó en España en defensa de Isabel II y en las
contiendas civiles argentinas, Eduardo, herido de
bala tres veces en el Paraguay y dado de baja en el
ejército el año anterior, Segundo, uno de los com-
pañeros de Dupont en la redacción de u La Idea"
y encargado de la jefatura del vapor Gartbaldt
armado por el Gobierno de Lorenzo Batlle en 1870,
y el menor de los cuatro, Ricardo, sin duda el más
equilibrado de la familia, perteneció al cuarto de
Cazadores, debieron su inclusión en la lista de con-
denados al ostracismo — pese a la mcorregibilidad
C XXII }
PROLOGO
de Fortunato y a la experiencia revolucionaria de
los otros tres — al nunca eclipsado prestigio del
apellido Flores, perpetuo reproche a los falsificados
imitadores del sincero partidansmo de Don Venancio
Vueltos a la tierra natal después de la azarosa
odisea, en la oposición bajo Santos y en el triunfo
del civilismo, las víctimas de la prepotencia de
Tezanos llenaron con lucimiento los anales de la
vida nacional De ahí que al recordarse el año
terrible se recuerde, con explicable anacronismo, no
al periodista Herrera y Obes, al joven abogado
Rodríguez Larreta o al nacionalista de Vedia, sino
al gran político y presidente de la República, al ace-
rado parlamentansta o al gran escritor ultrafluvial
y, claro está, que el destierro sufrido con estoicidad
ciudadana, reviste contornos casi de gran crimen
político.
La época, la escasa cultura, las pasiones violentas
no justifican el extravío de los hombres del 75,
atenúan sí, su responsabilidad ante el ecuánime tri-
bunal del futuro.
Nada detuvo el curso de los acontecimientos, los
deportados regresaron al Río de la Plata y el
gobierno fuese afirmando hasta consolidar el mili-
tarismo, etapa ineludible en estas regiones sudameri-
canas Después de períodos desiguales, de alternativas
ora asombrosas, ora desconcertantes, el Uruguay
entró en la vía del más absoluto civilismo y, ya lo
hemos dicho párrafos atrás, Julio Herrera y Obes,
el pasajero del transporte nacional Putg, tuvo, desde
su retiro constitucional, la satisfacción de ver a dos
de los motineros, causantes de la caída de Ellauri,
estar prontos para presentarle sus armas, si el electo
hubiera aceptado la 13 presidencia de la República.
t XXIII}
PROLOGO
A su turno, el mandatario cesante sabría descender
la cuesta de la vida pública y privada sin un des-
fallecimiento, sin una claudicación
Todo suceso de resonancia, no cabe duda que la
deportación a La Habana revistió ese carácter, se
refleja en la producción literaria contemporánea y
si uno de los protagonistas del episodio es quien
lleva, en nombre propio y ajeno, al papel los grandes
y pequeños detalles del suceso, su narración oscila
entre la crónica y la historia.
Tres de los quince embarcados a la fuerza, del
24 al 28 de enero de 1875, estaban dotados de bien
cortada pluma y las páginas manuscritas e impresas
no guardaban secretos para ellos
José Pedro Ramírez en una correspondencia del
14 de marzo abrió el camino y Agustín de Vedia
supo enlazar hábilmente el relato del "compañero
de infortunio" con su personal, apasionada narración
Quedó así arquitecturado el libro y una famosa
impresora argentina, propiedad de Pablo E Coni,
hizo entrega al público lector la primera edición,
cuyo subtítulo Historia de un atentado célebre debía
contribuir a su difusión
Sin embargo, el libro no ha sido reimpreso, y el
escaso conocimiento del material informativo que
encierra, ha conducido a equivocadas versiones de los
sucesos y a erróneos conceptos sobre los hombres
que intervinieron en ellos.
Agustín de Vedia es narrador ameno y aun a sus
exageraciones e hipérboles sabe darles un acento de
sinceridad y verosimilitud No importa que prime la
pasión sobre los detalles, ni tampoco que vierta equi-
vocados juicios respecto a la época y a los personajes
de la situación, la vida que palpita en todas las pági-
txxrv]
PROLOGO
ñas cubre con su manto de verdad todas las involun-
tarias falsedades del libro.
Superiores, en méritos literarios a la correspon-
dencia de Ramírez, el detenido relato y los análisis
políticos de Agustín de Vedia, se acercan a los pri-
mores de la recordada carta de Herrera y Obes, y
permitieron augurar, en los alejados lustros de 1875,
los volúmenes consagratorios de la reputación del
periodista que se mostró capaz de concebir las aladas
cláusulas de la carta enviada a su "amiga querida"
desde Charleston "un 19 de Junio a las diez de la
noche", cuando el remitente de la carta creía "pisar
sólida tierra americana"
Reimprimir el libro a los noventa años justos de
su primera y única publicación, alcanza a configurar
un acto de justicia para con el autor (o autores) y
hacer un verdadero regalo a los amantes de las bellas
letras, en todas las épocas, bajo todos los cielos
Por nuestra parte anhelamos que alcance a esta
reimpresión la luz de las modernas investigaciones
del legendario pasado de los pueblos libres,
Eustaquio Tomé.
[XXV}
AGUSTIN DE VEDIA
Nació en Montevideo el 10 de enero de 1843, hijo de José
Joaquín de Vedia y de María Luisa Correa Cursa sus primeros
estudios en su ciudad natal, la que abandona en 1839 para
reunirse con su padre en la Argentina y tomar parte en la
campaña de Cepeda. De regreso a Montevideo colabora en la
"Reforma Pacífica" y dinge "El Ins" (1864-1865) Triunfante
la revolución de Flores, emigra a Buenos Aires donde funda
el 1^ de febrero de 1866, en compañía de Guido Spano "La
América", diario antigubernista que fue cerrado y desterrados
sus redactores el 27 de juüo del mismo año Nuevamente en
Montevideo, vuelve a Buenos Aires cuando reaparece "La
America" en noviembre de 1868 Contrae enlace con Carolina
Villademoros, hija del Dr Carlos Jerónimo Villademoros
A principios de 1870 figura en el Comité organizador del
movimiento revolucionario nacionalista que se apresta para
invadir el Uruguay, bajo las órdenes de Timoteo Aparicio
Durante la guerra, publica en los campamentos la hoja "La
Revolución" (1870) Más tarde interviene en el Comité Pro-
Paz, que finalmente puso término a la revolución mediante
el Convenio de Paz de abril de 1872 Al mismo tiempo, funda
"La Democracia" (1872) e ingresa en la Cámara de Diputados,
electo por el Departamento de Cerro Largo, donde se destaca
como orador y colabora en la obra de regeneración política
Luego, a consecuencia del motín del 15 de enero de 1875, es
desterrado a la Habana en compañía de otros ciudadanos dis-
tinguidos, de donde regresa en agosto del mismo año Vencida
la Revolución Tricolor, se radica en Dolores (R A ) dedi-
cándose a tareas judiciales
Hacia 1880, llamado por sus correligionarios, vuelve a
Montevideo, donde dirige "La Democracia" Afianzado el régi-
men santista, regresa en 1882 a Dolores y en 1885 íntegra la
redacción del órgano bonaerense "La Tribuna Nacional" En
1891, luego de un breve interinato en "El Nacional" y "La
Prensa", asume la dirección del diario "La Tribuna" En 1901
le es ofrecida la cartera de Relaciones Exteriores del Uruguay,
que rehusa En sus últimos tiempos, forma parte de la redacción
de "La Nación" de Buenos Aires, hasta que fallece en esa
ciudad el 13 de mayo de 1910
Entre las numerosas obras que publicó tienen especial
importancia La deportación a la Habana en la Barca "Putg"
Htstorta de un atentado célebre Buenos Aires, Imp Especial
para obras, de Pablo E Com, 1875 El Banco Nacional, bistorta
financiera de la República Argentina Buenos Aires, Félix
Lajouane, 1890 Constitución argentina Buenos Aires, Imp
Coni Hnos , 1907 Martín García y la jurisdicción del Plata
Buenos Aires, Imp Com Hnos, 1908 Soberanía y imttaa,
derecho federal y autonomía provtnaal Buenos Aires, 1903
(XXVIII
CRITERIO DE LA EDICION
La Deportación a la Habana en la Barca "Pvtg" se publica
en segunda edición La primera se efectuó en Buenos Aires
por la Imprenta de Pablo E Coni en 1875, cuyo rexto es
reproducido, modernizándose la ortografía con sujeción a las
disposiciones de la Academia Española
t XXVIII ]
LA DEPORTACION A LA HABANA
Efí IA BARCA "PUIG"
AL SEÑOR D JOSE VASCONCELLOS.
Redactor del "JORNAL DO RECIFE".
''Señor
"Cuando el Gobierno de hecho entroni-
zado en nuestro país, en una época de sub-
versión y de escándalo , se apoderó de unos
cuantos ciudadanos, culpables de virtud, y los
sepultó en la bodega de un buque ruin, que
debía arroyarlos en las playas mortíferas de
un país lejano, Ud, movido de hidalgos y
generosos sentimientos, lleno de simpatía por
las víctimas, lleno de indignación por los
verdugos, empleó los más nobles y espontá-
neos esfuerzos por arrancarlos al infortunio
de su situación
"Interpretando hoy el sentimiento de los
deportados que, a despecho de sus opresores,
vuelven a respirar las brisas del Plata, y agi-
tan ya en la patria el pendón revolucionario,
luchando por la más legítima de las causas
que puede representar un pueblo — como una
manifestación de gratitud y de cordial inte-
ligencia — , dedico a Ud. este opúsculo en que
Ud hallará imperfectamente trazada, la his-
toria de aquel atentado nefando, que, no en
vano, ha merecido el anatema del mundo
cristiano".
Buenos Aires, Setiembre 15 de 1875
Agustín de Vedia.
[3}
UNA PALABRA DE INTRODUCCION
Desde el primer momento en que me vi sepul-
tado en la bodega de la barca Pmg, con mis demás
compañeros de infortunio, consumándose así el aten-
tado que tan honda impresión debía despertar en el
corazón de la sociedad oriental, y que debía arrancar
aun el sentimiento de indignación al mundo civili-
zado, concebí la idea de escribir un día la historia
de aquella expedición siniestra, a fin de que, como
un signo permanente de oprobio, se grabara en la
frente de los verdugos, y fuese anatematizada por
los hijos de nuestros hijos, que en esa historia apren-
dieran a considerar con un santo horror los desmanes
y los excesos de un poder usurpador especie de
monstruo que esparce en torno suyo las olas de la
inmoralidad que acaban por envolverle y arrebatarle
en sus pliegues tenebrosos.
Intenté, al efecto, llevar un diario de todos los
incidentes dignos de ser recordados en ei viaje de la
barca Putg, y aun había empezado a tomar mis notas,
a falta de otro papel, en las prmieras hojas en blanco
de uno de mis breviarios políticos VEtat et ses
limites, de Laboulaye Pero, la circunstancia de ocu-
parse de la misma tarea uno de mis compañeros de
infortunio, el Dr D José Pedro Ramírez, me hicieron
creer que no tenía que esforzarme para llenar un
vacío que habría sido siempre lamentable, y en cuya
tarea me llevaba el Dr Ramírez la ventaja de su
talento y de su indisputable competencia.
Desgraciadamente, el Dr. Ramírez se limitó a escri-
{4}
LA DEPORTACION A LA HABANA
bir su primera correspondencia, abrazando el primer
período de nuestra peregrinación, que_ empezaba en
la prisión de Montevideo y terminaba en el puerto
de Maldonado Y ninguno de los dos continuó después
tomando nota de multitud de incidentes que no es
fácil retener en la memoria, en un viaje tan lleno
de vicisitudes, en que las impresiones se renuevan
incesantemente, y en que, las últimas, acaban al fin
por debilitar o acallar las primeras
Apercibido más tarde de esa omisión, en el deseo
de que la historia de la expedición de la barca Pmg
no se resintiese de ella, arrostrando los inconve-
nientes indicados, me puse a trazar la memoria que
doy hoy al público, y que, si carece de detalles
sepultados en el olvido, es fiel, en cambio, y llena
de exactitud, en todos los incidentes que abraza.
Pero, he creído no deber limitarme a trazar aislada-
mente la relación de la expedición maldita. El aten-
tado, es cierto, está juzgado en sí mismo, en absoluto
No hay razones atenuantes para la arbitrariedad y la
violencia de los Gobiernos Aquello que es brutal,
temerario e inhumano, sublevará siempre un anatema
de reprobación, sin que la conciencia indignada nece-
site remontarse, para apreciar esos hechos, a las causas
primitivas con que pueden ligarse Pero, hay un gran
interés histórico y moral en establecer aquellos ante-
cedentes, en deducir el orden lógico de los aconteci-
mientos, para que la humanidad recoja la lección
que de ellos se desprende Importa señalar el origen
espúreo del Gobierno que consumó aquel atentado,
para acreditar que esos actos son el resultado infa-
lible de un orden de cosas subversivo e inmoral
Importa designar ese origen para salvar a la sociedad
oriental oprimida de una grave responsabilidad en
[5]
AGUSTIN DE VEDIA
ellos, para reivindicar, en fin, en nombre de las víc-
timas, la gloria de un infortunio reservado a la auste-
ridad y a la virtud, en los tiempos en que se des-
borda el régimen de la usurpación y del terror
Cediendo a ese orden de consideraciones, he hecho
un rápido bosquejo de Ja situación del país bajo la
Presidencia constitucional del Dr D. José E Ellauri,
Inicióse, entonces, en el país, un movimiento salu-
dable de ideas, destinado a adquirir más amplios
desarrollos en el tiempo El ciudadano elevado al
poder, a mérito de una transacción que chocaba con
las más sanas aspiraciones del pueblo, no supo res-
ponder a las exigencias de la época, debido a su
anómala actitud, sobrevino una crisis política que
todos veíamos y señalábamos, menos el Gobernante
que quiso mantener el imperio de su autoridad por
las más débiles complacencias con los elementos
personales que amenazaban precipitarlo, como, en
efecto, lo precipitaron del poder Rebeldes fueron
contra su legítima autoridad aquellos a quienes quiso
obligar con las más graciosas concesiones, aquellos
a quienes cubrió con el manto de su munificencia,
aquellos a quienes abandonó todos los elementos de
fuerza en que quiso hacer reposar su seguridad y su
existencia ¡No de otra manera hubiera procedido
en el intento nefando de armar a los malos y des-
armar a la sociedad, debilitando los resortes de la
opinión, para que un día cavera vencida en el lazo
de la más inicua reacción 1 Surgió de esa manera,
casi sin violencia, como una elaboración lógica y
natural de los sucesos, el motín militar del 15 de
Enero. Y es el Gobierno nacido en esa usurpación
criminal el que, por fin, decreta administrativamente
las prisiones y las deportaciones a la Habana
£6}
LA DEPORTACION A LA HABANA
He querido presentar eslabonados esos hechos de
dolorosa evidencia, persuadido de que encierran una
grande y provechosa lección ;Así pudiera ella influir
en el porvenir de la patria, y contribuir a formar
el vinculo poderoso de unión de todos sus buenos
ciudadanos, sin el cual, la reconstrucción y el afianza-
miento de la nacionalidad oriental será siempre una
quimera, perseguida y vislumbrada a través de nubes
de sangre! ¿Así pudiera ella llevar a todos los ciuda-
danos el convencimiento de que no hay otra política
salvadora que la que levanta la moral y la ley sobre
los hombres y los partidos, sin menguadas debili-
dades, sin indignas contemplaciones, sm peligrosos
desvíos, sm buscar ni esperar otro concurso que el
de la opinión honrada del país, que nunca desampara
a los Gobernantes fieles a su deber y a su mandato*
En el Océano, a bordo del Cotopaxt, Agosto 18
de 1875
Agustín de Vedia.
t7]
AGUSTIN DE VEDIA
I
La crisis política del I o de Marzo de 1873 presen-
taba caracteres nuevos y origínales en la historia de
la República Oriental
Die2 años de guerra civil, de honda anarquía, de
dictaduras personales, de profundas perturbaciones
económicas y financieras, habían producido un doble
e inevitable resultado habían dado forma a una
asociación monstruosa de todos los intereses bastardos
y de todas las pasiones iracundas que crecen y se
desarrollan en aquel medio excepcional, habían dado
vida a las asociaciones políticas que se inician en el
culto de los principios y se retemplan en las severas
lecciones de la historia
Los sectarios del régimen personal y arbitrario, des-
prendidos de los partidos en otro tiempo antagónicos,
atraídos por el imán de sus pasiones desordenadas,
componían un grupo informe que se preparaba
a afrontar la lucha contra las tendencias nuevas y
reparadoras de la época
Las asociaciones de principios, duramente aleccio-
nadas por la esterilidad de sus esfuerzos aislados
e impotentes, en luchas enervantes y destructoras, se
disponían a buscar en la esfera pacífica de las insti-
tuciones, una solución a los complicados problemas
que ponían a tributo su actividad.
En ese movimiento de opinión aparecían así frater-
nizando los ciudadanos honestos de todos los partidos
políticos, de todos los centros sociales a las mani-
festaciones de la juventud ingenua y entusiasta,
uníase la adhesión de los hombres encanecidos en la
[8}
LA DEPORTACION A LA HABANA
labor y en los sacrificios de la pama Depurados
los partidos eti el crisol de los acontecimientos,
surgían así, de su seno, con nobles propósitos, dis-
puestos a echar los fundamentos de la nueva sociedad,
buscando el vínculo de unión y de solidaridad en la
práctica de las virtudes republicanas
El pueblo estaba sediento de verdad y de justicia
suspiraba por un Gobierno que supiera romper defi-
nitivamente la cadena de las tradiciones de partido,
que hiciera efectivas las garantías primordiales del
hombre y del ciudadano, que administrara la hacienda
publica con sabia economía y, encerrándose en su
propia y legítima esfera de acción, amparase el ejer-
cicio de todos los derechos y libertades, dejando su
amplio desarrollo a la iniciativa y a la actividad del
individuo
Ese gran movimiento de opinión nacional que
revistió tan inequívocas manifestaciones, había seña-
lado como candidato genuino del pueblo, a un ciuda-
dano que prometía llevar al poder, y que hubiera
llevado sin duda, el contingente de la más leal y
decidida voluntad en favor de la reorganización
económica y política, imperiosamente reclamada por
el país Los elementos adversos a esa candidatura,
divididos entre sí por intereses y combinaciones pura-
mente personales, sentíanse de antemano vencidos,
si no se unificaban en torno de un candidato capaz
de conciliar sus encontradas pretensiones halláronle
al fin El Dr D José E Ellaun fue designado como
la entidad más aparente para dar cohesión a aquellos
elementos, y, levantado sobre ese pedestal, alcanzó
la victoria sobre el candidato del pueblo Hay triunfos
que abochornan, como hay derrotas que dignifican
La solución de la crisis del I o de Marzo de 1873
19]
AGUSTIN DE VEDIA
dejó así una impresión penosa en el ánima de los
buenos ciudadanos. Sin darse aún cuenta exacta de
la situación política que se inauguraba con la presi-
dencia del Dr Ellaun, en un principio, instintiva-
mente casi, comprendían que un Gobierno nacido
de una transacción entre elementos personales, debía
resentirse de los vicios de su origen
Difícilmente los hombres que deben su encumbra-
miento a combinaciones de esa especie, tienen el
civismo y la independencia de carácter que se requiere
para emanciparse de todo compromiso y sobreponerse
a toda consideración que no responda al más puro
patriotismo y al más elevado interés público
¿Cómo esperar entonces, del Gobierno del Dr Ellaun,
la política reparadora y moral que la época exigía 7
No era otra la reflexión general en los buenos
ciudadanos, al encararse la solución de una cuestión
que afectaba los más caros intereses de la sociedad
oriental
Sin embargo el Dr D José Ellaun reunía condi-
ciones personales que podían influir en el desenvolvi-
miento de su política futura Joven todavía, inde-
pendiente, por su posición social, de vínculos que
sujetan a veces a los hombres públicos, antepuesto
con su asentimiento a un candidato en quien
estaban cifradas las más caras esperanzas del
pueblo, elegido no por convicción y entusiasmo,
sino como un agente necesario para proscribir al
candidato popular, ^no podría esperarse que, encum-
brado a tan alta posición, en circunstancias solem-
nes, sintiese despertarse en su alma la ambición legí-
tima de unir su nombre a un Gobierno de recons-
trucción y a una época nueva en la historia política
de la República?
{10}
LA DEPORTACION A LA HABANA
En posiciones tan eminentes, la ambición personal
satisfecha, suele abrirse más extensos horizontes. El
alma se expande en el medio que la rodea, y recibe
algo como un destello de la vida y de la esperanza
que germinan en torno Las naturalezas se transfor-
man al golpe del destino, y las personalidades que,
en la víspera, apenas se destacaban en la muche-
dumbre, aparecen grandes entidades, cuando se levan-
tan en el pedestal que los acontecimientos humanos
se complacen en elevarles ¿Por qué no esperar,
entonces, que el Dr Ellaun, comprendiendo su posi-
ción, se elevara hasta ella, movido de una aspiración
capaz de borrar las debilidades a que hubiere pagado
tributo?
¡Oh, lógica inquebrantable de la justicia 1
4 Tú enseñas acabadamente que no hay otra línea
que conduzca al bien fuera de la línea recta, y que,
cuando en política se ha elegido un camino tortuoso,
se llega siempre al sacrificio de inmutables principios,
en aras de intereses meramente transitorios y efímeros 1
jY cómo no había de ser asp No se inicia una
política débil y acomodaticia sin desatender razones
legítimas, sin sublevar la justa resistencia de los
espíritus sanos, que abrigan la pasión generosa de la
verdad, en los medios y en el fin, sin alentar y
fomentar el espíritu de los malos elementos que,
sintiéndose contemplados, se creen fuertes, doble y
funesto resultado que acaba por hacer de los Gobier-
nos, empeñados en esa funesta vía, entidades nega-
tivas e inconscientes, sin apoyo y sin moral, que
ruedan un día en la sima que ellos mismos han
estado abriendo a sus pies, empujados por la fuerza
que han contribuido a robustecer, sin que su caída
AGUSTIN DE VED1A
sea acompañada de otras manifestaciones que la conde-
nación de los buenos, y el menosprecio de los malos
jY cómo no había de ser así* La política de verdad
y de justicia, en el fin y en los medios, sólo choca
de frente con los intereses bastardos que nunca se
atreven a afrontar la lucha, a banderas desplegadas
Hay siempre un resto de hipocresía en el fondo de
los caracteres depravados, y esa hipocresía, como
alguna vez se ha dicho, es el tributo que rinde el
vicio a la virtud Entre tanto, aquella política cuenta
a su favor el concurso activo de todos los intereses
honestos que tienden siempre a la radicación de un
orden social que les prometa las más eficaces garan-
tías Hay desde entonces, entre gobernados y gober-
nantes, un vínculo de cohesión que no se quiebra,
y ante la fuerza moral de que la opinión rodea al
poder, se debilitan, se dispersan y se disuelven al fin
las asociaciones que se fundan en intereses personales
siempre antagónicos, y en cuyo seno, por lo mismo,
se abriga constantemente un germen de corrupción
y de muerte
El Dr Ellaun no quiso oír esa voz que hablaba
con la doble autoridad de la razón y de la historia
No supo comprender las exigencias de la época y
colocarse a la altura de los sentimientos del país
Quiso gobernar en la paz, en una época que debió
ser de reparación enérgica en el orden político y
financiero, con la misma armazón administrativa que
1c trasmitieron las administraciones desordenadas
que le precedieron Apenas logró imprimir a sus
actos un sello de moralidad, porque la moralidad
administrativa no estriba únicamente en proscribir
de la esfera del Gobierno las acciones groseramente
punibles' ella reclama todo un sistema de severa
{12}
LA DEPORTACION A LA HABANA
organización, destinado a producir resultados fecundos
en la vida de un pueblo. No basta reprimir el delito
en sus manifestaciones ordinarias es necesario llevar
al Gobierno, conjuntamente con la voluntad de hacer
justicia, cumpliendo la ley, el criterio inteligente que
se requiere para hacer concurrir a esos fines los ele-
mentos más aptos y más honrados Pero, aun pudiera
demostrarse que no faltaron bajo el Gobierno del
Dr Ellaun complacencias exageradas para actos que
exigían ejemplar represión, si eso no fuera descender a
detalles inconciliables con el propósito que nos anima
El Gobierno del Dr Ellaun se sostuvo hasta el
fin en una inacción y una debilidad que acusaban
el designio de perpetuar el viejo sistema de la polí-
tica acomodaticia y de conservar al frente de los
puestos públicos que requerían mayor competencia
y moralidad, las entidades negativas y funestas que
se habían encumbrado en medio del desorden y del
caos de las contiendas civiles Pugnó por mantener,
y mantuvo, durante su Gobierno, en plena paz, el
mismo personal de guerra organizado en una situación
bélica, y conservó al mando de esa fuerza a los Jetes
militares que, el primer día de su elevación al Poder
ofrecieron un ejemplo subversivo de prepotencia,
poniéndole en el caso de retirar la renuncia que
acababa de presentar a la Asamblea, bajo la impresión
del aislamiento en que se halló al entrar en pose-
sión del mando codiciado» Su política internacional
no estuvo exenta de errores y las relaciones con los
Estados vecinos se resintieron en algún caso de ellos
El país hallábase dispuesto, con todo, a sostener la
autoridad del Dr. Ellaun, que, aun menos se carac-
terizaba por el mal que directamente hiciese, que
por el bien que dejaba de hacer términos que casi
[133
AGUSTIN DE VEDIA
se confunden El país creía entrever en ese Gobierno
un puente echado sobre el abismo de las guerras
civiles, y a favor del cual podría llegar más tarde,
sin violencia, a dar forma a sus más legítimas aspi-
raciones Así es que los más graves cargos que se le
han dirigido, han reconocido su ra¿ón y su funda-
mento en la ceguedad y en el extravío del manda-
tario que no veía que, contemplando las malas
influencias, fortificaba su causa, a la vez que debili-
taba y enervaba el sentimiento de los ciudadanos dis-
puestos a cooperar al desarrollo de una política
franca y reparadora
Las previsiones desgraciadamente, se cumplieron
El gran crimen del 15 de Enero fue precedido de
hechos sangrientos que anunciaban y preparaban un
resultado oprobioso El 10 de Enero, en derredor
de las urnas electorales destinadas a consagrar el más
hermoso triunfo de las instituciones, los represen-
tantes grotescos del elemento viciado que arrojan de
sí los partidos que aspiran a la dignificación del
país, hombres de siniestra nombradla en el crimen,
armados de trabuco y de puñal, se lanzaron sobre
el pueblo congregado pacíficamente, mancháronse
en la sangre generosa de jóvenes distinguidos, bella
esperanza del porvenir nacional, y allí, a diez pasos
de la autoridad oficial, en aquel centro de la culta
ciudad, ¡ensañáronse sobre sus víctimas inermes, y
desnudaron sus cadáveres, aún tibios y palpitantes 1
Las fuerzas de la autoridad acudieron, al fin, al
teatro de los crímenes, pero acudieron a amparar a los
asesinos contra la cólera del pueblo. ¿Y el Presi-
dente de la República? ¡Ah' El Presidente, din-
[14]
LA DEPORTACION A LA HABANA
giéndose al pueblo atónito, en un manifiesto solemne,
atribuía aquella provocación sangrienta arrojada a la
sociedad, aquella confabulación siniestra de los ele-
mentos del crimen contra un movimiento generoso
de opinión, en que fraterni2aban todos los partidos,
¡a la exacerbación de las pastones políticas r
¡Los hechos ulteriores debían encargarse de revelar
a ese mandatario toda la ceguedad y la insensatez
de sus actos, destinados por desgracia a pesar, más
que sobre su cabeza, sobre los destinos de la patria
desventurada 1
"El motín militar, hijo de una traición largamente
incubada, que empieza por secundar la obra de las
hordas del 10 de Enero; que pretende, en seguida,
imponer al Presidente de la República el encumbra-
miento de los cabecillas de esas hordas, al fin, en
una noche de insensatez y de oprobio, en nombre
de la fuerza bruta, invocando sólo el poder de mil
quinientas bayonetas, confiadas a manos mercenarias,
declara a faz de la República y de las naciones
extranjeras, que han caducado los poderes constitu-
cionales y que el país tiene un dictador soberanamente
elegido por la voluntad de cuatro jefes oscuros" 8
¡Léase una vez más ese documento ignominioso,
página de baldón que ha de encabezar el proceso
que la sociedad debe formar un día a los que han
inferido tan sangriento ultraje a los dogmas de un
pueblo libre, a los usurpadores de la soberanía
nacional, a los que han traficado vilmente con el
honor militar!
• Manifiesto de loa orientales proscriptos
[15]
AGUSTIN DE VEDIA
Señor D Pedro Várela.
Reunidos los abajo firmados con motivo
de los acontecimientos que acaban de tener
lugar, y que son de pública notoriedad, hemos
determinado lo siguiente los jefes de los
cuerpos reunidos hemos resuelto nombrar
como gobernador provisorio al ciudadano
D Pedro Várela, el cual esperamos sabrá
RESPONDER A LA CONFIANZA QUE EN ÉL DEPOSI-
TAMOS EN NOMBRE DEL PAÍS A CUYOS INTERESES
Y ASPIRACIONES LEGÍTIMAS OFRECEMOS NUESTRO
MÁS DECIDIDO CONCURSO
Montevideo, Enero 15 de 1875
Miguel A, Navajas - Lorenzo Latorre
Casimiro García - José Etcheverry
Angel Casalla - Plácido Casariego
Zenón de Tezanos
Jamás se ostentó tanta impudencia a la fa2 de un
pueblo culto Un motín de cuartel, derrocando las
autoridades constituidas por el sufragio popular,
media docena de jefes subalternos, sin formalidad
alguna, sin representar otra cosa que la traición, sin
contar con otro concurso que el de los mercenarios
cuyo mando les confió la autoridad legal, levantando
sobre las rumas de todo orden constitucional, un
nuevo Gobierno hecho a su imagen y semejanza'
Ese Gobierno, impuesto por la violencia y la
traición, apoyado solo en las bayonetas militares,
debía temer naturalmente las resistencias que iban
[16]
LA DEPORTACION A LA HABANA
a oponer a su paso los derechos y los intereses legí-
timos amenazados de muerte, y más lógicamente aún,
debía disponerse a contrarrestar esa oposición por
medidas tan odiosas como incalificable era su origen
Sus armas tenían que ser las medidas preventivas y
arbitrarias, las penas discrecionales, la violación de
todos los preceptos tutelares de la justicia que tienen
su expresa y explícita consagración en la ley,
Y ese Gobierno ha lanzado a la República en la
pendiente de los más brutales excesos, y ha hecho
pesar sobre el país una crisis general, del más vasto
alcance, y que ha de afectar hondamente, en sus
consecuencias, el porvenir económico de la sociedad
Y bajo la presión de las medidas execrables de
ese Gobierno han caído los ciudadanos que designara
la mano criminal de los usurpadores, para purgar el
delito de su conciencia honesta y de sus firmes y
generosas convicciones
Esos antecedentes incontrovertibles, de tan ruidosa
publicidad, explican el gran atentado que arrancó
últimamente al mundo civilizado una protesta elo-
cuente. La política del Dr Ellaun, que nunca se
explicará de una manera plausible, atrajo hacia su
Gobierno, con un desacierto admirable, y mantuvo
organizados y compactos, a los elementos más apa-
rentes para precipitar al país en las sangrientas
orgías de Enero Y del Gobierno nacido del escan-
daloso motín militar, no podían surgir sino medidas
tan inicuas como la deportación a la Habana de los
ciudadanos orientales, arrojados en la bodega de la
barca Putg, de tan odiosa celebridad
Si la historia debe condenar enérgicamente a los
autores del motín militar que dio en tierra con las
autoridades constituidas, no menos severa debe ser
U7]
4
AGUSTIN DE VEDIA
para juzgar al mandatario que, después de haber
acumulado, durante su Gobierno, los elementos disol-
ventes que debían arrastrar aquella situación, perma-
neció sordo a la voz de su país y no tuvo, siquiera,
el valor de sucumbir, como un soldado de honor, al
pie de su bandera
II
La correspondencia del Dr. D. José P. Ramírez,
a que nos hemos referido al principio, abraza dete-
nidamente el período de nuestra peregrinación, que
se abre en la cárcel de Montevideo y termina en el
puerto de Maldonado Sin perjuicio de consignar
más adelante nuestras impresiones sobre los hechos
capitales a que aquella correspondencia se refiere,
vamos a reproducirla en seguida No es necesario
que acometamos la tarea de hacer la narración que
el Dr Ramírez ha anticipado, ni debemos dejar
incompleto este opúsculo, a título de la publicidad
que ha alcanzado ya aquel interesante relato, sobre
el cual habríamos suprimido, si tuviésemos el derecho
de hacerlo, diversas apreciaciones que no hacemos
nuestras, y especialmente las que se refieren a nuestra
personalidad
Dejamos ahora la palabra al Dr Ramírez:
Estamos a 14 de Marzo, a 300 leguas más o menos
de Montevideo, y recién me es dado realizar el propó-
sito que formé desde el día de nuestro violento des-
tierro, de consagrar algunas líneas, día por día, a los
ciudadanos que desde la patria nos siguen con la
vista del alma, en este viaje inesperado, víctimas de
C18)
LA DEPORTACION A LA HABANA
una de esas injusticias que sólo pueden cometerse
en el desborde de las más ruines pasiones personales.
Un viaje no ya a la Habana, pero ni siquiera
a Europa o a los Estados Unidos, era algo que no
entraba en mis cálculos, ni en mis aspiraciones, ni
en mis sueños*
Será limitado el horizonte de mis vistas, pobre
nu espíritu, pequeño mi corazón, pero la verdad es
que las fronteras reducidas de mi país y el estrecho
círculo de las afecciones íntimas que como el sol
y el aire ha concedido Dios a todas y cada una de
sus criaturas, colmaron en todo tiempo mis aspira-
ciones de hombre y de ciudadano.
Un viaje de recreo y de instrucción, realizado en
las mejores condiciones, preparado con anticipación,
sin violencia, sin vejámenes, sin mortificaciones ni
perjuicios morales y materiales, habría sido para mi
espíritu en todo tiempo un suceso de gravísima tras-
cendencia, una contrariedad que difícilmente habrían
podido compensar los halagos y los encantos que,
sin duda, brindan a manos llenas la Europa con los
prodigios de su civilización secular, y la América del
Norte con los ejemplos edificantes y provechosas lec-
ciones de sus inconmovibles instituciones republicanas.
Cuando alguna vez fatigado de alma y cuerpo,
agobiado por el peso de los desencantos de una lucha
política de 15 años, desapiadada y sin tregua, he
sentido la necesidad de tranquilidad y descanso impo-
sible en el seno de la patria a cuyas horas felices
o adversas vinculé mi existencia desde temprana
edad, no ha cruzado por mi mente la idea de inter-
poner la inmensidad del Océano y pedir a la embria-
guez de las impresiones tumultuosas, en lejanas tierras,
[19]
AGUSTIN DE VEDI A
el olvido de las afecciones morales que agobiaran
mi espíritu
Si tuviera que vivir ausente de mi país por algún
tiempo, en razón de destierro voluntario o impuesto,
yo fijaría mi residencia en alguna de sus fronteras
solitarias desde donde me fuese dado seguir hora por
hora, momento por momento, las evoluciones verti-
ginosas a que sus hijos extraviados han condenado
a esa eterna mártir, ya que no me fuese posible
acompañarla en el desenvolvimiento armónico de sus
hermosas instituciones y de sus cuantiosos elementos
de bienestar y de progreso
Con estas ideas y bajo estas impresiones que no
será extraño se tomen por algunos, por un giro
romántico de imaginación, en una época de impon-
derable egoísmo y singular descreimiento, es fácil
alcanzar bajo cuáles impresiones me es dado cruzar
el Océano por primera vez
El viaje no es de paseo ni de instrucción, ni
a Europa ni a Estados Unidos
El viaje es un viaje político a la Habana realizado
por algunos ciudadanos, que de la noche a la mañana,
son arrancados por la fuerza del seno de sus familias,
arrebatados a sus tareas ordinarias, sustraídos a sus
compromisos de crédito y de honor, embarcados en
un buque de vela, sumergidos en una lóbrega y sucia
bodega, y enderezados a la Habana bajo segura cus-
todia y centinelas de vista.
Esos ciudadanos no saben hasta ese momento por
orden de cuál Juez fueron reducidos a prisión y en
virtud de cuál sentencia fueron condenados a una
de las penas más graves, pena que se ha rodeado
estudiosamente de las circunstancias más vejatorias
y mortificantes.
[20]
LA DEPORTACION A LA HABANA
Como es notorio, esos abusos de autoridad, estos
atentados inauditos no son una completa novedad
en mi país, Bajo el dominio de los gobiernos de
partido que se han sucedido de 1852 hasta 1872
se han dado ejemplos repetidos de "destierros admi-
nistrativos'' que en ningún caso y bajo ningún prin-
cipio se encuadran en el régimen constitucional que
el país adoptó desde su emancipación; pero el aten-
tado no había revestido aún las circunstancias agra-
vantes y odiosas de que ha querido revestírsele esta
vez En 1855, en 1858, en 1861, en 1863, en 1869
y 1871 hubo prisiones de Estado y destierros admi-
nistrativos, pero los gobiernos de esas diversas épocas
se limitaron a aprehender a los ciudadanos sm forma-
lidad alguna legal y a extrañarles del país por su
soberana voluntad, dejando a los desterrados el
derecho de dirigirse donde mejor les conviniese, y
de fijar su residencia allí donde les fuese posible
conciliar los medios de subsistencia y atender a sus
familias e intereses en la patria*
Hoy el Gobierno de D Isaac de Tezanos ha creído
que eso no era bastante, ha querido hacer gala y
ostentación de su desprecio por las leyes, de su
reacción contra las sanas ideas que se propagaban
con éxito desde la paz de Abril de 1872, de su reso-
lución firme de inmolarlo todo, derechos individuales,
nociones de justicia, respetos sociales, opinión pública,
en aras de una invocación de partido explotada con
tanta habilidad como cinismo, y ha practicado con
una quincena de ciudadanos un acto de verdadera
piratería, sin más propósito que poner de manifiesto
la medida de su poder y de su audacia, a la vez
que el enervamiento de la opinión pública y la
postración de los elementos honrados que resistir
[21}
AGUSTIN DE VEDIA
debieran tamaños atentados, tamaños vejámenes,
tamaña desvergüenza.
Cruel decepción que nadie esperaba por cierto.
Sincera en muchos era la creencia de que la paz
de Abril había puesto termino al período ignomi-
nioso de nuestras guerras civiles, pero universal el
convencimiento de que no volverían a conculcarse
ciertos principios fundamentales en favor de los
cuales habían reaccionado aun los elementos mas
recalcitrantes de los diversos partidos, y círculos alter-
nativamente verdugos y víctimas, proscriptores y
proscriptos.
Elegido diputado después de la paz de Abril, mi
primer cuidado, casi mi única preocupación, fue
aprovechar aquella reacción generosa, para hacer oír
en el recinto de la legislatura los acentos más airados
contra esos atentados a la segundad individual, contra
la absorción de la individualidad humana, verdadero
soberano de las democracias, por la personalidad pre-
potente del Estado, resabio inveterado de nuestia edu-
cación colonial, que menguados políticos han perpe-
tuado a despecho de la propaganda más inspirada
y de las resistencias más enérgicas — concluyendo
por formular un proyecto de ley en el cual decla-
raba limitado el art 81 de la Constitución por el
143 — , vale decir que se declaraba abusiva y cri-
minal la interpretación práctica que se había dado
a aquel artículo y a favor de la cual los Gobiernos
se habían creído autorizados para reducir a prisión
y desterrar a los ciudadanos, usurpando las funciones
del Poder Judicial.
Mis amigos y yo apuramos todos los recursos de
la oratoria para fulminar los actos vandálicos que
a favor de esa interpretación criminal del art 81
[22]
LA DEPORTACION A LA HABANA
de la Constitución se habían perpetrado en diversas
épocas, y siguiendo los preceptos de la jurisprudencia
penal que aconsejan agravar el rigor de la pena
cuando un delito se ha hecho demasiado frecuente,
propusimos la aplicación de penas severísimas no
sólo contra los autores principales, sino también
contra los cómplices y coadyutores de medidas admi-
nistrativas tan atentatorias y brutales.
Y a la verdad que si los ciudadanos de un pueblo
libre no se preocupan de garantir la libertad indi-
vidual, de colocarla bajo la égida exclusiva de la
ley, y a cubierto de la prepotencia gubernativa, su
rol se extingue, para dar lugar al siervo de la antigua
organización social, resorte pasivo y abyecto de com-
binaciones bastardas, vejatorias del destino del hombre
y de los planes visibles del Creador.
En esa Legislatura tenían asiento dos Ministros del
actual gobierno de Montevideo, D José C. Busta-
mante que escuchaba sin desplegar sus labios aquella
reacción bendita, contra actos por él mismo perpe-
trados en época no remota y con reiteración criminal,
y D> Isaac de Tezanos que concurría con su palabra y
su voto a la sanción de la ley que había de ser el
primero en conculcar pocos meses después, excediendo
en descaro y audacia a cuantos le precedieron en
esa vía criminal
Ha llegado hasta nosotros el rumor de que la
opinión pública descarga toda la responsabilidad de
la medida contra D Isaac de Tezanos y D Lorenzo
Latorre, pretendiendo que D José C Bustamante no
ha suscrito de buen grado.
;Puede ser eso cierto, pero, la verdad es que tra-
tándose de medidas de esa gtavedad no se atenúa
la responsabilidad con protestas privadas y que es
{23}
AGUSTIN DE VBDIA
bien triste para la celebridad de ese ciudadano que
jamás su presencia en el poder, participando de él
en primer o segundo término, haya dejado de hacerse
sentir por atentados inauditos contra la segundad
personal de sus conciudadanos 1
Y tómese nota todavía de otra circunstancia digna
de tenerse en consideración para juzgar a los hombres
que se apoderaron del poder a favor del motín del
14 de Enero
Ese resto de la Legislatura, ese vestigio de la
pasada constitucionahdad con que ha querido cubrir
la deformidad del Gobierno del 14 de Enero es la
misma Legislatura que dictaba la ley interpretativa
del art, 81 de la Constitución declarándolo limitado
por el 143; esto es, estableciendo que en ningún
caso puede el P E* hacer otra cosa que aprehender
a los ciudadanos, en el caso de conmoción interior
o ataque extenor pero a condición de pasarlo a su
juez competente dentro de 24 horas.
El Presidente de una de esas Cámaras, el Dr D
Ambrosio Velasco que alguna vez fue víctima de los
atentados del poder, evocó esos recuerdos, reavivó sus
mal acallados odios, fulminó anatemas y nos excedió
a todos en su celo patriótico por las garantías
individuales
¿Qué actitud ha asumido esa Legislatura en pre-
sencia de las prisiones y destierros inquisitoriales
perpetrados el 24 y 25 de Febrero último 5
El 26 cuando ya estaban deportados 15 ciudadanos
con violación de la Constitución y de las leyes, la
Cámara de Representantes celebraba sesión y la sesión
corría según sus trámites ordinarios sin que una voz
se levantase para pedir cuentas al gobierno de sus
atentados y violencias.
[24J
LA DEPORTACION A LA HABANA
Algunos diputados, cediendo tal vez a un resto de
pudor, no asistieron a la sesión, pero el celo patrió-
tico de mi amigo Echevarría se encargó de fulminar
ese movimiento generoso en algún alma honrada
pero débil, increpando la inasistencia en momentos
de supremo peligro para la patria y reclamando para
los inasistentes la aplicación de las penas del
reglamento
Estoy siempre dispuesto a creer lo mejor de los
hombres, pero hay signos tan característicos en la
situación que se ha creado en mi pobre país, que
no conservo esperanza alguna de que las llamadas
Cámaras Legislativas pongan freno a los desbordes
del Gobierno.
iCómo esperarlo de unas Cámaras que han presen-
ciado impasibles la clausura de las imprentas, que
han visto establecerse la censura previa para la prensa,
subordinada en absoluto a la tutela policial, sin pre-
ocuparse en lo más mínimo de un acontecimiento
sin precedentes aun en las épocas más aciagas para
las libertades públicas'
Aislados en el Océano, es un misterio para nosotros
lo que pasa en el seno de la patria
Recuerdos amargos, presentimientos tristes, decep-
ciones crueles, es cuanto domina nuestro espíritu
Quiera el cielo que las primeras noticias que nos
lleguen restablezcan nuestra moral abatida, den un
matiz menos siniestro a nuestros recuerdos y presten
aliento varonil a nuestras esperanzas
Si fuera posible que se realizara una aberración
tan estupenda, yo desearía que los atentados que se
cometen en mi país se convirtieran en gajes de paz,
[25]
AGUSTIN DE VEDIA
de libertad y de progreso, bajo las inspiraciones de
la reacción nacional que ellos justifican y provocan.
» * *
Como se comprenderá, las impresiones que domi-
nan mi espíritu remontan más allá del viaje que
vamos realizando Las más fuertes tienen su origen
en sucesos anteriores que han dejado en él una huella
difícil de borrarse.
El 24 de Febrero, desde las primeras horas del
día, empezó a circular el rumor de que el Gobierno
tenia los hilos de una conspiración que se tramaba
y que procedería a practicar numerosas prisiones
Yo, por mi parte, estaba tan extraño a lo primero
como ignorante de lo segundo
Después del arreglo de la Florida y de la reso-
lución tomada por el Dr Ellaun de ausentarse para
Buenos Aires, consideré la situación definida, y que
por el momento, la abstención más absoluta era la
línea de conducta que el patriotismo aconsejaba
seguir a todos los ciudadanos que habían condenado
y condenaban el motín del 14 de Enero, y los hechos
notorios que fueron su consecuencia inmediata
Sé que estas opiniones, de que no hice un mis-
terio me han valido severas censuras, pero, la verdad,
es, que no me han preocupado en lo mínimo y que
no tengo sino porque confirmarme en ellas.
La impaciencia, el despecho, la ira, sentimientos
a que he pagado tributo en más de una ocasión,
empiezan a perder su imperio sobre mi espíritu; y
no es sino con íntima satisfacción que en esta crisis
solemne me he sentido dueño de mí mismo, capaz
de afrontar una situación que interesaba y sublevaba
todas mis pasiones de hombre y de ciudadano, bajo
{26]
LA DEPORTACION A LA HABANA
el solo punto de vista del patriotismo y de ks bien
entendidas conveniencias del país.
Pero, sea de esto lo que fuere, la verdad es que
en mi concepto, el momento solemne de crisis había
pasado y que yo compañía todo mi tiempo y absorbía
toda mi atención entre las exigencias de mi estudio
y los cuidados de uno de mis pequeños hijos grave-
mente enfermo.
El 24, día de las prisiones, vme de mi quinta un
poco tarde (de diez a diez y media de la mañana).
A las doce del día más o menos, tuve la primera
noticia de los rumores que circulaban, y fue mi
particular amigo el señor don Mauricio Llamas quien
me las transmitió
Mi contrariedad fue grande* y sobre el particular
cambiamos algunas ideas con el señor Llamas, lamen-
tando que a todos los males y peligros de la situación
se agregase la alarma de la inseguridad individual
- Más tarde tuve la confirmación de estos rumores
por vanos conductos, y por fin a las 4 de la tarde
supe de una manera evidente que se había dictado
orden de prisión respecto de treinta y tantos ciuda-
danos y que había sido comunicada a la Policía
Era la hora de retirarme para mi quinta y aunque
tenía el coche a la puerta, demoré efectuarlo a fin
de que, si la orden me comprendía, se evitase a mi
familia la sorpresa y el disgusto de una prisión efec-
tuada en horas de la noche y tal vez con aparato
y estrépito
Mientras así esperaba que se me viniera a aprehen-
der, yo, el gran criminal complicado en conspira-
ciones tenebrosas, según las notas oficiales que han
visto la luz pública, llegó el señor don Ézequiel
[27]
AGUSTIN DE VEDIA
Pérez a pedirme en nombre del señor don Carlos
Navia que tuviese la bondad de pasar por su Banco.
Fui al punto con el señor Pérez; y como el señor
Navia, después de haberme consultado sobre sus
asuntos, me pidiese que le preparara un escrito para
presentar al día siguiente a primera hora al Juez de
Comercio, le observé que bien pudiera suceder que
de allí me llevaran a la cárcel y que no pudiese
realizar su deseo
El señor Navia me propuso que me quedase en su
casa, pero yo rechacé sus ofrecimientos, garantién-
dole al fin que, aunque me llevasen preso al salir
del Banco, en la cárcel le prepararía su escrito y lo
tendría a la hora convenida.
Mis presentimientos, que de cierto no acusan mi
criminalidad, porque se fundaban en la lógica de los
antecedentes y en el conocimiento de los hombres,
se confirmaron.
Apenas había llegado yo a mí estudio, cuando se
presentó un comisario de policía a significarme que
tenía orden del señor jefe político, de conducirme
al departamento
Pasé a mi mesa escritorio escribí cuatro líneas
exponiendo lo que sucedía y acompañé al comisario
hasta el departamento de policía
Una vez allí se me detuvo un momento en la
comisaría de órdenes, mientras el comisario pasaba
al despacho del jefe a dar cuenta de su comisión,
según debe suponerse.
El comisario volvió y me hizo pasar a una pieza
situada en los altos del edificio y frente por frente
con la pequeña capilla en que se celebran los oficios
del catolicismo en favor de los presos comunes, allí
me encontré con D Agustín de Vedia, D Juan José
[28J
LA DEPORTACION A LA HABANA
de Herrera, D. Julio Herrera y Obes y los cuatro
hermanos Flores.
Antes de continuar esta prolija relación, debo
explicar cómo y por qué sin padecer achaques de
egomanía me he detenido en el modo y forma como
se verificó mi prisión.
Cualquiera que haya leído las notas oficiales res-
pecto a este suceso y las versiones de la prensa oficial,
se habrá imaginado que, merced a la suspicacia y
actividad desplegadas por el Gobierno y sus dele-
gados, se ha tomado mfragantt delito o poco menos
a una multitud de ciudadanos que conspiraban contra
las instituciones, y que daban por base de sus trabajos
un atentado criminal contra la vida de los prohombres
de la situación, pero cuando se sepa que cada uno de
los ciudadanos aprehendidos lo ha sido con conoci-
miento anticipado de lo que debía de suceder y hasta
han facilitado todo el hecho de su prisión, se ha de
comprender que esos ciudadanos en todo pensaban
menos en conspiraciones tenebrosas, si bien es notorio,
que algunos de ellos se encontraban poseídos de una
exaltación extrema, tan justa como motivada, respecto
de los hombres y de la situación fundada sobre la
base del motín y la traición
Ya he referido cómo fui yo reducido a prisión
Véase cómo se aprehendió a los demás.
Los hermanos Flores fueron aprehendidos en el
Cementerio, haciendo parte del cortejo fúnebre de
la Sra. viuda de D, José Esteves, de 4 Vi a 5 de la
tarde
D. Juan José de Herrera fue detenido a la misma
hora al salir de la imprenta de La Democracia,
e invitado a pasar al Departamento de Policía por
indicación del señor Jefe Político
(29)
AGUSTIN DE VED1A
D. Agustín de Vedia fue solicitado en su casa
e invitado en los mismos términos
En los mismos términos fue solicitado también en
su propia casa, a las anco de la tarde Julio
Herrera y Obes
Julio Herrera preguntó al Comisario si era una
invitación del Jefe Político para pasar a su despacho
la que le comunicaba o una orden de prisión
El Comisario contestó que no podía afirmar una
cosa ni otra y Herrera y Obes replicó que fuese a
averiguarlo, porque si se trataba de una invitación
no la aceptaba porque m tenía nada que hablar con
el Jefe Político m deseaba verlo
El Comisario se retiró y volvió al cuarto de hora,
intimándole orden de prisión Julio Herrera, que, en
la tenebrosa conspiración, si no jugaba el rol de
Bruto por lo menos tendría el de Casio, dispuso,
pues, de tiempo más que suficiente para poner en
salvo su cabeza, pero, en vez de eso, se entregó como
un manso cordero
Don Aureliano Rodríguez Larreta fue aprehendido
a las nueve de la noche en la puerta de su casa,
cuatro horas después de estar asegurados los cabe-
cillas y cómplices de la conspiración
Don Anselmo E Dupont lo fue más tarde todavía
Durante toda la primera noche paseó como de cos-
tumbre por toda la calle 25 del Mayo, estuvo en el
Club y en otros sitios públicos y recién a las 10 Vi
de la noche fue tomado en su propia casa
Grande debe ser la entereza de alma de este joven
de 20 años que así simulaba una tranquilidad estoica,
mientras que sus íntimos amigos, los señores Flores
habían sido cogidos en la red hábilmente preparada
130]
LA DEPORTACION A LA HABANA
por la Policía, para que uno solo de los conspiradores
no lograse escapar a su discreta actividad.
Don Cándido Robido fue sacado de su casa a las
1 1 Vi de la noche por el comandante de Serenos
Robido dormía tranquilamente a esas horas, no por
cierto porque ignorase lo que sucedía, pues estaba
en mi estudio cuando yo recibí aviso cierto de que
se efectuarían prisiones en el día y a él le supliqué
que comunicase lo que ocurría a mi padre político,
hermanos y amigos
Don Osvaldo Rodríguez fue tomado con su se-
ñora a las 9 Vi de la noche Hasta esa hora había
recorrido las calles inquiriendo noticias de sus ami-
gos presos, había estado en el Club y en otros para-
jes públicos y había regresado a su casa, donde tomó
a su señora para concluir la noche como de costum-
bre en casa de sus padres.
Mi hermano Octavio fue traído al Cabildo a las
siete y media u ocho de la noche, habiéndose presen-
tado él personalmente a la Comisaría del Cordón,
para evitar que apareciesen personas armadas en su
casa. Así procedió porque tuvo aviso de que el
Comisario de aquella sección se preparaba para venir
a buscarlo,
D Juan R. Gómez, por fin, fue tomado en su casa
quinta del Paso del Molino a la 1 de la mañana
del día 25, habiéndose retirado a ella después de
conocer las prisiones efectuadas, algunas de las cua-
les presenció personalmente en la t?rde del 24.
Por Jas súplicas de la Sra esposa del Sr Gómez,
el Comisario Polidoro Fernández consintió en aplazar
la ejecución de su comisión hasta después de ama-
necer el día.
{31]
AGUSTIN DE VEDIA
Si no hubiese otros antecedentes y otros medios de
dejar evidenciada la verdad de las revelaciones ofi-
ciales respecto de la célebre conspiración, el conjunto
de estos hechos sería bastante para poner en trans-
parencia la inicua farsa que se ha hecho y la per-
versidad del desenlace que se le ha dado.
Durante la noche del 24 y la madrugada del 25,
fueron llegando pues, los ciudadanos a que acabo de
referirme, debiendo agregar a éstos el nombre del
Sr D J P Caravia
Allí estábamos sin saber hasta dónde llegaría el
número de amigos a quienes cabría la suerte de
ocupar un lugar en la cárcel pública, pues no tenía-
mos dato alguno para suponer quiénes estarían
comprendidos en la lista de proscripción remitida a
la policía, y la presencia de los ciudadanos que iban
llegando nos desorientaba cada vez más
Aquellos ciudadanos eran sin duda aprehendidos
por sus opiniones conocidas y notorias de hostilidad
al nuevo orden de cosas, y en idéntico caso se encon-
traban un centenar de ciudadanos notables
Pero lo que nos causó verdadero asombro, fue
encontrar entre nosotros al Coronel Don Fortunato
Flores y al Señor Senador Don Juan P Caravia,
cooperador importante el primero, del movimiento
militar del 14 de Enero, agente confidencial del
Gobierno pocos días antes, y uno de los Senadores,
el segundo, que había rendido pleno homenaje a la
nueva situación.
Cuál significado podría tener la prisión de estos
dos ciudadanos, fue objeto durante toda la noche de
nuestras cavilaciones y comentarios.
Hoy mismo yo no alcanzo a explicarme esa
conmixtión de individualidades políticas de tan di-
132}
LA DEPORTACION A LA HABANA
versa significación, y me inclino a creer que no es
sino el efecto del régimen de la arbitrariedad tan
fecundo en extravagancias de todo género, a no ser
que como lo han pensado algunos de mis compa-
ñeros, se haya querido significar con la prisión y
destierro del coronel Flores que ni a los propios corre-
ligionarios les es permitido la menor disidencia ni
la mas ligera censura, y con la prisión del señor
Caravia que ni las inmunidades de Senador y Dipu-
tado los escudará de la cárcel o destierro si en el
seno de eso que llaman legislatura se permiten poner
obstáculo a la marcha omnisciente y omnipotente
del Gobierno Henos pues, después de una lucha
desapiadada en que se han hecho tan abnegados
esfuerzos y en que se han sacrificado tan nobles
víctimas, por gaiantir a los ciudadanos siquiera el
hogar tranquilo e inviolable, la libertad personal, el
derecho de vivir en la patria, condenados a recomen-
zar la tarea de propaganda y de acción, pues insen-
sato sería suponer que la violencia y el terror tendrán
la virtud de avasallarlo todo
Por mi parte, declaro que jamás mis esfuer20S en
la prensa convergieron a otro objeto, y que sólo una
reacción llevada hasta ese extremo criminal, podría
retemplar mi espíritu y prestarme aliento para reco-
menzar una jornada en que he dejado en pedazos
el corazón, y en que he visto alguna vez desconocida
hasta la sinceridad de mis patrióticos propósitos.
Las luchas de parado y de círculo, de buenos o
de malos gobiernos no me encontrarán ya en las
primeras filas, pero las luchas en que se encuentren
comprometidas las libertades publicas y las garantías
individuales, imponen a los ciudadanos deberes de
que yo no desertaré jamás,
[33}
5
AGUSTIN DE VEDIA
# # «
Desde luego, nos fue sobremanera agradable encon-
trarnos todos reunidos, y ia verdad sea dicha, en una
pieza que para prisión de Estado podía decirse con-
fortable Era espaciosa y estaba aseada, lo que no ha
sucedido siempre que idénticas arbitrariedades han
llevado a otros ciudadanos a la cárcel
¡Ojalá pudiera en la oportunidad debida decir
otro tanto de la bodega en que vamos haciendo la
travesía del Océano 1
Pero luego que pudimos reflexionar sobre nuestra
situación, aquella circunstancia que tan grata fue a
nuestra inclinación natural a la sociabilidad nos
pareció de siniestro augurio
Sí se nos hubiese de someter a juicio como en
cualquier caso correspondería, nos dijimos, no se nos
permitiría la comunicación, al menos mientras no se
nos tomasen las primeras declaraciones, y todo lo
que no fuese seguirse el camino recto, el trazado por
las leyes fundamentales del país, que en esa materia
no son sino la expresión de ios principios umversal-
mente reconocidos, importaba someternos al imperio
de la arbitrariedad
La arbitrariedad en materia de derechos indivi-
duales, de libertad personal, de garantías para la
inocencia, de merecida represión para el crimen, es
el mayor de los atentados que puede cometerse y el
régimen más irritante que puede infligirse a los
ciudadanos de un pueblo libre
Pensamos, pues, y en ello hacíamos demasiado
honor a los hombres del gobierno, que, como en
otras ocasiones, se nos mantendría en prisión por
algunos días, tal vez por un mes y un día se nos
{34Í
LA DEPORTACION A LA HABANA
pondría en libertad del mismo modo que se nos
había reducido a prisión, pero lo que no nos imagi-
nábamos era que mientras así discurríamos, el Go-
bierno buscaba un buque que llevara bandera orien-
tal, cualesquiera que fuesen sus condiciones, para
apoderarse de él, a título del precepto constitucional
que autoriza la expropiación de la propiedad particu-
lar por causa de utilidad pública, colocaría a su bordo
fuem armada y prolongaría nuestra prisión en el
Océano, a toda clase de riesgos de vida, con aban-
dono y ruma de nuestros intereses y con cargo de
arrojarnos un día en las inhospitalarias playas de la
Isla de Cuba
Así estaba, sin embargo, decretado, por más que
nosotros lo ignorásemos, y como lo ignorábamos, no
dábamos toda su importancia al suceso inesperado
que nos reunía en el Cabildo, y nos obligaba a pasar
algunas horas de agradable y amena sociedad
Así transcurrieron, en efecto, las primeras horas
de la noche, y en cuanto a mí declaro que, a no
turbar de vez en cuando en mi espíritu, el recuerdo
de un hijo idolatrado como todos los hijos, que
reclamaba a todas horas mis paternales cuidados,
habría pasado una noche agradabilísima Nuestra
propia solicitud nos había proporcionado una ligera
comida del Hotel Haune, y la solicitud de nuestras
familias nos había provisto de catres y colchones.
Las doce de la noche nos sorprendió en conversación
íntima y cordial, recorriendo todos los tópicos que
más o menos directamente se relacionaban con nues-
tra situación del momento.
Recién a esa hora se trató de arreglar las camas
y como se nos había puesto en posesión de la capi-
lla, hubo espacio suficiente para que todos nos aco-
£35}
AGUSTIN DE VEDIA
modasemos, sólo dos o tres de nuestros compañeros,
que fueron aprehendidos en altas hor^s de la noche,
carecieron de camas pero recibieron hospitalidad
generosa de los que estaban más habilitados
Aquello mismo nos parecía accidental, porque, a
la verdad no sospechábamos que nos estaba reservado
dormir durante dos o tres meses en cama redonda
Si por la tranquilidad de nuestro sueño hubiese
de juzgarse la tranquilidad de nuestras conciencias
con respecto a la prisión a que estábamos sometidos,
cualquiera de los preclaros ciudadanos del Gobierno
que hubiese velado a la cabecera de nuestras camas,
habría quedado persuadido de que, aún conocién-
doles, nada temíamos, porque teníamos la seguridad
de que se encontrarían en el vacío toda vez que
quisieran dar forma legal al acto que habían per-
petrado
Así que amaneció el día, los torrentes de luz que
entraban a nuestras habitaciones por puertas y ven-
tanas, abiertas de par en par, nos despertaron y nos
invitaron a ponernos en movimiento
Sucesivamente nos fuimos levantando, pagando
cada cual más o menos tributo a sus hábitos pere-
zosos, y hecha la toilette sin más auxilio que una
sola palangana y algunos baldes de agua, volvimos
a renovar nuestras conversaciones de la víspera, reca-
yendo éstas principalmente sobre la presencia entre
nosotros del Sr D Juan Pedro Caravia, a quien nos
empeñábamos en convencer de que a su respecto se
había padecido, sin duda, una equivocación, lo que
tenía a la verdad mucho de sinceridad, pero también
algo de epigramático
A las ocho de la mañana, el Sr. Juan Ramón
Gómez aumentó nuestra reunión
136)
LA DEPORTACION A LA HABANA
La prisión del Sr Gómez nos causó verdadera
sorpresa, pues, a discurrir con lógica, debía suponerse
que todo el cabildo sería pequeño para contener a los
presos políticos.
Comprendo que al practicar el Gobierno las pri-
siones del 24 de Febreio, no ha procedido por datos
positivos, ni se ha trazado una regla invariable de
conducta, pero unas prisiones son más explicables
que otras
Se concibe que el gobierno destierre a Julio Herrera
y Obes, periodista indomable, tan profundo en las
discusiones científicas, como hábil y terrible en el
epigrama, a Agustín de Vedia, a quien los sucesos,
sus propios talentos y sus propias virtudes imponían
el deber de ocupar el puesto que dejó vacante en la
prensa nacional la muerte del malogrado Lavandeira,
a Flores y Dupont, que al frente de l Xa Idea" se
habían mostrado de los más valerosos y perseverantes
opositores de las ideas que se hicieron gobierno con
Várela y Bustamante, con Tezanos y Latorre, se con-
ciben también los demás destierros de partidarios
decididos, de jóvenes exaltados, pero no se concibe
ni se explica el destierro de D Juan R Gómez,
que ni por sus antecedentes, ni por su edad, ni por
su posición social, ni por su carácter, ni por sus ideas
moderadas, puede suponérsele ni una amenaza, ni un
peligro para una situación cualquiera
No quiere esto decir que no reconozca yo que el
señor Gómez tenga opiniones definidas y haya conde-
nado enérgicamente los sucesos del 14 y 15 de Enero,
pero en el caso del Sr Gómez se encuentran algunos
centenares de ciudadanos, todo lo que el país tiene
de más ilustrado, de mas honorable y de mejor
conceptuado.
[37}
AGUSTIN DE VEDIA
No habíamos concluido de interrogar al Sr Gómez
sobre su prisión y de hacer los comentarios a que se
prestaba, cuando se nos presentó en la puerta el
Comisario de Ordenes D Máximo Blanco
Me ocupaba yo a la sazón de preparar el escrito
que había ofrecido al señor D Carlos Navia, en el
sentido de prevenir la declaración de quiebra de su
Banco y de provocar el juicio de moratoria autori-
zado por el Código de Comercio
El Sr Blanco pidió hablar particularmente con-
migo, y habiéndome apartado con él en dirección a
la puerta, empezó por decirme que tenía algo des-
agradable que comunicarme a mí y a mis compañeros
Confieso que todo lo inimaginablemente malo
cruzó por mi mente en ese momento, y que necesité
dominarme para no manifestar mis impresiones al
emisario que con tal exordio se me insinuaba
"A todo estamos preparados, le contesté, diga Ud
lo que ocurre",
'Tengo orden del Sr Jefe, me dijo, entonces, de
"comunicar a Uds que dentro de dos horas deben
" ser embarcados para la Habana y que en ese con-
cepto quedan Uds autorizados para comunicar lo
"que deseen a sus familias y amigos por escrito,
"pues, por lo demás no Ies será permitido comuni-
car personalmente con nadie. — Tenga Ud la
"bondad, agregó, de instruir a sus compañeros de
"esta resolución".
El señor Blanco se retiró, y yo dije en alta voz
y sin rodeos a mis compañeros, el mensaje que
acababa de transmitirme el emisario oficial del Jefe
Político
Pintar sería como querer, en el propósito de pre-
sentar a mis amigos animados de una entereza
{38}
LA DEPORTACION A LA HABANA
estúpida, decir que no produjo esta noticia una honda
impresión en el ánimo de todos y de cada uno.
Un viaje de ese género, oo se realiza de improviso
y de una manera tan violenta, sm que se produzcan
en la vida de un ciudadano, vinculado a su país por
intereses y negocios relativamente de consideración,
perturbaciones de tal naturaleza que determinan en
muchos casos una ruma completa o la anulación de
tin porvenir lisonjero, conquistado a fuerza de labo-
riosidad y de constancia, y si se trata de un ciudadano
que pide al trabajo diario la subsistencia de su fami-
lia, entonces la iniquidad se presenta de relieve
Si a esto se agrega el sentimiento místico de la
patria y el culto tiernísimo de la familia abando-
nada, se comprenderá que había por qué sentirse
conmovido en presencia de la situación que acababa
de dibujarse a nuestros ojos.
Patria, hogar, propiedad, todo era conculcado en
aquella inicua resolución.
La reacción no se hizo sin embargo esperar
Hombres de dignidad y de honor, acostumbrados
a jugar todos esos sagrados intereses en las luchas
políticas, comprendimos que se trataba de una emer-
gencia de lucha injusta y desigual que veníamos
sosteniendo desde años atrás, y sólo pensamos en
comunicar la resolución notificada, a nuestras fami-
lias, llevando a sus almas afligidas algunas palabras
de consuelo, y en tomar aquellas resoluciones más
imprescindibles, visto que sólo se nos concedía dos
horas de plazo
Se nos dio papel, algunas plumas y algunos lápi-
ces y todos nos disputábamos en ser los primeros
en comunicar nuestras últimas disposiciones con las
reservas necesarias, por cuanto debíamos entregar
[39}
AGUSTIN DE VEDIA
abiertas nuestras cartas que sufrían una fiscalización
severa en el despacha del Jefe Político, verificándose
otro tanto con las contestaciones que recibíamos
Poco después empezaron a llegar nuestros equipa-
jes, algunas cantidades de dinero y algunos obsequios
de nuestras familias y amigos, cigarros, vinos, etc
En previsión de que en todo el día no se nos
diese de comer si nos embarcábamos sin almorzar,
pedimos almuerzo y almorzamos bien, no sin que
antes hubiese yo, por mi parte, concluido y remitido
al Sr. Navia el escrito que en cualqutef caso había
quedado en prepararle.
Esto dio lugar a que se dijese por algunos de mis
compañeros que sucumbía yo al pie del cañón o
quemaba el último cartucho en poder ya del enemigo
Pasaban, entre tanto, las dos horas que se nos
había dado de plazo y no se ejecutaba la resolución
anunciada
No sin razón se ha dicho que la esperanza es lo
último que se pierde Aquel aplazamiento empezaba
a parecemos de feliz augurio
Resoluciones tan violentas, tan extrañas, tan crue-
les, nos decíamos, no se ejecutan si entre la pasión
o el sentimiento de odio que las dicta y su ejecución
hay cabida para la reflexión, aún para la reflexión
supeditada por un cálculo de intereses bastardos y
egoístas
Las horas transcurrían, entre tanto, en un activo
cambio de cartas que se sucedían sin interrupción de
un momento y que tenían al oficial de guardia y al
capitán de campo en una agitación constante, sin que
por eso, la verdad sea dicha siempre, dejaran de
manifestar la mejor voluntad y la mayor deferencia
[40]
LA DEPORTACION A LA HABANA
a nuestro respecto en todo lo que les era permitido
según sus instrucciones
A las tres de la tarde, el oficial de guardia pidió
al Sr Caravia que lo acompañara al despacho del
Jefe Político y no volvió más Una hora después el
Sr Caravia escribía al señor de Vedia ofreciendo sus
servicios a él y a sus compañeros, lo que nos confirmó
ea la idea que nos formamos desde un principio, de
que ese ciudadano había sido restituido a la libertad
En algún diario que me cayó a la mano en el
puerto de Maldonado, he visto que se atribuye la
libertad del Sr, Caravia a su calidad de Senador
En esto hay un gravísimo error
La Constitución no ha consagrado la impunidad
del crimen
Si el Sr. Caravia había incurrido en un delito
gravísimo, como lo ha dicho el gobierno de Monte-
video en documentos oficiales, el Sr Caravia era tan
justiciable como cualquier otro ciudadano, y todo se
resolvía en una cuestión de forma, esto es, dirigirse
al Senado pidiendo el desafuero del Senador com-
plicado en una conspiración de puñal y veneno, ya
que ese carácter ha atribuido el gobierno de Tezanos
a la conspiración, en que finge creernos complicados
Las inmunidades reales, positivas, sagradas, invio-
lables, para todo gobierno que no sea un ultraje a
las instituciones, son las que se refieren a la perso-
nalidad del hombre en sí, con prescindencia de
la postetón que accidentalmente ocupa — v aun de su
calidad de ciudadano, las inmunidades que hacen al
hombre inviolable en su hogar y en su libertad
personal, puesta bajo la égida protectora de la ley
"Desde que un hombre, o un gobierno, dice Labou-
" laye, es dueño de aprehender a quien bien le parez-
[41}
AGUSTIN VE VEDIA
"ca, por medida de policía, por causa de utilidad
,f publica o de segundad general, grandes palabras
" que no tienen mas objeto que ocultar las flagrantes
" violaciones del derecho común, se cae bajo el impe-
tl no de la arbitrariedad — ¿Qué importa la sabiduría
" y la moderación de un Ministro si él puede en todo
"momento disponer de nuestra persona?"
La libertad no es solamente un hecho sino un
derecho. No es libre un hombre cuando debe su
libertad a la gracia y liberalidad de otro hombre
Nuestra constitución tan calumniada está calcada
en esos principios inmutables, — Según ella, en las
soluciones ordinarias, sólo un magistrado del orden
judicial puede autorizar la prisión, no ya de un
ciudadano, sino de un simple habitante del Estado,
salvo el caso de ínfraganti delito, y en el caso extra-
ordinario de conmoción interior y de ataque exterior,
sólo se hace excepción a este principio en favor del
Presidente de la República, al solo efecto de la apre-
hensión del supuesto delincuente, que debe ser pasado
a su Juez competente dentro de 24 horas
También a este respecto, cediendo a la única
preocupación de mi vida de hombre público, tuve el
honor de presentar a la Legislatura derribada el
14 de Enero a que pertenecí, un proyecto, que se
convirtió en Ley, reglamentando los artículos cons-
titucionales que consagran el principio de la libertad
personal en la forma referida En esa ley, que sus-
cribieron como Diputados dos de los actuales Minis-
tros — burlándose tal vez de la candidez con que
creíamos, mis amigos y yo, que las leyes pondrían
freno al desborde de las pasiones de ciertas entidades
rebeladas contra toda noción de derecho y de justi-
cia — , en esa ley, decía, se fulminan penas contra
[42]
LA DEPORTACION A LA HABANA
los agentes de la autoridad policial que se permitan
aprehender a ningún habitante de la República, salvo
el caso de infraganti delito, o de excepción consig-
nados en los artículos 81 y 143 de la Constitución,
sin proceder en virtud de orden escrita de un Magis-
trado del orden judicial.
Y si esto es así tratándose de un simple arresto,
¿cuál no sera la gravedad del atentado que se comete
al imponer penas a los habitantes o ciudadanos de
la República que no sea el resultado de un juicio
regular y de una sentencia regularmente pronunciada *
Mal, muy mal discurren, pues, los que se figuran
que el atentado sería mayor, porque entre los depor-
tados de la barca Putg se encontrara uno o más
Senadores
Las inmunidades de un Senador son disposiciones
de convención que pueden ampliarse o suprimirse sin
que sufra menoscabo la justicia absoluta, mientras que
los derechos del hombre, propios de su naturaleza e
inherentes a su personalidad, son anteriores y supe-
riores a toda convención de los hombres y no pue-
den menoscabarse en lo más mínimo sin subvertir
la base natural de toda organización social
Volviendo pues, ai Sr Caravia, séame permitido
creer que no es su calidad de Senador sino la calidad
del Senador, lo que le mereció ser puesto en libertad,
a pesar de suponérsele partícipe en el crimen que se
nos ha imputado
El señor Caravia dio testimonio, con motivo de los
sucesos del 14 y 15 de Enero, de una flexibilidad de
carácter tan inapreciable para los partidarios del
régimen de la arbitrariedad, que no podía dejar
de tenerse en cuenta por los hombres del nuevo
Gobierno»
Í431
AGUSTIN DE VEDIA
Esa es, dicha sin ambajes y en mi humilde opinión,
la explicación que tiene la libertad que a última hora
se concedió al Senador Caravia — de lo que por otra
parte hemos tenido ocasión de felicitarnos más de
una vez al gozar de las delicias de esta imponderable
barca Putg
Eliminado de ese modo el señor Caravia, quedamos
reducidos los presos de Estado a quince, y pudiera
decirse a catorce y medio si hubiéramos de juzgar la
personalidad de Anselmo Dupont, por su extremada
juventud v no por las pruebas que tiene dadas de
una inteligencia vigorosa, de juicio recto y de carác-
ter elevado.
A las cuatro de la tarde nos notifico el Capitán
de Campo que no se nos embarcaría hasta la noche,
y que por consiguiente podíamos prepararnos a comer,
La duahdad de nuestra naturaleza, que con tanta
verdad hace notar de Maistre en todas y cada una
de las situaciones de la vida y en todos los estados
del alma, nos imponía su lev en aquellos angus-
tiosos momentos,
La parte animal de nuestra mísera naturaleza
encontró aceptable la indicación del Capitán de
Campo, y su indicación fue al punto aceptada
Se le suplicó que pidiese al Hotel Haune comida
para quince presos de Estado, que tratándose de
comer, debe querer decir algo como presos de calidad,
esto es, presos que comen bien porque pagan lo que
comen
Cualquiera que hubiese asistido a nuestra comida,
sin conocer nuestra verdadera situación, hubiese estado
muy lejos de pensar que tan graves preocupaciones
y tan hondas penas afligían nuestro espíritu
[44]
LA DEPORTACION A LA HABANA
Se nos había colocado una larga mesa en la capilla
y a su alrededor habíamos tomado todos asiento, ni
más ni menos que st festejáramos en íntima y alegre
compañía una solemnidad patria
Nada mas prosaico que el acto material de satis-
facer las exigencias del estómago, y entre tanto la
hora de la mesa es la que mejor dispone a la expan-
sión de los sentimientos elevados, al olvido de todos
los dolores y a la cordial simpatía entre los que liban
conjuntamente una copa de vino generoso
Tres cuartos de hora transcurrieron en un olvido
completo de nuestra situación real, en un cambio
recíproco de ideas elevadas, de chistes y de epigramas,
que se traducían generalmente en fulminantes ana-
temas contra los ambiciosos y los reprobos que escar-
necen cuanto hay de más sagrado para el hombre,
_ en aras de sus pasiones menguadas y de sus ambi-
ciones sin freno
De súbito, sin embargo, aquella escena cambió
totalmente
El oficial de guardia acababa de entrar y había
repartido pequeñas esquelas abiertas a la mayor parte
de los que tomábamos asiento en la mesa
Reinó un momento de silencio, y luego sucedió
una escena muda que revelaba la conmoción y enter-
necimiento en todos los semblantes
El que no había recorrido las líneas trazadas entre
lágrimas por la mano venerada de una madre, había
recorrido las que trazara la mano amada de una
esposa, de una mujer querida o de una tiernísima
hermana
Yo levanté la vista después de haber leído las
que me venían dirigidas y pude comprender que idén-
ticas impresiones nos dominaban y que no eran sólo
[45]
AGUSTIN DE VEDIA
mis ojos los que se arrasaban en lágrimas Yo no
sé lo que mis compañeros habían recibido.
Yo había leído estas cortas pero expresivas líneas
"Se despide de su hijo idolatrado con toda la efusión
n de su alma — una madre desolada"
Verdad es que mi madre ha sido para mí en todo
tiempo, algo mas alto que un sentimiento filial, y
algo más puro que una pasión — un culto, una reli-
gión, un ideal.
Dios sabe por qué
* * «
Había consagrado el día de ayer a escribir un
capítulo que concluyese con nuestra instalación abordo
de la barca Pmg, pero la tormenta que se armó
a eso de las 4 de la tarde cruzó mis planes y me
obligó a terminar en el momento en que, vueltos
en nosotros mismos y apercibidos de la realidad de
nuestra situación nos levantábamos de la mesa para
entregarnos a nuestras cavilaciones íntimas
Bueno es entre tanto que se sepa para alcanzar
la benevolencia de los que algún día lean estas líneas
que escribo a cortos intervalos en momentos en que
un mareo casi constante me lo permite, tirado en
cualquier parte de la cubierta del buque donde acci-
dentalmente no llegan los olores nauseabundos que
nos rodean pues no han alcanzado mis fuerzas todavía
hasta permitirme conciliar la posición vertical.
No hacía un cuarto de hora que nos habíamos
levantado de la mesa cuando oímos de improviso el
grito de ¡a las armas f en el patio del Cabildo, donde
estaba formado con las armas en pabellón el batallón
£46]
LA DEPORTACION A LA HABANA
P de Cazadores, grito que repercutió en las diversas
guardias y que nosotros escuchábamos más distinta-
mente en la que hacía nuestia custodia
Durante algunos momentos no se escuchó más que
el ruido de las armas y el correr de los soldados y
oficiales para ocupar respectivamente sus puestos,
fotmando el todo un conjunto de agitación y de
alarma, que, ¿por qué ocultarlo?, repercutió de una
manera siniestra en nuestros corazones
Ignorábamos cuál era el origen de aquella agi-
tación, de aquel tumulto, de aquella alarma, pero
comprendimos instintivamente que cualquier conflicto
que se produjese, fuese cual fuese su origen y ten-
dencias, pondría en peligro nuestras vidas, pues por
corta providencia tratarían de asegurarnos o de
quitarnos del medio, como vulgarmente se dice
Y cuando eso no fuese, bastaría la perversa volun-
tad de uno de esos tantos malvados, que se cobijan
bajo una bandera de partido, o que se asocian a toda
situación turbulenta a fin de saciar sus instintos
depravados, para perpetrar un guet-á-pens con nuestras
indefensas individualidades a favor del conflicto que
veíamos producirse
Nuestra custodia la hacía una veintena de hombres
del batallón Urbano, apostados sobre el corredor
inmediato a la pieza y capilla en que nosotros nos
encontrábamos
Esta guardia se formó inmediatamente, pero igno-
rando tal vez de dónde procedía el conflicto, nos
daba el frente y nos abocaba los fusiles
Yo escribía en esos momentos algunas líneas para
publicarse, que conseguí remitir, y que desearía que
[47 3
AGUSTIN DE VEDIA
hubiesen visto la luz pública, 9 y cuando salí al
corredor encontré a todos los compañeros agrupados,
en visible agitación y sobresalto
"Señores, decía en ese momento Fortunato Flores,
si es necesario venderemos caro nuestras vidas" y
luego agregó, dirigiéndose al alférez que mandaba
la guardia, con la energía de un hombre resuelto y
con el imperio de quien está habituado a mandar
soldados y verse obedecido, "señor oficial, Ud es res-
ponsable de nuestras vidas, guarde esa escalera en
vez de abocarnos los fusiles", y fuese que la justicia
de la observación del coronel Flores sublevase el
sentimiento del pundonor y del deber en el joven
oficial, o fuese que una actitud enérgica impone
siempre, aun partiendo de un hombre desarmado
e impotente, el caso es que el oficial asintió a las
indicaciones que se le hacían, haciendo dar frente
a sus soldados hacia el patio, que era de donde venían
la agitación, el tumulto y la alarma
Afortunadamente, según hemos sabido después,
todo aquel tumulto y toda aquella alarma, teman por
origen un uro de revólver, disparado involuntaria-
mente en alguna confitería de la plaza, que en el
estado de excitación de los ánimos y más que de
excitación de estupor, había producido una corrida
o desbando de curiosos
Este movimiento había tenido su repercusión en el
Cabildo y a su vez había llegado hasta nosotros en
la forma que acabo de referir
En épocas en que los jefes de batallón hacen
gobiernos y en que los ciudadanos pueden ser depor-
0 Estas lineas, a que se refiere el Dr Ramírez, cayeron en poder
tkl gobierno motna-ido la pru»ion y destierro de la persona a quien
iban dirigidas o recomendadas
{48]
LA DEPORTACION A LA HABANA
tados a la Habana, sin forma de juicio ni sentencia
legal, no es de espíritus timoratos ni visionarios, sino
de hombres discretos sospechar que, a favor de un
conflicto o tumulto popular, se les pueda bayonetear
cobardemente
Decir que no cruzó esa idea por todos y cada uno
de nosotros, sería faltar a la verdad
Julio Herrera, que, puede decirlo sin temor de que
se le acuse de pusilanimidad o cobardía decía con
toda ingenuidad inmediatamente después del suceso
que "él acababa de saber lo que se sentía en el
corazón al prepararse a recibir la muerte"
Verdad es que Julio Herrera se había quedado dor-
mido y se despertó en medio del tumulto Las voces
airadas de mando, el ruido de las armas, las carreras
en todas direcciones, las palabras de Flores y nuestra
misma actitud, todo esto, presentándose de improviso
a su imaginación sorprendida y sobresaltada, nos decía,
le produjo el convencimiento de que nos bayone-
teaban a nosotros y de que su turno le buscaba
implacablemente*
Como sucede en estos casos, la alarma fue disipán-
dose gradualmente, y en algunos minutos todo volvió
a su quicio
Sólo nosotros perdimos el derecho de sentarnos en
el corredor a tomar el fresco, como lo hacíamos,
pues en seguida de este suceso se nos obligó a entrar
y se nos prohibió volver a salir
Confieso que después de este incidente y puesto
que estaba resuelto que habíamos de ir a la Habana,
empezamos a desear que cuanto antes se nos colo-
case a bordo del buque que debía llevarnos a aquel
destino.
t49]
6
AGUSTIN DE VJEDIA
Pero, ni en esto siquiera fuimos complacidos por
el momento, pues cuando esperábamos la orden de
marchar, se nos presentó el Capitán de Campo y
nos manifestó que podíamos mandar buscar camas
(las de la noche anterior habían sido ya embarcadas)
porque no se nos embarcaría hasta el día siguiente
por la mañana
Estuvimos tristes y cavilosos el resto de la noche
y nos acostamos temprano, sospechando que antes de
amanecer el día se verificaría nuestro embarque.
En efecto, a las 3 ó 3 V2 de la mañana, el Capitán
de Campo vino a despertarnos y nos dijo que nos
vistiésemos y preparáremos, que inmediatamente
íbamos a marchar.
Como era natural, obedecimos la consigna y die2
minutos después todos estábamos a la orden, con
nuestros pequeños atados debajo del brazo, incluso
D Juan R Gómez y D Juan José de Herrera con
toda su gravedad
Lejos de hacernos esperar, tuvimos que esperar una
media hora larga que se consagraba, sin duda, al
aparato militar con que se quería honrar nuestra
lúgubre partida
Al fin llegó la hora solemne
Un oficial con cuatro soldados se presentó a la
puerta de nuestra prisión y nos ordenó que salié-
semos cuatro presos.
Salieron los que estaban más inmediatos a la
puerta D. Juan Ramón Gómez, D. Agustín de
Vedia, D, Juan José de Herrera y D, Anselmo E.
Dupont,
Momentos después, volvió el oficial y ordenó que
salieran otros cuatro y les tocó su turno a D. Aure-
150]
LA DEPORTACION A LA HABANA
hano Rodrigues Larreta» D. Carlos Gurméndez, D.
Cándido Robido y D, Octavio Ramírez,
La operación se repitió por tercera vez y cuarta
vez, saliendo primero D. Fortunato y D. Eduardo
Flores, D Osvaldo Rodríguez y yo, y por fin los
últimos D Julio Herrera y Obes, D. Segundo y D.
Ricardo Flores.
Referiré el cuadro que sucesivamente fue presen-
tándose a nuestros ojos
Al salir y sobre el corredor, estaba formada la
guardia que nos custodiaba en el patio de la cárcel
formaba una compañía del I o de cazadores, por
delante de la cual pasamos sucesivamente todos los
deportados; en todo el cabildo había iluminación y
gran movimiento, todo lo que vi en confusión a excep-
ción de las personalidades de D Isaac de Tezanos y
D, Gabriel Ríos a quienes percibí distintamente en
el vestíbulo del mismo cabildo .
• ♦ #
Se agolpa la sangre en mi cabeza y bullen mil
pensamientos en mi cerebro al recordar todavía esa
circunstancia característica de la situación que atra-
viesa el país; pero ciertas consideraciones que me
son personales, me han obligado antes de ahora y
me obligan todavía, a encerrarme en un silencio
que me asfixia y que oprime cruelmente mi corazón
Me consuela, sin embargo, la idea de que la con-
ciencia pública suplirá mi silencio
Los cuatro grupos a que he hecho referencia fueron
colocados en cuatro carruajes y cada carruaje era
escoltado por ocho soldados, cuatro de cada lado, y
un cabo, mientras que vanos oficiales a caballo
[51]
AGUSTIN DE VEDIA
recorrían el cortejo y 20 hombres marchaban al frente
del primer carruaje*
El Ministro de la Guerra, que se había situado
frente al último carruaje, dio la voz de marcha en
estos términos "En marcha, al paso, lentamente".
Así emprendimos la marcha, tomando por la calle
del Rincón hasta la de Zabala, por ésta hasta la del
25 de Agosto y por ella hasta la puerta de la Aduana
más inmediata a la Capitanía En la calle del 25 de
Agosto esquina de Colón, estaba apostada una com-
pañía del I o de Cazadores, otra compañía del 5 o
inmediata al portón de la Aduana y desde allí una
fila doble de soldados del mismo batallón nos hacía
calle hasta el muelle, a cuyo costado estaba el pequeño
vapor "Rayo" que nos esperaba Inmediata al muelle
había otra compañía no sé de cuál batallón, y otra
compañía más esperaba en el vaporcito
Subimos al vaporcito y el Ministro de la Guerra,
que se había anticipado a nuestra llegada, acompa-
ñado del Ministro de Gobierno, desde la punta del
muelle dio la orden de largar.
Además de la tropa iban vanos jefes y oficiales
entre los cuales sólo conocí al Mayor o Comandante
D. Máximo Santos y al renombrado Capitán Pereira
que, según entiendo, es hoy Ayudante del Ministro
de la Guerra.
En el momento en que zarpábamos se dibujaban
en el horizonte los primeros albores del día y se
escuchaban los disparos de cañón y las dianas de
los buques de guerra, ofreciendo un contraste dolo-
roso con el estado de nuestra alma el panorama
risueño que la naturaleza ofrecía a nuestros ojos.
En muy pocos momentos estuvimos al costado de
la barca Putg El Comandante Santos nos ordenó
[52]
LA DEPORTACION A LA HABANA
que subiésemos, y subimos, y luego ordenó que des-
cendiésemos por la escotilla de proa a la bodega
y descendimos
La bodega del buque había sido dividida en tres
partes la primera de proa era la que debíamos
ocupar nosotros, la segunda o del centro, debía con-
tener los víveres, y la tercera debía ser ocupada por
la tropa encargada de custodiarnos La parte de la
bodega que nos estaba destinada y a la cual acabá-
bamos de ser introducidos — en presencia del Minis-
tro de la Guerra, que no se contentó con hacernos
los honores desde el muelle — , tiene una extensión
de siete varas por seis y una profundidad de cinco
próximamente.
La encontramos sucia y desprovista absolutamente
de todo, hasta de bancos o sillas en qué sentarnos y
apenas alumbrada por dos cabos de vela.
Después de un par de horas que no pudimos sopor-
tar en pie y que pasamos tendidos en el suelo, nos
bajaron los colchones y, como todo es relativo en
este miserable mundo, nos consideramos felices por
el momento
La historia de la barca Pmg la he visto hecha
con exactitud en La Democracia del 24 ó 25 de
Febrero. Sólo tengo que agregar que a la sazón en
que la ocupó el Gobierno se encontraba en el puerto
sin tripulación y en completo abandono No es posible
imaginar un buque más sucio, ni un velamen más
viejo y descangallado, ni un porrón más desvergonzado
Por lo demás, a estar a todo lo que hemos oído,
su construcción es sólida y tiene buenas condiciones
de movimiento
Durante todo el día ni almorzamos ni comimos,
en ayunas lo hubiéramos pasado todos a no haber
{53}
AGUSTIN DE VEDIA
recibido Julio Herrera algunas conservas con las cuales
los más aplacaron las impertinencias del estómago,
porque yo, por ejemplo, no tomo esos manjares y
me quedé mirando Creo que no fui el único
Llegó la noche y dormimos en cama redonda como
se comprenderá, pues en una extensión de siete varas
por seis, escasamente pueden colocarse quince colcho-
nes, sobre todo si se tiene presente que el suelo for-
maba una superficie cóncava
El Coronel Coumn, que hasta ahora se ha pre-
ocupado sinceramente de hacernos mas llevadera
nuestra situación, había dispuesto que se echase un
poco de madera que hiciera plana la superficie del
suelo y que se construyera una especie de tarima,
donde pudiésemos colocar los colchones
El día siguiente, 27 de Febrero, lo pasamos todavía
en franquía, pues apenas anduvimos algunas cuadras
para salir del puerto
Los carpinteros trabajaron todo el día, y esta cir-
cunstancia nos creaba nuevas incomodidades, pues no
podíamos materialmente revolvernos con maderos,
herramientas, colchones, etc, mientras que el ruido
de los martillazos nos taladraba los oídos y nos aturdía
la cabeza
En cuanto a comer, fuimos más felices que el día
anterior A las 9 se nos bajaron algunas ollas por
medio de un balde y comimos todos con una sola
cuchara y bebimos en un solo vaso, siendo servidos
por vanos marineros de la Capitanía.
No habíamos recibido todavía libros, ni otros
medios de entretenimiento, que después hemos tenido
Encerrados en aquella bodega, sucia y oscura, pesti-
lente y sofocante de calor, las horas nos parecían
eternas.
[54]
LA DEPORTACION A LA HABANA
A las cinco nos dieron de comer, en las mismas
condiciones del almuerzo, y muy temprano de la
noche buscamos refugio en el sueño contra el aburri-
miento y malas impresiones que nos dominaban. Ya
esa noche pudimos colocar algunos colchones en la
tarima, siete compañeros se alojaron en ella, colo-
cando los colchones perfectamente unidos, y los
demás nos arreglamos en catres crimea, que nos
habían remitido al cabildo nuestras familias o amigos.
En la madrugada del 28 levamos anclas y remol-
cados por el vapor nacional "Fe" hicimos rumbo
hacia Maldonado Durante la travesía, que duró dos
días, se nos permitió salir por algunos momentos
sobre cubierta a tomar el aire, pero la mayor parte
del tiempo continuamos encerrados en aquel inmundo
calabozo, con centinela de vista
En la noche del 28 refrescó el viento y la mar
se puso agitada, el movimiento del buque se hizo
bastante sensible y la mayor parte de los compa-
ñeros se marearon atrozmente
Al día siguiente aquella bodega presentaba el
aspecto de un toldo de indios de la pampa de Buenos
Aires — de esos que nos describe Mansilla en sus
Ranqueles — , después de una noche de orgía y liber-
tinaje, y sin embargo, había que resignarse a conti-
nuar respirando aquella atmósfera que no había
medio de corregir ni a favor de los desinfectantes
del Dr Campana, ni de los perfumes de que venían
abarrotados los equipajes de los jóvenes Flores y de
Julio Herrera
Llegamos, sin embargo, con toda felicidad al puerto
de Maldonado, en la madrugada del I o de Marzo
Estábamos todavía en la costa oriental y aun se
anidaba un resto de esperanza en nuestras almas
[55}
AGUSTIN DE VEDIA
Necesitábamos absolutamente tocar en el puerto
de Maldonado y permanecer en él, durante tres
o cuatro días, porque como he dicho anteriormente,
el buque no estaba en estado de seguir viaje
Esta estadía nos sentaba bien porque no ignorá-
bamos que hacían esfuerzos nuestros amigos de Mon-
tevideo, no por cierto para que se nos exonerase de
la pena de destierro que se nos imponía arbitraria-
mente, lo que habría sido indigno, sino para que se
llevase a efecto sin los peligros y mortificaciones
que ofrecía en la barca Putg la travesía del Océano,
y creíamos que mientras nos conservásemos al habla
con Montevideo era posible que se trasmitiese al
Coronel Courtin la orden de trasbordarnos en algún
puerto del Brasil a un paquete de la catrera de New
York o de Burdeos, con tanta más razón cuanto que
estábamos dispuestos, la mayoría al menos, a empeñar
nuestra palabra de honor o dar garantía de que segui-
ríamos en cualquier caso y a todo evento hasta
nuestro destino
Mi amigo y compañero D Juan José de Herrera
hizo conversación de todo esto al Coronel Courtin,
y éste cediendo a los móviles más plausibles, des-
pachó un chasque a Minas para que de allí se diri-
giese un telegrama al Gobierno poco más o menos
en estos términos "Los deportados proponen o soli-
citan ser trasbordados a un paquete de la carrera
de Nueva York, garantiendo convenientemente que
irán a su destino".
Según entiendo, al mismo tiempo, el apreciable
Dr Campana pasaba una nota al Ministro de la
Marina, poniendo en su conocimiento las pésimas
condiciones higiénicas del buque y los peligros que
[56]
LA DEPORTACION A LA HABANA
ofrecía la travesía del Océano hecha en un buque
de tales condiciones
El 4 de Marzo nos hicimos a la vela sin haber
recibido contestación.
Pero volvamos a nuestra permanencia en el puerto
de Maldonado
Así que llegamos, el Coronel Courtin, que ya había
mitigado en gran parte el rigor de las prescripciones
dadas a nuestro respecto en el primer momento, nos
propuso el ir a pasar el día en la isla de Gornti,
con el interés, a la vez, de proporcionarnos alguna
holgura y de quedar en mavor libertad para los
trabajos que debían efectuarse en el buque
Excusado es decir que la proposición fue aceptada,
y no habríamos tenido por qué arrepentimos, a no
haberse confiado su ejecución al joven D Alfredo
Vásquez que tenía investido del cargo de coman-
dante del pequeño vapor "Fe"
A eso de las ocho de la mañana, se nos trasbordó
al expresado vaporcito que debía conducirnos a la
isla y a las ocho y media o nueve estábamos en tierra
El Coronel Courtin nos había dicho que una vez
en la isla, estaríamos en completa libertad, podríamos
pasearla y bañarnos, que nos llevarían velas y palos
para que armásemos una carpa, carne, pan, agua y
leña para que comiésemos
Una vez en tierra por instrucciones del coman-
dante Vásquez, se nos colocó en un pequeño círculo
rodeados de centinelas y de allí no podíamos sepa-
rarnos sino de uno a uno v después de haber impe-
trado licencia del oficial de guardia
Para colmo de desdichas no vinieron los palos
para armar la carpa, ni el agua, ni la leña y hasta
las dos de la tarde lo pasamos a pie firme o tirados
£57 3
AGUSTIN DE VBDIA
sobre el pasto, bajo los rayos de un sol abrasador
y bastante aguijoneados por la sed y el apetito
A las dos de la tarde vino el agua: a fuerza de
ingenio del Coronel Flores, levantamos la carpa con
el auxilio de algunas baquetas de fusil, y a las tres
devoramos un riquísimo asado de carne fresca, no
sin antes habernos dado uno a uno y bajo centinela
de vista, un baño tan confortable como higiénico
después de la reclusión de cuatro días a que habíamos
estado sometidos en la imponderable bodega de la
imponderable barca Putg
El baño y el asado nos hicieron desarrugar el ceño
y volver a nuestra resignada jovialidad Traíamos una
caja de juego que con oportuna previsión me había
mandado Máximo Alvares, y se armaron como por
encanto vanos partidos de malilla, de ajedrez y de
dominó
El sol había entretanto templado sus rayos, nos
favorecía una fresca brisa del Sur y el resto de la
tarde fue agradabilísimo
Nos habríamos resignado de mtl amores a pasar
en aquella isla estéril y solitaria los setenta u ochenta
días en que podía calcularse nuestro viaje a la Habana
en la barca Pmg
A las cinco y media o seis, se dio la señal de
reembarcar vinieron los botes a tomarnos, subimos
al vaporcito, y éste nos trasladó a la barca Puit* que
mirábamos con horror a causa de Ja maldita bodega
Al día siguiente no hubo paseo a la isla, pero en
cambio ya el Coronel Courtm nos permitió pasar
todo el día sobre cubierta, que era cuanto por el
momento colmaba nuestras limitadas aspiraciones
El día 2 lo pasamos, pues, tranquilamente en el
puerto, evocando con tristeza los recuerdos que esta
[58]
LA DEPORTACION A LA HABANA
fecha del 2 de Mano traía a nuestra memoria, ere*
yendo ver en los sucesos del 14 y 15 de Enero las
consecuencias necesarias de aquel motín militar, no
reprimido ni castigado entonces convenientemente
Es grato recordar con ese motivo que mi ilustrado
amigo y ex-colega entonces, el ex-diputado Vedia,
vio claro en esa cuestión, llevada al seno de la Cámara,
y auguró funestas consecuencias que desgraciadamente
se han realizado
En posesión ya de nuestro equipaje, los que habían
tenido la previsión de pedir libros, encontraron los
que respectivamente les pertenecían y todos tuvimos
lectura instructiva y amena con que solazar el espíritu
A Julio Herrera, Vedia, Dupont y Aurehano Rodrí-
guez que tuvieron la previsión de pedirlos, debemos
los deportados, muchas horas de absorción mental
y de completo olvido de las tristes realidades que
nos rodean, horas de verdadero placer, de que yo
a lo menos, no tengo con frecuencia la dicha de
g02ar, porque mi vida siempre ha sido más de acti-
vidad que de contemplación, de borrasca que de
bonanza, no obstante que mis inclinaciones v mis
gustos, por más que otra cosa se haya creído, se
rebelasen contra mi destino
Stuart Mili, Grimke, Hamilton v Madison en el
Federalista, Laboulave, Jouffroy, Simón, reivindi-
cando los derechos del hombre en toda su amplitud
y maiestad, la libertad del pensamiento y la invio-
labilidad de la conciencia, v exponiendo y defen-
diendo los fundamentos inmutables de la organización
social, son lecturas que edifican y confortan, inspi-
rando al mismo tiempo la más profunda aversión
y repugnancia por esos pigmeos, aventureros afor-
tunados, que de vez en cuando se enseñorean de los
C591
AGUSTIN DE VEDIA
desunos de un pueblo a favor de sus debilidades y
sus infortunios y hacen escarnio y ludibrio de cuanto
constituye el culto fervoroso y sincero de las almas
bien templadas.
Además de esos libros de verdaderos estudios polí-
ticos que leemos siempre y que no dejaremos de
admirar jamás, verdaderos compendios de la religión
del derecho, tenemos obras escogidas de historia y
literatura De Maistre, Michelet (Historia de Francia),
Ampére (Historia Romana), Choix de Rapports
(Discursos de los grandes oradores de la Asamblea
Constituyente de 1789), Buckle (Historia de la civi-
lización de Inglaterra), obra monumental, que no
conocíamos, y de la cual Julio Herrera, que se ha
dado tiempo en medio de las luchas políticas, para
satisfacer su voraz afición por la literatura, nos ha
prestado una idea acabada en largas disertaciones
orales.
Pero la obra que ha cuadrado a todos los gustos,
aun a los gustos profanos, que se ha cautivado todas
las simpatías y merecido todas las preferencias, es
una obra del afamado literato Samte-Beuve, quien
bajo el modesto título de Causenes du Lundt con
pequeños capítulos biográficos v críticos que com-
ponen 14 volúmenes, pasa revista a los personajes
históricos de los últimos siglos, exhibiéndolos bajo
sus formas más culminantes, los hombres y las muje-
res célebres de los reinados de Enrique IV, Luis XIV,
Luis XV, la Revolución, el Imperio y la misma época
presente, preferentemente bajo el punto de vista lite-
rario, dándonos una idea perfecta en el conjunto de
su obra tan amena y tan vanada, del esplendor y los
extravíos de cada época, de su gusto literario y de la
misma trabazón de los acontecimientos que, sin fundar
160]
LA DEPORTACION A LA HABANA
definitivamente la forma republicana en Francia,
concluyeron con los reyes de derecho divino»
Recomiendo este libro a los viajeros
* # *
La noche del 2 de Marzo pasó sin novedad Nos
costó un esfuerzo sobrehumano volver a embode-
garnos, pero nos embodegamos, pudiendo apenas con-
ciliar el sueño a intervalos, pues las más hermosas
ratas que haya visto hasta ahora, vivaqueaban con
un descaro digno de la época, sobre nuestras
mismas camas
El 3 de Marzo, por la mañana, se nos llevó nueva-
mente a la isla, directamente desde nuestro buque,
suprimiéndose con gran contento de nuestra parte,
la intervención del vaporcito "Fe".
Esta vez, todo fue previsto a tiempo se armó una
buena carpa, hubo carne, agua, vino y dulce opor-
tunamente, libertad para pasear la isla y bañarnos,
y la verdad es que pasamos un buen día, ya leyendo,
ya conversando, ya jugando a los diversos juegos de
que disponíamos.
A la retirada de la isla, hubo un incidente bas-
tante curioso Desde las tres de la tarde el viento
comenzó a arreciar y el río a picarse marejada,
corriente y viento, todo era contrario a la travesía
que debíamos hacer, de una milla más o menos,
hasta el fondeadero de la barca Putg, no bajando de
cuarenta las personas que debíamos trasportarnos en
dos pequeñas embarcaciones
Más de una hora estuvimos sobre la costa, sin que
fuera posible resolver el embarque las olas embra-
vecidas echaban sobre la playa las embarcaciones que
encallaban y se tumbaban
(61]
AGUSTIN DE VEDIA
Pue necesario llevar las embarcaciones a una ense-
nada inmediata, abrigada del viento, y, aunque allí
conseguimos embarcarnos, nos fue imposible vencer
la corriente.
El sol caía a su ocaso y creíamos ya que tendríamos
que pernoctar en la isla, cuando apareció la falúa
de la capitanía de Maldonado y otro bote más de
a bordo con el piloto Alsina.„
En el primer viaje que efectuó la falúa, en dos
bordadas puso a bordo a tres de nuestros compa-
ñeros D Juan R Gómez, D Carlos Gurméndez
y mi hermano Octavio y además vanos soldados En
el segundo viaje, remolcó la embarcación en que
íbamos los doce presos restantes con un alférez y
diez o doce soldados, mientras que el teniente y el
resto de la tropa consiguieron vencer la corriente
en una de las embarcaciones del buque
Como el viento arreciaba cada vez más y las som-
bras de la noche se cernían sobre el espacio, la falúa
que nos remolcaba tuvo que hacer una larga bordada
y se perdió completamente de vista, ya cuando casi
tocaba costa, en las inmediaciones de la ciudad
El teniente que esto vio, y que sin duda había
tomado a lo seno lo de la conspiración de puñal
y veneno, y nos creía capaces de las más audaces y
romantescas aventuras, se figuró desde ese momento
que habíamos echado al agua los diez o doce soldados
que nos custodiaban y que, dejando en las astas del
toro a los tres compañeros que estaban a bordo,
habíamos tomado las de Villadiego
Es indescriptible la desesperación que se apoderó
de ese señor oficial
Llegó a bordo, fuera de sí, y anegado en lágrimas
refino al Coronel Courtin, lo que para él era algo
C62]
LA DEPORTACION A LA HABANA
que no tenía duda, nuestra fuga, protestando y
jurando que no temía el castigo sino la nota de
traidor.
El Coronel Courtm que sin duda tiene mejor sen-
tido y es más dueño de sí mismo en los trances
solemnes que sus oficiales, manifestó desde luego al
señor teniente que no podía ser lo que le refería y
procuró tranquilizarlo, observándole sobre todo lo
poco circunspecto de su actitud
Sin embargo, la insistencia del oficial, el testi-
monio del piloto, soldados y marineros, y sobre todo
el peso de la responsabilidad que el Coronel Courtin
veía desplomarse sobre su personalidad, ejercieron tal
presión sobre su ánimo que concluyó por alarmarse
seriamente y, ordenando que se preparase un bote,
se lanzó en él personalmente
Entretanto, la agitación y la alarma tenían sus
manifestaciones a bordo, se armó la guardia, se
tomaron posiciones y hasta el bueno del capitán del
buque apareció sobre la toldilla de la cámara de
popa, armado de un sable corvo que, a juzgar por
sus apariencias, debió pertenecer a algún capitán de
Zumalacárregui
Nuestro capitán tiene todos los aires de un carlista
rebajado a lo menos, puede asegurarse que no padece
achaques de liberalismo, sea dicho todo esto entre
paréntesis Claro es que un accidente de esta clase no
podría producirse sin que nuestros compañeros Gómez,
Gurméndez y Octavio sintiesen las consecuencias.
No les arriendo las dulzuras del viaje, si la fábula
de nuestra fuga hubiera sido cierta
Por corta providencia se les hizo bajar precipitada-
mente a la bodega y volvió a colocárseles bajo centi-
nela de vista.
£63]
AGUSTIN DE VEDIA
Afortunadamente, la alarma no podía durar mucho
tiempo, no se había separado muchas varas del
buque el bote del Coronel Courtm, cuando nosotros
atracábamos sin sospechar ni remotamente lo que
ocurría a bordo
La aventura nos hizo reír, pero no extinguió el
germen de las desconfiabas como se verá, si me es
dado continuar esta correspondencia.
El Coronel Courtm, sm embargo, ha debido tener
absoluta confianza en nuestra lealtad
La sublevación o la fuga, ha sido siempre abso-
lutamente imposible para nosotros, materialmente
imposible primero, y moralmente imposible después
No quiero discutir ahora si el Coronel Courtm
debió o no aceptar la comisión que lleva a bordo
de este buque Conocidas mis opiniones, es fácil ima-
ginar cómo opinaría en este caso. Pero la verdad
es, que aceptada esta comisión, 00 podía dejar de
desempeñarla con fidelidad.
Al Coronel Courtm se le presentaban dos caminos
o fiaba al rigor de las medidas del caso la seguridad
de los presos que le habían sido confiados o se entre-
gaba absolutamente y sm reserva a la lealtad de los
presos. En el primer caso, es evidente que quince
ciudadanos completamente desarmados y severamente
custodiados no podían ofrecer peligro de ningún
género, desde que se disponía para su custodia de
una guardia de 25 soldados armados
Sumergidos en la bodega, como se nos trajo los
primeros días y con centinelas de vista sobre la esco-
tilla, eran suficientes cuatro hombres armados no ya
de fusil sino simplemente de garrotes, para sujetarnos
en nuestra lóbrega cueva.
{641
LA DEPORTACION A LA HABANA
En la primera hipótesis, pues, había imposibilidad
material de fugar o dominar el buque.
Pero el Coronel Courtin prefirió lo segundo, pre-
firió confiar en nuestra lealtad a ser nuestro verdugo
Ya se ha verificado el caso en más de una noche
de abrumante calor, de que mientras la tropa y la
tripulación dormían, sin más excepción que un centi-
nela a proa, una imaginaria y tres o cuatro marineros
de servicio con el capitán, nosotros conversábamos
o dormitábamos a media noche sobre cubierta, allí
sobre las armas mismas, depositadas en la cámara
de popa Noblesse obhge.
Desde que el Coronel Courtin asumió esa actitud,
estuvo más seguro que nunca, y si es capaz de com-
prender lo que hombres de nuestro carácter y de
nuestros principios y de nuestra educación, nos debe-
mos a nosotros mismos, no ha debido tener a nuestro
respecto alarmas ni sospechas de ningún género
Bien pudiera haber sucedido que un cúmulo de
circunstancias imprevistas y casuales, nos hubiesen
presentado la oportunidad de conseguir nuestra eva-
sión o de establecer nuestro predominio a bordo, sin
un solo esfuerzo, sin correr un solo peligro, ni
exponer una sola vida, y sin embargo habríamos
tenido la bastante virtud para no aceptar la libertad
en cambio de un acto de la más negra perfidia,
Tampoco entraban en nuestros propósitos las solu-
ciones violentas, y por lo contrario estuvimos siempre
resignados a ver consumada la arbitrariedad y el
atentado en toda la plenitud de barbarie y de des-
vergüenza imaginada por los hombres del Gobierno
de Montevideo.
[<S5]
7
AGUSTIN DE VEDI A
Quieren que vayamos a la Habana y a la Habana
iremos, siempre que la omnipotente volunnd de los
elementos lo permita.
III
"Quieren que vayamos a la Habana, decía el
Dr. Ramírez, al terminar su correspondencia, y a la
Habana iremos, si otra cosa no disponen los elemen-
tos", Pero, a la verdad que apenas podía concebir
nuestra mente la consumación de un hecho seme-
jante Apenas podíamos concebirlo, aun como pro-
ducto de todas las pasiones innobles que suelen fer-
mentar en el corazón humano
Apoderarse de la noche a la mañana de un número
crecido de ciudadanos, explotando el mismo aban-
dono y la confianza de los que no tenían razón para
temer la persecución de las autoridades de hecho,
a menos que ella se basara en la conciencia íntima
de los ciudadanos; arrancarlos así violentamente a sus
hogares, a sus medios de trabajo y de subsistencia,
a sus compromisos de honra, sepultarlos en el fondo
de un barco ruin, y lanzarlos, a través de los mares,
a dos mil leguas de la tierra natal, en las playas
insalubres y pestíferas de Cuba, era todo un conjunto
de medidas tan abominables y estupendas, que, en
nuestro criterio, supeditaba a todo lo que pueden
sugerir los odios envenenados y el delirio vertiginoso
del crimen
Sin embargo, era necesario empezar a creer lo que
había empezado a tener ejecución, a despecho de
todas las protestas, de todas las reclamaciones, de la
{66}
LA DEPORTACION A LA HABANA
honda indignación publica. ¡Cuántas impresiones
embargaban entonces, el alma de los deportados 1
Menos que nada, sentíamos el golpe que individual-
mente nos hería, la invocación tiernísima de la
familia huérfana, presentaba a nuestra alma la imagen
de las verdaderas víctimas del atentado brutal Y
cuando elevábamos el pensamiento, y nos deteníamos
en el presente y en el porvenir de la patria — jqué
amargas reflexiones invadían nuestro espíritu! jCómo
se contaba con la postración y enervamiento de la
opinión, con la decadencia del espíritu público,
cuando así, la iniquidad triunfante lanzaba su impú-
dico desafío a la sociedad, atropellando las más
sagradas prerrogativas del ciudadano y vilipendiando
todo sentimiento de humanidad, toda noción de jus-
ticia! Iniciábase así el régimen del terror, y creíase
gobernar por medio de la violencia al pueblo que
tantas veces había sabido trozar sus cadenas, acredi-
tando, con una historia viva, cuan efímero es en su
suelo el reinado de los opresores.
Las pasiones desenfrenadas que bullían en el alma
de Tezanos, dictador de hecho en la República, por
obra de las bayonetas militares, no se saciaban con
un atentado común, semejante a los que llenan la
historia de los tiranuelos vulgares. Buscaba una com-
binación propia de su índole, y una ve2 encontrada,
no había medios que le detuvieran en su inhumana
ejecución
Condenar a los ciudadanos al destierro, habría sido
ya infligirles una pena cruel, y si, en efecto, hubieran
sido conspiradores, un medio efica2 de destruir la
conspiración Pero, era necesario buscar un procedi-
miento, simple en apariencia, pero en realidad com-
plejo, que encerrara en sí diversos elementos conju-
[67]
AGUSTIN DE VEDI A
rados contra las víctimas del dictador sediento de
venganza Así el concusionario del I o de Marzo con-
sumaría toda su venganza, sm necesidad de apelar
directamente al arma de los asesinos vulgares.
En la deportación a la Habana, Tezanos halló lo
que buscaba Los elementos que llamaba en su favor,
eran diversos, en efecto, la tropa de mercenarios,
a cuya custodia nos abandonaba, el mar y los vientos
que habían de azotar en su eterno viaje a la barca,
que contaba ya tres o cuatros naufragios, y el clima
mortífero a que, por último, nos encomendaba.
¿Qué cosa más factible y más común que una
insubordinación o motín de la soldadesca que nos
custodiaba 7 Esa tropa se componía de mercenarios,
algunos de los cuales debían su destino a la circuns-
tancia de haberse señalado como grandes criminales.
Eran soldados segregados de los distintos cuerpos de
línea de Montevideo, cuyos jefes, aprovechando la
ocasión, se habían apresurado a desprenderse natural-
mente de los individuos más indisciplinados e incorre-
gibles entre todos los que acababan de dar el escan-
daloso ejemplo de la insubordinación y del motín
contra las autoridades constituidas. ¿Qué extraño
hubiera sido que, acariciando la idea de apoderarse
del botín que la barca les ofrecía, hubieran dado
cuenta de los deportados, incendiando luego el buque,
y buscando refugio, como náufragos, en territorio
extranjero? Y si no había peligro de esa parte, ¿no
debía contarse también con los efectos de una pre-
disposición hostil en el jefe de la expedición ? En
momentos difíciles, un movimiento impremeditado,
una palabra viva, arrancada por la indignación,
pudieran promover un conflicto a bordo. <Y quiénes,
smo los deportados, serían las víctimas expiatorias,
16S1
LA DEPORTACION A LA HABANA
sacrificadas acaso a la alarma y al pánico de los
carceleros * Conviene advertir de paso que, entre los
soldados, hubos actos de insubordinación cruelmente
castigados, y que, entre los marineros, buena gente
en su mayor parte, contábase uno, sin embargo, que
había encabezado ya una conspiración a bordo de
otro buque, y que, por haberse insubordinado contra
el piloto de la Putg, antes de llegar a la Habana,
fue sometido a prisión en la bodega del buque
No menos eran de temer los embates del mar y
de los vientos Ya hemos hecho notar las condi-
ciones de la barca Puig* era este buque la última
transformación de un bergantín que había escapado
de diversos naufragios El estado de su aparejo y de
su velamen no podía ser más deplorable La barca
presentaba el aspecto de un pontón arruinado Aten-
diendo a la larga navegación que tenía por delante,
su arribo a las playas de Cuba debía considerarse
más que difícil Y, en efecto, se verá en su lugar
cuan seriamente expuestos a un naufragio estuvimos
en la noche del 16 de Junio, en que tal ve* contri-
buyó a salvarnos, por un capricho de la suerte, la
misma inseguridad de las cuerdas y del velamen, que
en otro caso hubiera podido perdernos, y que fueron
arrancadas por el huracán
Si a todas esas contingencias escapábamos, después
de un viaje sujeto a tantas mortificaciones físicas y
morales, era de temerse que el desembarque en la
Habana tuviese consecuencias fatales para la mayor
parte de los deportados, de salud delicada, que
debían extrañar un clima donde los extranjeros son
generalmente víctimas de la fiebre amarilla y del
vómito negro, mal que los naturales, los esfomdos
revolucionarios, han bautizado con el nombre del
AGUSTIN DE VBDIA
Patnota, sin duda porque está destinado a diezmar
las filas de los soldados que el gobierno español
envía a la Isla, para sostener el régimen vacilante
de la autoridad colonial Se sabe que, a pesar de
haber permanecido únicamente en el puerto de la
Habana, favorecidos por frescas brisas, en una inco-
municación casi absoluta con la ciudad, hubo a bordo
un caso de fiebre amarilla en el asistente del Coronel
Courtin, y más tarde, en Charleston, algunos de los
deportados experimentamos los síntomas debilitados
de la misma enfermedad
El temor de que se desarrollara a bordo una epi-
demia, no era menos fundado El agua y la carne
salada corrompidas, el abandono y la aglomeración
de tanta gente en espacio tan reducido, teniendo que
atravesar los climas más peligrosos, eran otras tamas
causas que conspiraban contra los hombres arrancados
violentamente a las comodidades de la vida y sepul-
tados en la oscura y nauseabunda bodega de la
barca Puig.
Bien lo había comprendido el Dr Campana, quien,
desde el puerto de Maldonado, dirigió al Gobierno
una comunicación que éste se abstuvo de publicar
y de contestar y que nosotros debemos registrar en
esta memoria, siquiera sea para evidenciar toda la
perversidad de sus criminales intenciones
Léase esa nota.
"Señor Ministro
"En mi calidad de médico a bordo del buque nacio-
nal Pmg que conduce a los deportados políticos y
"piquete de tropa que les sirve de custodia, es mi
"deber, antes de tomar definitivamente la mar, hacer
[70]
LA DEPORTACION A LA HABANA
" presente al Gobierno a cuyo servicio estoy que, por
"lo que veo y experimento en los días de nave-
gación que llevamos hasta este punto, no me es
"posible dejar de augurar una travesía expuesta
" a muy senos desagrados y accidentes en las gentes
"que están ba)o mi cuidado médico,
"No me refiero especialmente a este buque, bajo
" el punto de vista de sus condiciones para la nave-
"gación; esto no es de mi competencia, me refiero,
"Sr. Ministro, a las condiciones de higiene en que
" la estrechez y ninguna comodidad del buque coloca
"a sus habitantes, destinados a realizar en insufi-
u cíente y malsano espacio una travesía larga, durante
"la cual se han de cruzar las latitudes más peli-
grosas, propensas al desarrollo de enfermedades
"epidémicas y esporádicas, peligrosas aun para los
"buques que reúnen todas las condiciones higiénicas
"necesarias, pero muy especialmente en casos como
" éste, en que nos vemos colocados.
"No hay a bordo de este buque, que no ha podido
" ser preparado por la urgencia y falta de capacidad
" necesaria, menos de setenta y dos personas,
"Los señores deportados están alojados en un espa-
" ció relativamente muy reducido, en donde si sobre-
" vinieran malos tiempos será imposible puedan gozar
" de buena salud, y en donde será de funestas conse-
" cuencias el desarrollo poco improbable de cualquier
" enfermedad contagiosa, todo lo cual reviste carácter
"más serio debido a la necesaria reconcentración
"a que obliga la vigilancia a que están sometidos,
"no obstante toda la consideración y buen trato
" a que lo veo consagrado al señor coronel Courtin
"relativamente a aquellos señores
171]
AGUSTIN DE VEDIA
"Pero, Sr Ministro, mal acomodados los individuos
"a que me refiero, al menos están acomodados a
w manera de ponerse bajo de techo y al abrigo en días
" y noches de malos tiempos, aunque no para el des-
" graciado caso de enfermedades Pero la tropa viene
"en las peores condiciones y no es posible subsanar
"su situación Esta gente está condenada a pasar su
"vida a bordo arriba de cubierta, o hacinados en
"condiciones tales, llegado un caso de mal tiempo,
"que no trepido en afirmarlo será de peligrosas
"consecuencias, no sólo para gentes como las que
"forman la tropa, sino por la influencia que cual-
quier enfermedad desenvuelta en ésta, tenga sobre
" los demás de los tripulantes y pasajeros de este buque
"V. E podrá formar una idea de la falta de local
"que sufrimos, al saber, como se lo hago notar por
"este despacho, que yo mismo, en mi condición de
" médico, no tengo ni camarote, ni techo alguno bajo
"el cual abrigarme
"Creo, pues, Sr Ministro, de mi estricto deber para
" salvar todo género de responsabilidades, hacer pre-
" senté al Gobierno por conducto de V E que, como
"dije al principio, el viaje que emprendemos puede
"ofrecer muy graves accidentes, por las ningunas
"condiciones de higiene en que se encuentra este
"buque, malas condiciones que no son bastantes
"a subsanar, ní la voluntad en mejorarlo que ha
" puesto el Gobierno, ni la solicitud y recomendable
"celo del j'efe a cuyo car^o va esta expedición
'Tengo el honor de saludar a V.E con toda
" consideración,
"Puerto de Maldonado, I o de Marzo de 1875
"José Campana 0 .
[72]
LA DEPORTACION A LA HABANA
La comunicación que precede» y que estaba lejos
de contener toda la verdad, recibida y guardada en
la más absoluta reserva por el Gobierno de Tezanos,
debe ser considerada como una de las piezas más
importantes del proceso criminal a que debe suje-
tarse un día a los autores del grande atentado.
Hemos dicho que esa comunicación no contenía
toda la verdad, tampoco el Dr Campana estaba en
aptitud de saberla cuando la escribía La bodega de
la barca no era, por ejemplo, como se dice en ella,
un abrigo seguro contra los malos tiempos, no lo
era, siquiera, para los buenos.
Ya el Dr Ramírez, en su correspondencia, ha
hecho una pintura de esa bodega. Agregaremos algu-
nas pinceladas al cuadro.
Se sabe que la bodega no recibía más luz que
por la boca abierta en la parte superior y que tendría
poco más de un metro cuadrado Las lluvias que
incesantemente nos acompañaron y que alguna vez
duraron sin intermitencia, hasta doce días, en las
costas del Brasil, nos obligaban a cerrar la abertura
de la bodega Pero el agua se abría paso por entre
las grietas de las tablas desunidas del puente, y
concentrándose particularmente en algunos puntos,
caía copiosamente abajo, empapando nuestras camas
y nuestras ropas.
El que escribe conserva algunos recuerdos imborra-
bles de aquella lóbrega mansión su cama estaba
extendida contra el palo de proa, sobre el cual caía
verticalmente el agua, sin que le fuese dado variar
de posición, pues el local era estrecho para contener
las camas de todos, además de que el agua se des-
parramaba en otras direcciones
Í73]
AGUSTIN DE VEDIA
Uno de nuestros compañeros, el Dr* Herrera y
Obes, ha pasado algunas noches amparándose de la
lluvia por medio de su paraguas, abierto sobre su
cama
Esa misma lluvia, al deslizarse por los costados
del buque y caer en los ángulos de la bodega, adqui-
ría un tinte oscuro que marcaba la ropa, como gotas
de tinta El Dr D. Juan J. de Herrera, que ocupaba
uno de esos extremos, tenía su sombrero, con el que
se cubría el rostro para dormir, teñido por esas fil-
traciones
Algunas veces solicitamos un remedio para esos
inconvenientes* pero si bien un día se derramó un
poco de alquitrán en las grietas, nada se consiguió
con eso, y durante todo el curso del viaje continua-
mos sometidos a esas pequeñas contrariedades que
no se hacían sentir únicamente durante el mal tiempo,
como va a verse
Todos los días, a la madrugada, los marineros
de la barca tenían obligación de lavar el puente
del buque, convertido de un día a otro en chiquero,
calificación nada arbitraria si se tiene en cuenta que
hubo a bordo un cerdo, comprado por el capitán
Puig, quien halagaba a los gastrónomos con la idea
de beneficiarlo un día, que nunca llegó v si se piensa
que no le faltarían émulos en la soldadesca de la
barca, entre la cual había un cabo que tenía por
hábito ir a hacer fiestas a aquel animahto, atraído
sin duda por la misteriosa ley de las afinidades,
según se lo explicaba nuestro compañero Dupont
Por consiguiente, para llenar su tarea con alguna
conciencia, los marineros tenían que verter sobre el
puente de la Pm% una porción considerable del
océano Durante la hora que se invertía en esa faena
[74J
LA DEPORTACION A LA HABANA
a proa, estábamos como bajo un temporal, aguan-
tando las impuras filtraciones del agua, lo que obli-
gaba a algunos a adoptar las posiciones más capri-
chosas y forzadas a fin de escapar a aquel rocío
matutino.
Fácil es comprender la atmósfera que se respiraría
en la bodega ¡ Gracias sean dadas al Practicante
D José 1 Este importante funcionario tenía a su cargo
la desinfección del buque, la que se verificaba dos
veces a la semana Armado de un balde de agua
salada sobre la cual dejaba caer algunas gotas de
ácido fénico, penetraba en la bodega, y, sin respetar
colchones ni almohadas, esparcía a manos llenas su
líquido bienhechor Conservan los deportados el re-
cuerdo de un incidente relacionado con los desinfec-
tantes, de que fue víctima la capitana del buque, y
que hubiera costado al Practicante la pérdida de su
crédito, si no se hubiese apresurado a aplicar el
bálsamo allí donde había hecho la herida
Pero, es tiempo de que nos apercibamos de la
necesidad de seguir a la barca en su movimiento, si
hemos de adoptar algún orden en nuestra relación.
Oporrunidad tendremos de hablar de la bodega, en
el curso de los cuatro meses que tenemos por de-
lante y que han de deslizarse tan lentamente para
los presos del océano
El día 4 de Marzo la barca Putg se hacía a la vela
en el puerto de Maldonado El coronel Courtin había
pedido remolque al Almirante Vásquez, pero éste
se negó a prestarlo, alegando eme sólo había recibido
orden de remolcar hasta Maldonado, acompañando
luego la barca hasta la altura del Cabo de Santa
María
£75}
AGUSTIN DE VEDIA
En efecto, el vaporcito "Fe M nos siguió a alguna
distancia, durante todo el día Cuando la barca se
encontraba a la altura indicada, el vaporcito se apro-
ximó a su costado, con la tropa formada en actitud
de combate, y el Almirante Vásquez se despidió con
los siguientes vivas repetidos por su gente, cuyos
ecos se perdieron en la llanura del océano.
,Viva la República Oriental'
4 Vivan las instituciones 1
jViva el Gobierno constitucional 1
Nadie respondió a esas exclamaciones a bordo de
la barca Putg, Sea un movimiento de pudor, sea
resultado de las malas relaciones del Almirante y del
Jefe de la expedición, el hecho es que el coronel
Courtm sólo correspondió con un absoluto silencio a
las exclamaciones con que el primero se apresuraba
a desempeñar su papel, agregando el ultraje del
sarcasmo a la iniquidad del atentado
¡Qué ironía sangrienta, vivar a la República
Oriental, en el momento en que se arrojaba a sus
hijos a un destierro inclemente, vivar a las institu-
ciones, en el momento en que se conculcaban todos
los fundamentos del orden legal, y se suprimían
todas las garantías de la libertad, de la vida y de la
propiedad, vivar al Gobierno constitucional, en nom-
bre del escandaloso poder de hecho, impuesto por
el motín militar que derrocó las autoridades
constituidas»
Quince ciudadanos, sepultados en ese momento en
el fondo de la bodega de la barca Pwg, en medio del
océano, con rumbo hacia la Habana, eran una protesta
tan formidable contra la usurpación y el crimen
prepotentes en la República, que la palabra se habría
E76)
LA DEPORTACION A LA HABANA
helado en los labios de los esbirros del despotismo,
si alguna vez los esbirros hubieran tenido conciencia*
La barca continuó navegando hacia su destino, sin
accidente alguno Unicamente dos o tres días des-
pués de la salida de Maldonado, empezóse a tomar
un extraño sabor al agua, que no tardó en descom-
ponerse enteramente. Con este motivo, supimos que
las treinta o cuarenta pipas en que estaba depositada
el agua, habían contenido primitivamente aguardien-
te, sin que hubieran sido quemadas, procedimiento
indispensable para aplicarlas a aquel objeto Se nos
aseguró que el Ministro de Guerra y el Capitán del
Puerto habían sido advertidos de la omisión y del
peligro, y aun, que una de las casas comerciales de
Montevideo había puesto a disposición del Gobierno,
desinteresadamente, la cantidad necesaria de pipas
adecuadas para mantener el agua en buen estado
Pero la advertencia fue menospreciada y el ofreci-
miento rechazado. La contingencia que se temía,
lejos de contrariar, halagaría sin duda a los que habían
dado un testimonio tan evidente de sus intenciones
pérfidas y siniestras
La descomposición del agua en los primeros días
de un viaje que, según las presunciones más favora-
bles, debía durar sesenta o setenta días, fue, como
se comprende, un gran motivo de alarma entre los
deportados. El buque tenía un aljibe de hierro, que
podría contener cinco o seis pipas de agua, y que
debía estar en buen estado, pero, ¿qué era eso cuando
en el buque había más de setenta personas, que por
lo menos consumían una pipa de agua diariamente?
Si el viento no nos fue favorable completamente,
el tiempo era bonancible en los primeros días, y los
deportados empegamos a habituarnos a nuestra sitúa-
[77]
AGUSTIN DE VEDIA
ción y a nuestro género de vida Una vez en el océano
sin descubrir ya riberas, se omitieron algunas de las
precauciones severas y mortificantes a que estábamos
sometidos. Pudimos salir de la bodega sin solicitar
permiso, y pasar desde la proa a la popa del buque.
Todo en el mundo es relativo, y esas ligeras con-
cesiones, aliviaban considerablemente nuestra situa-
ción La vida en el fondo de la bodega que apenas
recibía un pequeño rayo de luz, sin una manga que
le comunicara aire, nos habría sido fatal, sin la ven-
taja de subir a la cubierta a todo momento a respirar
el aire puro del mar.
Una vez que obtuvimos esa franquicia, pudimos
darnos cuenta de muchas cosas y circunstancias igno-
radas hasta entonces por nosotros Teníamos especial
interés en averiguar de qué manera se había hecho
el Gobierno de la barca Pmg y qué medios había
empleado para darle una guarnición y abastecerla de
víveres. Extrañábamos que el Gobierno hubiera po-
dido disponer de los elementos necesarios para dar
ejecución a sus combinaciones, en la situación tan
precaria en que se hallaba envuelto, y mucho más,
que, habiendo realizado esos recurso^ los aplicara a
la obra de arrojar a quince ciudadanos al otro lado
de los mares.
¿Cómo y en qué condiciones se ha hecho el Go-
bierno de la barca Pmg? ¿Cómo ha podido hallar
hombres dispuestos a prestar sus servicios en esa
barca, desde el coronel hasta el soldado >
El capitán nos hizo saber que su barca había sido
embargada por el Gobierno de Tezanos para conducir
a la Habana a los ciudadanos encarcelados en la tarde
y en la noche del 24 de Febrero. La barca se hallaba
fondeada en el puerto de Montevideo para recibir
{78]
LA DEPORTACION A LA HABANA
reparaciones y como llevase bandera Oriental, creyó
el Gobierno de Tezanos que podría disponer de ella
a Su capricho El capitán Puig protestó contra ese
acto y el Gobierno, entonces, sometió a árbitros la
tasación del buque que fue avaluado en la suma de
doce mil pesos fuertes, cuya suma fue ofrecida a Puig,
simplemente por el flete hasta la Habana, siendo
de cuenta del Gobierno todos los gastos de manuten-
ción durante la navegación Puig no opuso ya resis-
, tencia y se estipularon en seguida las condiciones del
pago, recibiendo aquél cinco mil pesos al contado y
el resto en letras a dos y cuatro meses de plazo
La guarnición del buque se componía de veinti-
cinco soldados, un alférez, un teniente y el jefe de
la expedición Para inducir a los soldados a prestar
sus servicios, les habían ofrecido, además del pago
de sus sueldos, una suma en calidad de premio o
gratificación al término del viaje, debiendo costeár-
seles su pasaje de regreso, porque, al llegar a la
Habana, el buque de guerra recobraba su condición
de buque mercante y quedaba ya exento de todo
compromiso con el Gobierno que lo fletaba Es de
suponer que un premio igual se ofreciese a los ofi-
ciales, al jefe y los demás individuos que formaban
parte de la expedición
Los víveres del buque habían sido suministrados
por la casa de Fanny, eterno abastecedor de los
Gobiernos desordenados que vienen sucediéndose de
diez años a esta parte, en la República
Con los datos que hemos adquirido ulteriormente,
podemos formular un presupuesto de los gastos he-
chos por el Gobierno de Tezanos para satisfacer sus
innobles venganzas Eso presentará otra faz del
[79]
AGUSTIN DE VEDIA
atentado y hará pesar una responsabilidad más sobre
sus autores.
He aquí el cálculo aproxímativo de los gastos de
la expedición
Sueldo de veinticinco soldados en siete
meses, a $ 20 cada uno . . $ 3.500
Gratificación de $ 100 ofrecida a cada
uno 2 5 00
Sueldo del alférez, en siete meses, a
$ 36 . " 252
Id del teniente, » » » a
$ 45 . . " 315
Id del coronel, » ¿ » a
$ 220 "1.540
Id del medico, » » » a
$ 400 . . . . 2.800
Id del practicante, » » » a
$ 40 " 280
Sueldo de 4 marineros de la Capi-
tanía en siete meses a $ 30 . . 840
Gratificación de $ 100 ofrecida a cada
uno . . . . " 400
Gratificación que se acordará probable-
mente a los dos oficiales " 2.000
Gratificación que se acordará probable-
mente al jefe de la expedición . . " 10 000
Gratificación que se acordará probable-
mente al médico " 2 000
Gratificación que se acordará probable-
mente al practicante " 400
[80]
LA DEPORTACION A LA HABANA
Importe del fletamento de la barca . $ 12 000
Importe calculado de víveres embarcados
a bordo de la barca Putg por la casa
Fariny * " 20.000
Por gastos ocasionados últimamente en
la Habana y en Charleston, de que no
habrá olvidado tomar nota el coronel
Courtin . . "4.000
Por fletamento del buque que ha de
conducir a la tropa a Montevideo,
según convenio hecho en Nueva York
por el coronel Courtm . " 5 500
Por el importe del pasaje del jefe, ofi-
ciales, etc " 3 000
Suma total $ 71 320
La expedición de la barca Putg importará, pues,
al país, la suma de setenta y un mil trescientos veinte
pesos fuertes suma que no sólo representa el abuso
monstruoso del poder malversador, sino otros tantos
estímulos ofrecidos a la corrupción y a la venalidad
de los ejecutores del atentado inicuo
Ciertamente que nunca soñaron los ciudadanos
orientales, víctimas de tamaña arbitrariedad, que
habían de ser un día tan gravosos a la patria, a cuyos
altares habíamos llevado todos, en una vida más o
menos prolongada y activa, la ofrenda de nuestros
generosos sacrificios
La barca Putg seguía, entretanto, su derrotero.
El 21 de Marzo es una fecha señalada en la memoria
de los deportados Ese día hallándonos a 200 millas
Este de Cabo Frío, a corta distancia de Río de Janeiro,
£81]
B
AGUSTIN DE VEDIA
encontramos a la barca inglesa Haworby, que nave-
gaba al parecer con rumbo hacia Montevideo El
coronel Courtm tuvo la idea de detenerla, para enviar
por su conducto noticias nuestras a la pama. A una
insinuación suya, todos nos apresuramos a trazar
algunas letras a nuestras familias, envolviendo en
ellas el consuelo que tanto necesitaban en su tristeza
y desamparo»
El coronel Courtin entró en un bote con el médico
Dr Campana y el teniente Suchelli y salió al encuen-
tro de la barca inglesa En efecto, la barca se dirigía
a Montevideo, a donde llegó el 2 de Abril, llevando
nuestras cartas, con alguna excepción, pues se ase-
gura que el coronel Courtin rompió y echó al agua
algunas de esas cartas, temiendo, sin fundamento
alguno, que pudieran comprometerle
Cuando el bote que llevo al coronel Courtm a la
barca inglesa se hallaba a alguna distancia de la
Puig, ocurrióle a uno de nuestros compañeros decirle
al capitán Puig, en tono de broma, que la ocasión
era propicia para hacernos a la vela con rumbo a la
costa brasilera, broma rué más tarde trasmitida
al coronel Courtm como una tentativa de soborno!
Poco después tuvieron lugar a bordo escenas des-
agradables que sirvieron de pretexto, sin duda, al
jefe expedicionario, para dar desahogo a sus pasiones
concentradas Hacía ya dos o tres días que se notaba
alguna desinteligencia entre el capitán Puig y el
piloto Alsina, contratado por el primero en su cali-
dad de tal, en la suma de 1.200 pesos fuertes, hasta
la Habana. Puig pretendía que Alsma no conocía
sus obligaciones de Piloto, que, obligado a tomar
diariamente la latitud y longitud, sus observaciones
resultaban siempre inexactas, y que había sido bur-
[82]
LA DEPORTACION A LA HABANA
lado en su confianza Una tarde, en que todos está-
bamos reunidos a popa, estalló el resentimiento del
capitán Puig, que quiso constituirnos en jurado y
debatir su causa ante nosotros La tormenta duró
algunos minutos El capitán declaró que abandonaba
su puesto, uno de sus hijos amenazó a Aisma, que
es un manso cordero, con la hoja de un cuchillo, y,
mal habría concluido aquella escena si el coronel
Courtin, saltando del bote colgado a babor, en que
conversaba con el coronel Flores, no hubiese inter-
venido oportunamente, y dado un corte a la cuestión
Se resolvió que Aisina no tendría en lo sucesivo otro
carácter que el de pasadero a bordo de la Puig
i Pasajero, vaya una envidiable condición 1
El Piloto Alsina hie reemplazado en sus funciones
por el hijo mayor del capitán Puig, un desgraciado,
atacado de la terrible enfermedad de la tisis, y acaso
por lo mismo, naturaleza irritable y nerviosa, que
necesitaba morder siempre alguna cosa, y que, si algo
lamentaba, era no poder saciar sus instintos en algu-
nos de los deportados
No por haber sido destronado, y marchar en con-
dición de pasajero, vivió tranquilo el Piloto Alsina.
Persiguióle en su retiro la saña de la familia del
capitán, y estallaron sobre su cabeza terribles tem-
pestades El desdichado viajero debió aprender lo
que es tomar pasaje en la barca Putg Por corta
providencia fue condenado a no desplegar los labios
y a aislarse de todo contacto con los deportados y
demás gente del buque
Pero, antes de pasar adelante, debemos presentar a
nuestros lectores al personaje que representa el papel
más culminante en la odisea de nuestros días Esta-
mos tropezando con él a cada paso, y es necesario
[83]
AGUSTIN DE VEDIA
que el lector le conozca bien, para explicarse mejor
cada una de las escenas en que descuella
Por otra parte, el deber que nos hemos impuesto,
al continuar esta historia, iniciada por el Dr. Ramírez,
nos obliga a ocuparnos preferentemente, y ante todo,
del Jefe militar que ha querido asociar su nombre
a una empresa destinada a adquirir tan triste cele-
bridad Si así no lo hiciéramos, carecería esa historia
de uno de los rasgos principales y aparecería oscura e
incompleta Ai aceptar la ejecución de la inicua
sentencia, el coronel D Ernesto Courtin se ha ex-
puesto, conjuntamente con ella, al juicio severo de
sus contemporáneos, como al inexorable fallo de la
posteridad No extrañe, pues, oír una expresión que
puede mortificarle, pero que no responde a un pro-
pósito menguado, sino que, por el contrario, se inspira
en el sentimiento más elevado de verdad y jus-
ticia ¿Así pudiera ella encaminarle en el futuro y
hacerle mirar con horror la participación que le ha
cabido en los atentados de un despotismo feroz f
Algunos rasgos ligeros harán conocer al héroe de
la expedición El coronel D Ernesto Courtin es un
hombre como de cuarenta años Término medio
entre el hombre de ciudad, de la que cuenta sus
proezas de joven, y el hombre de campaña, donde
ha adquirido sus condiciones de caudillo, es un tipo
híbrido, en quien se asocian y se confunden los hábi-
tos, modismos y lenguaje de nuestros paisanos, a
cierto refinamiento social nunca bien sostenido
El lenguaje del coronel Courtin se distingue ade-
más por su extraña impetuosidad Pudiera decirse,
a su manera, que habla a nendck suelta, sin darse
tiempo para pensar en lo que ha dicho, ni en lo que
va a decir, y sin sospechar en lo mínimo las contra-
(84}
LA DEPORTACION A LA HABANA
dicciones en que incurre Carece de ese delicado
criterio que establece una línea insalvable entre el
bien y el mal y acusa las menores infracciones de
la ley moral Así, se le oye referir a menudo, como
dignas hazañas, o, a lo sumo, como ligeros y perdo-
nables errores de juventud, acciones que abochorna-
rían a una conciencia honesta
Tiene el coronel Courtin cierta viveza y penetra-
ción de que hace singular alarde, celoso de toda
superioridad, siendo de notarse a ese respecto que
apenas la tolera aun en aquellos conocimientos que
más se apartan de sus facultades Así, no quiere ser
extraño a la náutica, apoderándose a veces del com-
pás para medir las distancias marítimas en el plano
y disputar sobre el rumbo con el capitán Tampoco
quiere aparecer lego en ciencias, en derecho o en
literatura, leyendo de todas las obras una página
Así, se le ha visto hojear Le Partí liberal, cerrarlo
inmediatamente, y decir con aire de convicción "Estos
son los libros que han traído a estos hombres a la
barca Vui¿\ — expresión que encierra, a la verdad,
un sentido profundo
El traje del coronel Courtm a bordo, consistía
generalmente en casaca militar, pantalón claro, de
particular, sombrero de paja y botas granaderas, no
cayéndosele nunca el puñal y el revólver de la cin-
tura Fue con esas mismas armas que se dirigió a
Visitar la barca inglesa que encontramos en el océano,
a la altura del Cabo Frío Su traje ordinario varió
algo en las grandes solemnidades, en que sacaba a
lucir su casaca de presillas de oro, su pantalón de
franja de lo mismo y su kepis, o en las épocas de
desazón o de profundo abatimiento, como en la
Habana, donde se ponía sobre la camisa el poncho,
[S5}
AGUSTIN DE VEDIA
omitiendo La formalidad del pantalón y de las botas y
sustituyendo esas piezas del vestuario por unas grandes
bombachas blancas y unas zapatillas de vivos colores
Los deportados, por lo general, no tuvieron graves
motivos para sentirse personalmente agraviados por
el trato del Coronel Courtin Sea dicha la verdad,
en honor de ella misma Entre los hombres capaces
de hacerse cargo de una comisión tan inicua, era él
quien menos recelo infundía a las víctimas de la
barca Pmg Nunca pudieron creer que su situación
a bordo de la barca pudiera en ese sentido ser mejor,
ni tenían motivos razonables para esperar actos de
inusitada consideración de parte del ejecutor de las
órdenes de Tésanos Bien pudo el jefe expedicionario
aplicarnos algún otro género de tormento, bien pudo
realizar sus furibundas amenazas de algunos días, en
que, el mas pintado estuvo en peligro de ser cocido
a puñaladas, sea a propósito de pequeñas intrigas de la
camarilla del capitán, sea con motivo del sensible
extravío de un monito que hacía las delicias del
coronel Aún debemos tener en cuenta, en su favor,
la índole, la educación y el genio del hombre
El Coronel Courtin mantuvo siempre, por otra
parte, entre él y los deportados, la línea que debía
separarlos En los primeros días, los denorrados per-
manecimos en la bodega, con centinela de vista
Entonces, cuando alguien, Dor alguna ra/ón, tenía
que ir a popa, solicitaba para ello permiso de sus
carceleros el centinela trasmitía la voz al cabo, y
éste al Alférez, quien deliberaba, cuando no consul-
taba al Teniente Concedido el t>e r miso, iH* detrás
rM desterrado un soMido con la bavon^a d~s*nvai-
mr*i Destmés ruando esi nfocu^iaón d^bh consi-
derarse va inútil, pudieron salir a tomar el aire a la
[86}
LA DEPORTACION A LA HABANA
cubierta de proa, y más tarde, les fue permitido pasar
desde la proa a la popa del buque, pero siempre
conservaron el centinela, y en el puerto de Cabedelho
hubo hasta tres
El Coronel Courtin comía a la mesa, en la pequeña
cámara del capitán, mientras los deportados, aun en
día de lluvia deshecha y de tormentas, se echaban
sobre la cubierta, sin más mesa que el suelo o las
rodillas
La camarilla del coronel y del capitán que, en un
principio, sirvió de refugio a algunos de los depor-
tados, en las lluvias torrenciales que caían incesante-
mente en las costas del Brasil, se cerró definitivamente
para ellos, como se verá oportunamente, mediante
un edicto que se fijó a su puerta
Por un rasgo propio de su carácter, el Coronel
Courtin era, sin embargo, el primero en condenar
como injusta la medida de su Gobierno, que él clasi-
ficaba, en el tecnicismo de sus voces, de una barba-
ridad. ¿Cómo explicar, entonces, que fuese su más
celoso eiecutor^ El Coronel Courtin entendía, sin
duda, llenar sencillamente sus funciones de soldado,
y, en su calidad de tal, no se creía obligado a juzgar
o analizar el mérito y la justicia de las órdenes que
se le impartían Eso podría permitírselo como hombre
como militar, no era sino una máquina El Gobierno
podría hacer, pues, cuantas barbaridades de ese género
pasasen por su mente, mediante la cooperación de
instrumentos tan eficaces como el jefe expedicionario
de la barca Putg, jAllá se las entendería con su con-
ciencia, que, lo que es los militares, nunca la han
tenido 1
Así podría traducirse la inteligencia de los deberes
militares por parte del Coronel Courtin* monstruosa
[87]
AGUSTIN DE VEDIA
subversión de la moral y la justicia, contra la cual
debemos apresurarnos a elevar una protesta enérgica
Con arreglo a ningún criterio legal y humano, si no
es el de su propia degeneración, pueden los militares
ser relegados a tan bajo nivel No estérilmente Dios
ha colocado en todo hombre una chispa del fuego
divino, al darle la conciencia del bien y del mal,
de lo bueno y de lo verdadero, de lo justo y de lo
atentatorio Ese es el sello que distingue y caracte-
riza su personalidad, y ninguna ley puede tener por
objeto destruir ese sello, deprimir esa personalidad,
conviniéndola en máquina al servicio de las pasiones
o de los caprichos de un gobernante
No por el hecho de ser militar, el individuo ha
abdicado la conciencia que Dios ha hecho insepa-
rable de él, y que ninguna ley puede arrancarle La
obediencia ciega y pasiva a la voluntad de un superior
está muy lejos de constituir un deber y menos una
virtud en el militar Si así fuese, la milicia habría
perdido el carácter que la ennoblece, para degenerar
en un oficio algo peor que el del verdugo, que deja
caer sobre el reo la cuchilla exterminadora, en nombre
de una justicia implacable, precedida de las solemni-
dades de un proceso legal
Más arriba de las órdenes superiores está la ley escri-
ta, y aun más arriba de la ley escrita está la ley moral
que relega el crimen a la execración de las edades
"Un soldado, un gendarme, un carcelero, o cual-
quier otro funcionario o agente de la fuerza pública,
dice Rossi, en su obra de Derecho Penal, no deja
por eso de ser hombre, es decir, un ser moral y res-
ponsable El hombre, en verdad, no puede ser un
instrumento material; no le es dado renunciar a su
conciencia, nadie tiene el derecho de exigirle su sacri-
{88}
LA DEPORTACION A LA HABANA
ficio, nadie puede expedirle una dispensa de la ley
moral y sustraerlo a toda responsabilidad. Luego, la
obediencia debida por el inferior al superior es una
obediencia razonada, inteligente, y ella supone inde-
clinablemente la legitimidad de la orden impartida
es ése el principio moral, eterno, inmutable'*
La historia ha recogido el rasgo de un noble que,
requerido por su príncipe para dar ejecución a una
sentencia inicua, exclamó señalando la galería de
retratos de sus antepasados "En todos ellos veo leales
caballeros, no encuentro un asesino" Así inspirán-
dose en la memoria de todos los que ilustraron las
armas por su valor y su hidalguía, todo militar de
honor debe decir a los gobernantes que requieren
su ayuda para consumar atentados sin medida, con
menoscabo de las leyes, de que únicamente emana
toda legitimidad y todo poder tl Soy soldado, no soy
verdugo Soy la espada puesta al servicio de las insti-
tuciones, no el instrumento de los opresores y de
los tíranos",
Pero, apenas es necesario elevarse a esa altura para
inspirar una justa repulsión hacia los militares con-
vertidos en instrumentos pasivos de la tiranía
La historia de la Francia, ofrece el ejemplo de un
verdugo que, requerido por la autoridad para llevar
a cabo una ejecución arbitraria, sin que en la conde-
nación hubiesen intervenido jueces, ni se hubiesen
llenado las formalidades legales, se rehusó a ello,
declarando que no era un asesino, sino un funcio-
nario instituido por ley, que sólo debía llenar su
ministerio, cuando, cumpliéndose las condiciones de
la ley, la justicia hubiese pronunciado su fallo
inapelable
[89}
AGUSTIN DE VEDIA
En presencia de ese hecho ocurre esta observación
^no está más abajo que el verdugo, en ese caso, el
Jefe militar que se hace ciego ejecutor de los man-
datos arbítranos de un gobernante que no reconoce
límites a su autoridad mvasora y prepotente ?
Y si la doctrina que sostenemos es universal y de
aplicación general a todos los pueblos, con presan-
dencu de la forma de su régimen constitucional,
aplicación más severa, mayor fuerza debe tener en
una sociedad democrática, donde las funciones de los
poderes públicos están expresamente determinadas, y
donde, por lo mismo, la ley hace pesar sobre todos
y cada uno de los grandes como de los pequeños
funcionarios, la responsabilidad de los actos que
inician, autorizan o ejecutan, en la esfera de sus
funciones respectivas
Bajo el régimen democrático-representativo, el
gobierno se instituye para asegurar a la sociedad los
beneficios de la libertad y las garantías de la justicia,
y cada uno de los funcionarios que componen la
administración pública tienen el deber de conocer y
de respetar las leyes cuya infracción trae aparejada
una responsabilidad civil y penal, en la que, ante todo
reside la mejor garantía de la efectividad de los
derechos v de las libertades consagradas
En una defensa notable, que hace honor al foro
argentino, producida con motivo de los últimos sucesos
nolíticos en que se ha visto envuelta la República
Argentina, hallamos sobre esta importante cuestión
al,cunas consideraciones que deseamos reproducir,
supliendo así la deficiencia de nuestros propios
argumentos
De diversos puntos de partida, llegamos a idén-
ticas conclusiones Demostrando lo que es el militar
LA DEPORTACION A LA HABANA
en la organización política de la República y en el
seno de la democracia, y haciendo resaltar la dife-
rencia que existe entre esa organización y la que
presuponen los principios y máximas de la ordenanza
española, termma el escrito a que nos referimos con
estas reflexiones de irresistible lógica
"El militar entre nosotros, es el ciudadano a quien
la Nación ha entregado las armas para defender la
integridad de su territorio contra los ataques del
exterior, y el imperio de la Constitución, y de las
leyes, en el interior A él están confiadas la guarda
de la Constitución, el respeto a la ley, la conser-
vación de las libertades y garantías del pueblo, de
que forma parte Su primordial deber, cuyo cumpli-
miento garante bajo la fe del juramento, es defender
la Constitución y las leyes, a que está ligada íntima-
mente la existencia de la Patria, contra cualquiera
que osara conculcarlas, sirviendo así los intereses del
pueblo, único soberano de que emana toda autoridad
y todo poder constituido en el Estado
"Lejos de servir los intereses de una persona y de
considerar las determinaciones de su voluntad como
la única regla de sus actos, el militar sólo puede
servir los intereses del pueblo, y únicamente puede
considerar como regla invariable de sus actos las
prescripciones de la Constitución y las leves, de que
en ningún caso le es lícito prescindir, cualesquiera
que sean las órdenes que reciba de una autoridad
superior en jerarquía El mayor crimen que pudiera
cometer, es la traición a la Patria, es la violación
de la Constitución, es el desconocimiento de la sobe-
ranía del pueblo, es en fin, la conculcación de las
Wes, norque entonces vo 1 vena sus armas contra su
Patria, habría violado la fe de su juramento y habría
[91}
AGUSTIN DE VEDIA
conspirado contra la naturaleza y fmes de la insti-
tución a que pertenece
"Esta responsabilidad personal del militar, en el
desempeño de sus deberes, no se opone en manera
alguna a la naturaleza de la institución de un ejér-
cito permanente, en un país republicano y libre
Verdad es que exige una obediencia inteligente y
razonada, por lo mismo que es responsable, en un
grado mayor que lo que fuera requerido en un país
gobernado por una monarquía absoluta En este caso
la voluntad del monarca, directa o indirectamente
manifestada, es la única regla de conducta, y el mili-
tar sólo necesita ejercitar su criterio para persuadirse
de la exactitud y legitimidad de origen de la orden
recibida, sin cuidarse de las consecuencias que ella
pudiera ofrecer, ni detener su ejecución por el juicio
propio que llegara a formar sobre su conveniencia
o su conformidad con los intereses generales; mientras
que, en el primer caso, el militar debe apreciar, so
pena de comprometer su honor y violar el primer
deber de su profesión, no sólo si la orden recibida
tiene su origen legítimo, sino también si ella es con-
forme a la Constitución y a las leyes, porque sólo
entonces le es obligatoria su observancia
U E1 militar sabe que es un ciudidano, en el pleno
ejercicio de sus derechos políticos, que la Nación le
ha puesto las armas en la mano, t>ara defender sus
instituciones y su integridad territorial, que lo ha
constituido en autoridad, y forma parte de la fuerza
pública, para hacer prácticas y efectivas las garantías
y Descripciones constitucionales, que su misión lo
obliga a ser celoso guardián de las libertades públi-
cas, y que siendo él mismo un hombre libre, sólo
está sometido en los asuntos del servicio público, que
[92]
LA DEPORTACION A LA HABANA
desempeña, a las personas que ejercen la autoridad,
como mandatarios del pueblo en el modo y forma
que la Constitución determina
"Así, antes de cumplir una orden, antes de ejecu-
tar un mandato, él debe verificar I o ) Si la persona
de quien lo recibe tiene, según la Constitución y las
leyes, autoridad legítima para darla, 2 o ) Si la orden
contiene un precepto relativo a ios asuntos del ser-
vicio miirtar, 3 o ) Si ella no impone una acción
u omisión contraria a la Constitución o a las leyes;
porque sólo después de este examen puede apreciar
si la orden que recibe tiene un origen legítimo, si
se refiere a los deberes de su profesión, y si le es
permitido obedecerla sin cometer un delito de cuya
ejecución se haría personalmente responsable Jamás
podría cumplir una orden contraria a los preceptos
y garantías que la Constitución establece, o que pres-
cribieta un acto prohibido por las leyes, porque sabe
que no hay persona alguna en el orden civil o mili-
tar constituida en autoridad legítima, que tenga un
poder superior al poder y autoridad de la ley Jamás
podría cumplir una orden semejante, porque sabe
que, ejecutándola, habría cometido un delito previsto
y castigado por la ley, respecto del cual no podría
excusarse con la obediencia que debe a sus superiores,
desde que esa obediencia sólo puede referirse a los
asuntos del servicio, que no puede nunca consistir
en contrariar precisamente los objetos y fines de su
institución
"Se ha pretendido muchas veces legitimar la obe-
diencia pasiva, como una condición necesaria de la
conservación del orden y disciplina de los ejércitos,
pero fuera de que, en rigor, esa teoría de la obe-
diencia pasiva es moralmente falsa, ella sería de todo
£93]
AGUSTIN DE VEDIA
punto imposible en un país regido por instituciones
libres
Decimos que es moralmente falsa, porque jamás
puede despojarse al hombre de su carácter moral y
de la inteligencia con que Dios lo ha dotado, para
convertirlo en una mera máquina. Esa inteligencia
que obliga forzosamente al hombre a examinar sus
actos, es, por otra parte, indispensable para el cum-
plimiento de los deberes militares, en cuyo favor se
invoca la obediencia pasiva, porque esos mismos
deberes requieren la aplicación de la inteligencia y
de la actividad del hombre, so pena de convertirlo
en un elemento subversivo y disolvente de la insti-
tución misma a que pertenece Si la obediencia pasiva
importa siempre el cumplimiento literal de una orden,
sin reflexión ni examen, su observancia sería con
frecuencia un elemento de confusión y de anarquía.
¿Acaso no es preciso que algo quede confiado a la
discreción y buen criterio del que la ejecuta, por
detallada y completa que sea la previsión del que
la expida' ¿No es por ventura necesario que el que
obedece conozca el mecanismo y los resortes de la
administración en que sirve, y sepa graduar la inten-
sidad y el alcance de sus deberes, para no cometer
un atentado contra los derechos que debe respetar ?
¿La disciplina y subordinación más estricta, no supone
el conocimiento de la jerarquía militar, para poder
contener la obediencia en sus justos límites, para
impedir los abusos de inferior a superior en grado,
para que los detalles correspondan a la unidad del
plan, para que la dirección sea eficaz y verdadera?
«No se reflexiona, dice un distinguido publicista
«liberal (Benjamín Constant, Curso de polít. const ,
«cap II), al exaltar la obediencia pasiva, que los
[94]
LA DEPORTACION A LA HABANA
« instrumentos demasiado dóciles, pueden ser emplea-
« dos por todas las manos y dirigidos contra sus primi-
« uvos dueños, y que la inteligencia que lleva al
« hombre al examen, le sirve también para distinguir
« el derecho de la fuerza, aquei a quien corresponde
« el mando del que lo usurpa Ninguno duda, que
« en tesis general, la disciplina sea la base índispen-
« sable de toda organización militar, que la puntúa-
« lidad en la ejecución de las órdenes recibidas sea
«el resorte necesario de toda administración civil
« Pero esta regla tiene sus límites esos límites no se
« dejan describir porque es imposible prever todos
« los casos que puedan ocurrir, pero ellos se perciben,
« la razón de cada uno los advierte, cada uno los
« juzga, y los juzga necesariamente como único juez,
« por su cuenta y riesgos* Si juzga mal, incurrirá en
« pena, pero jamas podrá conseguirse que el hombre
« pueda prescindir del examen y pasarse de la ínteli-
«gencia que la naturaleza le ha dado para condu-
« arse, y de que profesión alguna puede dispensarse
«de hacer uso»
"Si la obediencia pasiva es en si misma impo-
sible, rigorosamente hablando, lo es sin duda en todas
sus aplicaciones en un país regido por instituciones
republicanas y libres No se concibe entonces la exis-
tencia del soldado máquina, ni una obediencia incons-
ciente y ciega Cada soldado, es un ciudadano, con
iguales derechos y prerrogativas que los demás, tem-
poralmente modificadas por razón del servicio que
presta y en cuanto son incompatibles con ese ser-
vicio Se encuentra armado para mantener por la
fuerza, en caso necesario, el respeto de esos derechos
y prerrogativas, que constituyen la libertad civil y
política consagrada por las instituciones a cuya
[95}
AGUSTIN DE VEDIA
defensa está dedicado Siendo la responsabilidad per-
sonal la regla invariable del ejercicio de toda función
publica, en un país regido por el sistema represen-
tativo republicano, el militar necesita juzgar si la
orden que recibe tiene un objeto contrario al que
debe dirigirse el empleo legitimo de la fuerza de
que dispone, para no convertirse en reo de un delito
y en agente destructor de lo que está encargado de
guardar ¿Cómo se explicaría en la República la
existencia legal de una fuerza armada, que a la orden
de su Jefe prendiera al Presidente, disolviera el Con-
greso, dispersara los magistrados que desempeñan el
Poder Judicial, sin incurrir en responsabilidad, porque
la disciplina exige obediencia a sus superiores ? ¿Man-
tendría y pagaría la Nación una institución que en
cualquier momento pudiera, sin cometer un atentado
punible, convertirse en agente de su disolución?"
Hasta aquí la reproducción La doctrina des-
arrollada respecto a los deberes militares es de tanta
importancia y trascendencia en la vida de un pueblo
como el nuestro, que no hemos retrocedido ante la
extensión de esa transcripción, con tal de fijar los
principios invariables en que reposa "La cuestión de
la obediencia pasiva, como dice ei autor antes citado,
es una de aquellas de que el espíritu de parado y las
pasiones políticas han abusado más, los unos para
relajar todo vínculo de orden, de subordinación, de
jerarquía militar y política, los otros para hacer del
soldado una máquina al servicio de la tiranía".
Ante las conclusiones de la moral y del derecho
es inútil, pues, que pretendan sustraerse a la respon-
sabilidad de sus actos los miembros del Gobierno
que decretó la deportación, como el Jefe militar que
fue complaciente ejecutor de ese atentado
(96]
LA DEPORTACION A LA HABANA
¡Aceptando el puesto del verdugo, llevando a cabo
esa medida execrable, con violación de todas las
garantías constitucionales, con escarnio de la huma-
nidad y de la civilización, el Coronel Courtm, lejos
de haber llenado un deber, ha mancillado Sus insig-
nias militares, y debiera ser arrastrado un día al
banco de los acusados, en desagravio de la misma
honra militar, tan abatida en un país en que la
espada que la Nación confía para la defensa de su
régimen constitucional se convierte en el puñal de
los conspiradores y sirve para destruir, en una noche
tenebrosa, toda la obra paciente de las instituciones,
levantando sobre los escombros de la legalidad
caída, el remado de los hombres en cuya frente la
sociedad ha impreso una perpetua marca de infamia,
y ante los cuales no temió rendir su espada el mismo
Coronel Courtin, Jefe en armas del Gobierno cons-
titucional derrocado'
La necesidad de hacer nueva provisión de agua y
de refrescar los víveres, indujeron al Coronel Courtin
a hacer escala en el puerto de Pernambuco Acaso
impulsábale también otro interés, muy natural por
otra parte, el de orientarse sobre la situación del
país, que habíamos dejado en medio de una crisis
violenta y presa de un partido personal, cuyos mismos
caudillos estaban acechando el momento propicio
para disputarse entre sí los frutos de la victoria
Los deportados acogimos con placer la noticia de
esa escala en Pernambuco Era no sólo un grande
alivio en nuestro penoso viaje, sino que íbamos
a estar en situación de comunicarnos con nuestras
familias alarmadas, de obtener a nuestra vez noticias
de la Patria, y — ¿por qué no decir lo? — tal vez
íbamos a encontrarnos allí con una agradable sor-
Í973
AGUSTIN DE VEDIA
presa. Acaso el Gobierno, vencido por el clamor y la
indignación pública, había tenido que revocar la
medida de que éramos víctimas. No dejamos de aca-
riciar esa vaga esperanza, y el que escribe, muy espe-
cialmente, debe decir con la más completa ingenuidad,
que no creyó se consumase absolutamente la depor-
tación a la Habana, sino después que la barca Pmg
levó anclas y desplegó sus velas en el puerto de
escala de Cabedelho-
Había, en primer lugar, en nuestro espíritu, una
resistencia natural a admitir la realidad de un hecho
en que aparecía torpe y groseramente sofocada la voz
de la razón y de la naturaleza, torpe y groseramente
atacados los sentimientos de humanidad y los derechos
del hombre, torpe y groseramente desconocidas las
lecciones vivas de la historia, en las cuales se aprende
que todas esas fuerzas humanas crecen y se dilatan
bajo la presión del despotismo, acabando por con-
mover y desmoronar los más fuertes poderes
Además de eso, concurrían diversas circunstancias
a dar alimento a aquella creencia Sabíamos que
algunos personajes del cuerpo diplomático extranjero
habían interpuesto generosamente sus oficios en
nuestro favor y pedían se modificara la reso-
lución del Gobierno en términos que llenaran el
propósito del extrañamiento, sin las mortificaciones
y peligros a que nos sometía el viaje en una embar-
cación a vela en las condiciones de la barca Putg.
La interposición de esos agentes, tratándose de un
acto oficial de que eran víctimas unos cuantos ciu-
dadanos, era una manifestación inequívoca de la
indignación que había arrancado el hecho, en toda
fibra humana ¿Cómo no había de ser vencido por
esas manifestaciones el Gobierno que no tuviese la
[98]
LA DEPORTACION A LA HABANA
intención de conspirar obcecadamente contra su
propia estábil idad?
No debemos ocultar otra reflexión de nuestro espí-
ritu, en esas horas de actividad fecunda en que pasa
revista a los sucesos, y suple lo real con lo imagi-
nario, dando lo posible por verosímil y lo verosímil
por verdadero Recordábamos que el Coronel Courtin
había hecho telegrama desde Maldonado, con fecha
2 de Marzo, comunicando a su Gobierno la propo-
sición que le habían hecho algunos de ios depor-
tados, quienes se obligaban, si se les dejaba en un
puerto del Brasil, a tomar el primer vapor que los
trasportase a Estados Unidos, o a la Habana, si tal
era el empeño Ese telegrama no había recibido con-
testación hasta el 4 de Marzo, en que la barca Putg
se hacia a la mar, dejando el puerto de Maldonado
< Quién sabe, si al fm, se dio una contestación favo-
rable, aunque calculadamente retardada hasta que se
hubiese verificado nuestra partida ? Si así hubiese
sido, ¿no vendríamos a tener conocimiento de ella
en Pernambuco, a despecho del Gobierno que no
previó nuestro arribo a ese puerto? En ese caso Per-
nambuco tenía que ser el término de nuestra
peregrinación
Llevábamos ya un mes de navegación, cuando se
nos dijo una tarde que sólo faltaba una singladura
para entrar en el puerto de Pernambuco Toda la
noche de ese día remó un viento fuerte y favorable
que, con mayor razón, nos hizo esperar la confir-
mación del anuncio Pero sobrevino la mañana y no
se vio signo alguno que denunciase la proximidad
del puerto, aunque navegábamos muy cerca de la
costa Pasó ese día, y el siguiente, y llegó el tercero,
sin que se avistase a Pernambuco Súpose que lo
[99}
AGUSTIN DE VEDI A
habíamos dejado atrás, sin duda por ineptitud o impre-
visión del Pilota. Y una vez que eso había suce-
dido, se hacia difícil remontar las corrientes entonces
contrarias y los vientos también generalmente adver-
sos. La barca Pmg bordejaba inútilmente, sin ade-
lantar en la jornada La fuerza de las corrientes la
alejaban más y más del puerto a donde quería
dirigirse.
En esta situación nos hallábamos, cuando el con-
sejo de a bordo, resolvió tomar un práctico que diri-
giese el buque Se 120 la bandera de estilo en el
palo de proa, y se bao rumbo a una ¿angada que
se avistaba en el horizonte. Las jangadas son una
especie de embarcación indígena, usada por los pesca-
dores de las costas del Brasil y que consiste simple-
mente en un hacinamiento de maderos, afilados en
sus extremidades Una tabla de medio metro escaso
de ancho y uno de profundidad que se introduce de
costado en el centro de la ¿angada, hace el servicio
de quilla. Un pequeño remo, fijado a uno de los
extremos de la nave, sirve de timón Una vela de
tela delgada, adherida a una gruesa caña de bambú,
y que es necesario humedecer de tiempo en tiempo
para darle tensión, da a esas embarcaciones una
prodigiosa rapidez. Dentro de la ¿angada llevan los
pescadores una cesta de mimbres para echar el pes-
cado y un gran mate donde guardan bananas para
su alimento. A veces, una fuerte turbonada da vuelta
a la ¿angada, pero fácil es a los marineros restablecer
su posición natural. Generalmente dos son los hom-
bres que tripulan la ¿angada, y a veces uno de ellos
duerme sobre la vela colocada en forma de hamaca,
mientras el otro vela. Sólo en climas templados,
donde las aguas se conservan siempre a una suave
[100}
LA DEPORTACION A LA HABANA
temperatura, puede utilizarse esa clase de embarca-
ción que, naturalmente, obliga a los pescadores
a llevar los pies en el agua mientras están de pie o se
sientan en banquillos fabricados sobre los maderos
hacinados Esos pescadores viven casi siempre en el
líquido elemento y no temen alejarse hasta cincuenta
millas de las costas
En busca de uno de esos tripulantes de jangada
dirigióse la barca Putg, abdicando tristemente su
ciencia La jangada comprendió el llamamiento, y
menos huraña que otras que huyen de todo contacto
con los buques que hallan en el océano, vino al
encuentro de la barca que se puso a la capa. Ya
a su costado, entablóse entre el capitán de la barca
y el capitán de la jangada, un diálogo de que no
queremos privar a la historia,
— ¿Dónde está Pernambuco? — preguntó el capi-
tán Pvug, dando a conocer en su primera interpe-
lación que no sabía dónde se hallaba Seo Joan,
que así se llamaba el capitán de la jangada marcó
la dirección con la mano diciendo:
— Fica 14.
— ¿A qué distancia está de aquP
— Dez a sets legoas
— Necesito que venga uno de ustedes a bordo,
para servir de práctico, dijo el capitán Puig, diri-
giéndose a los dos individuos de la jangada
—¿Cuánto da V.S>
— ¿Cuánto quiere ganar usted?
— ¿Quiere V S. pagar ctncoenta md rets^
— Suba usted
UOi]
AGUSTÍN DE VEDIA
Seo Joan subió a bordo de la Puig y fue a ocupar
su puesto al lado del timonel, indicando desde allí
el rumbo que debía seguirse y dirigiéndose él a su
vez por la posición del sol durante el día y de las
estrellas durante la noche j Buena la habríamos tenido
durante un recio temporal con semejante pilotaje '
El tiempo continuó sereno, pero estaba escrito que,
ni con el auxilio de la jangada adelantaría la barca
Pmg hacia el encantado puerto de Pernambuco En
vano Seo Joan interrogaba a las estrellas, y la barca
Pmg bordejaba, ni el Joan de la pngada, ni el Joan
de la barca podían vencer el impulso de las corrien-
tes empeñadas en llevarnos a otro destino
Después de dos días de inútiles bordadas, el 6 de
Abril, el Coronel Courtin decidió por consejo del
capitán, abandonar a Pernambuco y dirigirse a Para-
hiba, capital de otra Provincia del Brasil, distante de
aquel puerto treinta leguas, cuyo acceso se conside-
raba fácil por el curso favorable de los vientos y
de las comentes que nos empujaban hacia aquella
dirección
Los deportados nos sentimos desagradablemente
impresionados al conocer esa nueva resolución, pero
tuvimos buen cuidado de no manifestarla resignán-
donos a ese golpe, como nos habíamos resignado
a todo lo que había decretado con relación a nosotros
la voluntad omnímoda de los Tezanos, en nuestra
infortunada y vilipendiada patria.
Hay épocas en la vida en que esa resignación
supone una virtud estoica. En pueblos viriles como
los nuestros son comunes los arranques del valor y la
vida no vale el precio del honor. Se afrontan fácil-
mente los combates, y se sabe morir en ellos sin
debilidad Pero, ese campo de lucha se cierra cuando
C102}
LA DEPORTACION A LA HABANA
bajo un régimen opresor y tiránico, los ciudadanos
caen en la condición de víctimas inermes* Ya no es
el valor marcial el que decide de nuestro destino.
Uncidos a la cadena de la prisión, desarmados ante
la fuerza, es inútil la resistencia, es absurda la provo-
cación. Un pensamiento sublime ilumina entonces la
mente de los mártires que se refugian en la espe-
ranza de mejores tiempos, y confían en esa justicia
inexorable de la historia que decreta la caducidad
y la muerte de todos los poderes cimentados sobre
la violencia y el crimen La conciencia de la virtud
y de la inocencia esparce entonces la serenidad y la
calma en sus corazones La fe en el triunfo de los
principios, en la vindicación de los oprimidos, los
alienta y los retempla Los verdugos se asombran
muchas veces de la expresión serena que alumbra
la fisonomía de sus víctimas no comprenden que
hay para ellos un más día que acabará con el rei-
nado de la opresión y que levantará un día de su
abatimiento a la moral ultrajada
No bajo la influencia de otras impresiones se
hallaban los deportados en la barca Pmg Pero, aban-
donemos esa digresión para seguirlos en su pere-
grinación La barca dirigió, pues, su proa, hacia el
nuevo puerto indicado, del que sólo nos separaban
veinte y cuatro horas
A la mañana siguiente, estábamos a algunas millas
de Cabedelho, puerto brasileño que se halla en la
embocadura del río Parahiba El capitán no se atrevió
a seguir adelante por serle desconocido el derrotero
y no bastarle los conocimientos del improvisado piloto
de la jangada En consecuencia, izó la bandera pidiendo
práctico La bandera que al efecto enarbolaba el
capitán Puig era la española, lo que podría suscitar
{103}
AGUSTIN DE VEDIA
alguna duda sobre la nacionalidad que representaba
aquella barca de guerra
Algunas horas después se avistó otra ¿angada con
una pequeña bandera que indicaba su condición, y
no tardó en subir a bordo un flaco personaje, con
los botines en la mano* era el práctico del puerto
Este, que, a la verdad entendía su profesión, dirigió
las difíciles maniobras de la barca en su penosa
entrada en el puerto de Cabedelho
Lo primero que, en la costa, se ofreció a nuestra
vista, fue una fortaleza abandonada, cuya construc-
ción arrancaba de la época colonial y que tenía
alguna analogía con nuestro viejo Fuerte de San José.
Paralela a la fortaleza, se levantaba la población
de Cabedelho, con sus casas de teja, a que daban
sombra eíevadísimos cocoteros, inclinados bajo el peso
de las frutas apiñadas en su copa, ofreciendo uno de
los más pintorescos cuadros a la vtsta del viajero
Frente a esa población y a menos de cincuenta
metros de la orilla, fondeó la barca Putg El Coronel
Courtm ordenó que el Teniente Zucchelli, con los
cuatro marineros de la Capitanía, bajase a hacer un
reconocimiento o una descubierta en el pueblo, y
a entenderse con la autoridad local para manifes-
tarle la causa del arribo forzoso del buque a ese
destino.
La expedición regresó con algunas provisiones,
compuestas de dulces y de cocos, y con una adqui-
sición importante de dos carneros padres, hecha por
el Teniente Zucchelli, quien desgraciadamente creyó
ver propiedades inmejorables donde los inteligentes
habrían visto insanables inconvenientes, dado el des-
tino de aquellos preciosos animalitos Así fue que la
carne beneficiada apenas pudo pasar envuelta en la
[104]
LA DEPORTACION A LA HABANA
salsa preparada por el cocinera de la Putg, a cuyas
dotes nos complacemos en hacer justicia, siquiera sea
en compensación de las penas que devoró alguna vez
El subdelegado de Cabedelho, única autoridad del
lugar, anunciaba una visita al Coronel Coumn por
intermedio del Teniente Zucchelli Efectivamente, no
tardamos mucho tiempo en conocer al subdelegado,
quien nos entretuvo vanas veces narrando propias
y ajenas hazañas.
Después de haberse enterado el Coronel Courtin
de la posibilidad de proveerse en Cabedelho de los
víveres necesarios, desistió de subir hasta Parahiba
Cuando se trató de arribar al puerto de Pernam-
buco, se convino con el Coronel Courtin en que de
allí podríamos dirigir un telegrama a nuestras fami-
lias Al variar de dirección y encaminarnos a Parahiba,
el Coronel Courtin declaró que de todos modos
podríamos mandar el telegrama* En Cabedelho se
habló de lo mismo, y contando con el asentimiento
del Jefe de la expedición, se trató de hallar una
persona que hiciera viaje a Pernambuco para que
de allí dirigiese el telegrama, remitiera nuestra corres-
pondencia y recogiese los diarios que pudieran ilus-
trarnos sobre la situación de la República Oriental
con posterioridad a nuestra prisión y destierro
Hallamos un mensajero en quien menos calidades
aparentes, para ese objeto, revelaba a nuestros ojos
No conocíamos todavía, sino muy superficialmente
al Dr D José Campana, quien, encadenado en el
estrecho recinto de popa de la barca Putg, como un
ave en su jaula, no había tenido ocasión de des-
plegar a nuestra vista sus calidades distintivas
Aprovecharemos esta oportunidad de trazar a gran-
des rasgos el retrato moral del Dr Campana Cuando
[105 3
AGUSTÍN VB VBDIA
se presentó por primera vez una noche a saludarnos,
en el fondo de la bodega oscura y lóbrega de la
barca, alumbrada apenas por un cabo de vela, su
nombre, el ofrecimiento de sus cuidados científicos,
arrancónos una expresión involuntaria de hilaridad
No le conocíamos aún; menos debíamos esperar que
el Gobierno de Montevideo que nos arrofaba a los
infiernos, se preocupase de enviarnos Médico, y
mucho menos aún debíamos creer que un Médico
de reputación y de ciencia, abandonase su posición,
su clientela, el mundo, en una palabra, para ir
a encerrarse con nosotros en aquel sepulcro desti-
nado a flotar sobre la superficie del océano, cuando
otra cosa no decretaran las olas y los vientos A la
verdad que, todas esas reflexiones eran naturales y
lógicas.
Pero, faltaba conocer al Dr Campana, explorar
el fondo de su carácter, los móviles de su conducta,
las fuerzas impulsivas a que cedía Las reflexiones
aplicables a la generalidad de los hombres, fallan
en una excepción dada El Dr. Campana era esa
excepción El sello distintivo de su carácter es una
impaciencia febril, que tiende a renovar, tanto como
puede, los horizontes y las escenas en que se des-
envuelve su prodigiosa actividad No hay impresión
que prevalezca en él sobre la que despierta una pers-
pectiva nueva, un cambio de decoración en el esce-
nario de la vida
Su imaginación inquieta no se detiene mucho
tiempo en un objeto, en una idea, pero bástale
generalmente ese tiempo para darse cuenta de lo que
reclamaría estudio y meditación en la generalidad
de los hombres Así nos explicamos su profesión
científica en la que ha acreditado idoneidad y com-
11061
LA DEPORTACION A LA HABANA
petencia, y a cuyos recursos han necesitado apelar
casi todos los deportados, el Coronel Courtin y muchos
de los individuos de la guarnición y de la tripu-
lación de la barca.
Tampoco de otra manera se explica su condición
de Médico a bordo de la barca Putg El Dr Campana
tenía en Montevideo su clientela, sus relaciones, su
familia Pero el viaje oficial que se le proponía era
una emoción fuerte que rompía la monotonía de la
vida ordinaria iba a llenar funciones altamente
humanitarias en un viaje que ofrecía aventuras
romancescas Era bastante para precipitar al Dr. Cam-
pana en esa jornada
La comunidad de nuestro destino, la vida íntima
y familiar que hemos arrastrado medio año en el
mar, nos ha hecho reconocer recíprocamente, y hemos
podido descubrir durante ese tiempo apreciables cali-
dades en el hombre y en el médico
Fue, pues, el Dr Campana quien se ofreció a tras-
ladarse a Pernambuco, con el fin indicado, saliendo
en efecto para aquel destino el 10 de abril por la
tarde
Con grande asombro de nuestra parte, el Dr Cam-
pana estuvo de regreso a la madrugada del tercer
día de su partida Había tenido que remontar el
río en una canoa hasta Parahiba, distante tres leguas
de Cabedelho, allí había tomado caballos y acom-
pañado de un baqueano se había puesto inmediata-
mente en camino, viajando toda la noche, hasta
llegar a su destino Una vefc en Pernambuco, se
había dirigido al Correo, a la oficina telegráfica, al
Consulado, y aun no le había faltado ocasión de
hablar detenidamente con el Sr D José Vasconcellos,
Redactor del Jornal do Recife, órgano del partido
1107}
AGUSTIN DE VEDIA
liberal, a quien instruyó de las condiciones en que
veníamos los deportados en la barca Putg
Esa conferencia del Dr. Campana con el señor
Vasconcellos debía tener las más importantes conse-
cuencias, si bien, por una extraña fatalidad no debían
ellas alcanzar a los ciudadanos orientales arrastrados
lejos de su patria y de sus hogares
El Sr Vasconcellos, alma generosa y sensible,
fuertemente impresionada con la pintura de nuestro
infortunio, espíritu ilustrado y liberal, afectado por
un hecho que acusaba tanto retroceso, inteligencia
clara, que busca en los adelantos de la ciencia polí-
tica, dentro y fuera del país, las bases de organi-
zación de la sociedad, comprendió desde el primer
momento, interpretando a la vez el espíritu de su
época y de su partido, que honraría a su patria todo
acto que tendiera a impedir la consumación defi-
nitiva de un atentado que debía levantar la más
enérgica reprobación en todos los pueblos cultos y
civilizados
A no dudarlo, debióse a la iniciativa del señor
Vasconcellos los esfuerzos hechos por el Gobierno
del Brasil en favor de los deportados orientales El
Presidente de la Provincia de Pernambuco, cediendo
a idénticos móviles, prestó su más caluroso apoyo al
pensamiento y así autorizado, llegó a la corte impe-
rial que supo hacer honor a la humanidad y a la
civilización del siglo, intercediendo directamente para
arrancar al Gobierno de Montevideo la revocación del
úkase inhumano, con que sólo han conseguido sus
autores cubrirse de oprobio y de vergüenza.
El gobierno imperial, consiguió aquella revocación,
y habiendo llegado la orden al puerto de Cabedelho
al día siguiente de la salida de la barca Puig, hizo
£108}
LA DEPORTACION A LA HABANA
telegramas a los puertos más apartados del imperio
en el océano, previendo la posibilidad de que el
buque arribase a alguno de ellos en su tránsito
Aunque esas tentativas no alcanzasen el resultado
a que se aspiraba, no por eso han sido menos lauda-
bles, ni merecen menos un justo reconocimiento de
parte de los ciudadanos orientales entregados a una
suerte inclemente Actos tan honrosos como los que
mencionamos recogen en el tiempo benéficas conse-
cuencias. Así pudieran ser un gaje de confraternidad
entre pueblos que tienen un mismo destino, bajo la
ley común de solidaridad que los une
El Jornal do Rectfe, que dirige el Sr Vasconcellos,
hizo una fiel y viva pintura de las mortificaciones
físicas y morales a que íbamos sometidos los depor-
tados en la barca Pmg, con arreglo a los datos fide-
dignos transmitidos por el Dr Campana. Nos com-
placemos en reproducirla aquí
Habla el Jornal do Rectfe, fecha 12 del pasado
"La barca Puig que, como saben los lectores, salió
del puerto de Montevideo el 26 de Febrero último
con destino a Cuba, llevando deportados a diversos
prisioneros políticos, por orden del gobierno actual
de aquella República, arribó el día 7 del corriente
a la Provincia de Paralaba, de donde vino por tierra a
esta ciudad el médico de a bordo, Sr. Dr. J. Cam-
pana, a fin de pasar telegramas a Montevideo, anun-
ciando la entrada del buque en aquel puerto, y que
hasta la fecha no había muerto ninguno a bordo,
a pesar de las pésimas condiciones en que se hallan
todos, tanto los deportados como sus guardianes,
pésimamente alimentados y pésimamente alojados.
"Dícenos el Dr. Campana, con quien hablamos,
que desde hacía cuarenta y tantos días que estaba
{109}
AGUSTIN DE VEDIA
embarcado en la Putg dormía al relente de la noche,
acostado sobre el puente del buque, por ser ése el
mejor lugar que había hallado, que lo mismo
sucedía a sus compañeros de viaje
"Que durante el día, un sol abrasador los quema,
cuando no se ven empapados por una lluvia torren-
cial, lo que hace aún mayor el suplicio de este viaje,
que tan lejos está del fin, si Dios permite que allá
lleguen
"La Putg es una vieja barca española, que el
gobierno oriental fletó para transportar los depor-
tados, que como se sabe, son todos hombres políticos
que han ocupado posiciones más o menos elevadas
en su país
"Según decía una carta recibida de Parahiba, ellos
iban a pedir la protección del gobierno brasilero,
alegando hallarse dentro de un puerto del Brasil,
aunque en un buque con bandera extranjera y hono-
res de buque de guerra, pero en el cual, por las
condiciones en que se halla, la vida de todos corre
inminente peligro
"Que siendo el motivo por el cual están detenidos,
enteramente político, lo que no les priva su perma-
nencia en el Brasil, esperan que el gobierno brasi-
lero los proteja, una vez que la suerte los ha traído
a sus playas
"El Dr Campana regresó antes de ayer mismo para
Parahiba en el vapor Para"
El Dr Campana nos llevó de Pernambuco los
últimos diarios de Río de Janeiro. Su lectura nos
dio una idea de la situación calamitosa que abru-
maba a nuestro país.
El Gobierno acababa de presentar a la conside-
ración de las farsaicas cámaras legislativas el mons-
C110]
LA DEPORTACION A LA HABANA
truoso proyecto por el cual se pretendía monetizar
las deudas públicas expresión acabada de la impu-
dicia de aquellos groseros comunistas que, en los
más respetables derechos, adquiridos bajo la sanción
de la fe pública, sólo veían la fuente de especula-
ciones desordenadas Nos sentimos abrumados al
pensar en el porvenir de la patria angustiada, bajo
tan negros auspicios entrevistos Si aquella iniquidad
se realizara, ,qué herencia de ruina, de bancarrota
y de disolución para el país r Pero no temimos que
esos proyectos se tradujeran en hechos positivos
Teníamos confianza plena en la influencia incontras-
table de los intereses legítimos que se intentaba
sacrificar al empirismo y a la explotación que habían
tomado el Gobierno por asalto Al fin caería ven-
cida la arbitrariedad y se salvaría el país del abismo
en que quería precipitársele
Las correspondencias anunciaban también que la
dictadura de Tezanos había impuesto a los Miembros
del Tribunal de Justicia el procedimiento que habían
de observar en los juicios de quiebra iniciados contra
algunos de los Bancos, y agregaba que los agentes
extranjeros, alarmados de medidas tan atentatorias y
de tan espantoso desorden, se habían creído en el
caso de protestar de la manera más enérgica contra
ellos, en guarda de los intereses de sus connacionales
El Ministro Bustamante, en la red de esas compli-
caciones, había apelado a una doctrina no hace mucho
tiempo sostenida por sus adversarios y negada por él,
para desconocer la procedencia de la vía diplomática
en cuestiones y reclamaciones que tienen sus jueces
naturales, ante los cuales correspondía únicamente
acudir a los damnificados. Pero el Gobierno de
Tezanos debía burlarse el primero de la eficacia de
[Ul]
AGUSTIN DE VEDIA
esas garantías que reposan en la división e indepen-
dencia de los poderes públicos, y que desaparecen
cuando una dictadura audaz e invasora suprime los
jueces y sustrae sin miramiento alguno a su juris-
dicción todo lo que la ley ha querido colocar bajo
la égida protectora de la justicia.
Los proscriptos orientales encadenados a la suerte
de la barca Pmg nos entregábamos a reflexiones
amargas ante el triste espectáculo que ofrecían a la
faz de las demás naciones los hombres que habían
usurpado el poder político en nuestro país y que de
esa manera abatían la dignidad nacional, derribando
las bases en que reposa toda sociedad regular y civi-
lizada. — ¿Hasta dónde seguiría rodando el país en
ese vértice sombrío? — Nuestra fe inconmovible en
el triunfo de los principios eternos de verdad y de
justicia nos aseguraba, empero, que llegaría el día
de la reparación. De la misma intensidad del mal
suele brotar el remedio heroico Llega un momento
en que el mal se desarrolla en proporciones de tal
naturaleza que gravita sobre los mismos que de él
se sirvieron contra la sociedad oprimida Entonces $e
cumple la ley del Evangelio y de la historia { Suena
la hora en que las sociedades se emancipan y en
que caen los opresores 1
IV
A la llegada del Dr Campana de su viaje a Per-
nambuco, la barca Puig debía hacerse nuevamente
al mar. El Piloto Alsina desembarcó en Cabedelho
para esperar el vapor que lo trasportara a Pernam-
buco, donde debía tomar el paquete para el Río de
[112]
LA DEPORTACION A LA HABANA
la Plata. Al poner el pie en tierra, sus pulmones,
por tanto tiempo comprimidos, deben haber respi-
rado a sus anchas. El infeliz, en medio de la familia
del capitán, toda de armas llevar, y del coronel, que
lo puso más de una vez a prueba, condenado a un
mutismo absoluto, y apenas con el derecho de expre-
sar en sus lánguidas miradas los sufrimientos de su
alma, no entrevio reposo para sus días sino en la
tumba Sepultóse en su camarote, en medio de un
montón de bolsas y de escobas, y rechazó por muchos
días el alimento del cuerpo que fue languideciendo
en proporciones tan sensibles, que el numen poético,
que se asila siempre en las naturalezas flacas, des-
pertóse en él con ardor. Así es que, al salir de su
camarote, no para ir al cementerio, sino para des-
embarcar por sus propios pies en Cabedelho, dirigió
al Coronel Courtin un triste despido en verso, del
que hizo una segunda edición para obsequiar a uno
de nuestros compañeros, que, en un principio, no
sospechó la licencia poética del autor
Era el día 13 de Abril cuando la barca Pmg
intentó salir del puerto, pero la barra no ofrecía
bastante agua y después de haber avanzado un
pequeño trecho, tuvo que anclar nuevamente. Al día
siguiente a las ocho de la mañana, se hizo nueva-
mente a la vela, y esta vez no halló obstáculos que
detuvieran su marcha, con viva satisfacción de los
que, no esperando ya nada favorable del destino,
empezábamos a desear que corrieran los días que nos
separaban del término de nuestro viaje, del principio
de nuestra libertad, — 4 Quién diría entonces que una
dilación de veinte y cuatro horas hubiera bastado
para operar en nuestro destino la más completa
transformación 1 — . La barca Pmg huía, huía empu-
1113]
10
AGUSTIN DE VEDIA
jada por un vienta enemigo de la noticia que corría
a nuestro encuentro, <-Por que, entonces, no fue enca-
denada por aquellas calmas que ma!> tarde habían
de abrumar nuestro espíritu?
Se nos había hecho entender que la parte más
difícil y peligrosa de nuestro viaje se había vencido,
llegando a las alturas de Pernambuco Se aseguraba
por el Capitán Pulg, quien había hecho cuatro
o cinco veces la misma travesía, y que conservaba
sus diarios de navegación, que, desde Parahiba hasta
la Habana, los vientos y las corrientes nos serían
invariablemente propicios, de modo que, en 18 o en
20 días a lo sumo, llegaríamos al puerto de nuestro
destino Repetíase eso en todos los tonos, y tantas
veces se nos había hablado de las fuerzas de las
corrientes favorables que se hacía subir hasta cuatro
millas por hora, que habíamos concluido todos por
hacernos la ilusión de que la pesada barca Putg iba
a adquirir una agilidad extraordinaria y a volar sobre
la superficie del océano hasta el puerto de salvación
Cuando alguien avanzaba, al principio, alguna
duda al respecto, atribuyendo la rapidez de aquellos
viajes a las condiciones marinas de los buques que
montaría en otra época el Capitán Puig, éste se apre-
suraba a decir que aquellos buques no eran mejores,
por no decir que eran peores que su nueva, o más
bien, su vieja barca Si esto era así, ya no quedaba
duda. Unicamente debía intrigarnos una reflexión
que no nos ocurrió entonces, jCómo serían los
buques de antaño, cuando eran peores que la barca
Pmg } Este capitán estaba desuñado entonces a man-
dar las carretas del océano!
Bajo una grata impresión escribimos pues, a nues-
tras familias, desde Cabedelho, y esa esperanza nos
£114}
LA DEPORTACION A LA HABANA
mecía cuando la barca Pmg se hizo nuevamente a la
vela, abandonando aquel puerto donde se había déte-
nido siete días Tanto más animados nos hallábamos
en esta segunda parte del viaje, cuanto que, creíamos
haber mejorado mucho sus condiciones Nos habíamos
provisto de algunos miles de naranjas, cocos, bana-
nas, limones y ananás, además de otros artículos,
como a2iicar, dulces y pan, con todo lo que nos
proponíamos hacer más liviana y menos penosa la
vida monótona que nos aguardaba Debíamos expe-
rimentar, además, un cambio favorable en el departa-
mento de la bodega que nos estaba destinado. Se
había comprado en Parahiba algunas piezas de loneta
para fabricar un toldo que se necesitaba a popa y
una manga que comunicase aire a nuestro recinto,
donde por más de un mes habíamos venido sofocán-
donos, y aspirando las emanaciones insanas que se
desprendían de los costados del buque, y de las grietas
de las tablas divisorias de la bodega, asilo de repug-
nantes insectos que se multiplicaban allí asombrosa-
mente, como en su reino privilegiado.
No pasaría mucho tiempo sin que sucedieran
impresiones ingratas a las alegres esperanzas y a las
candidas ilusiones
Al levantarnos una mañana, a los dos días de la
salida de la barca Pmg del puerto de Cabedelho,
sorprendiónos un cartel fijado en la puerta de la
pequeña cámara del coronel y del capitán Com-
prendía ese cartel una sene de disposiciones nuevas
a que, en lo sucesivo, debían sujetarse los presos.
Prohibíase subir a la toldilla del buque, en los tér-
minos más absolutos, pues según la letra del cartel,
que recordaba las leyes de Alfonso, no se podría estar
en aquel sitio de pie, acostado, ni sentado lo que en
[115]
AGUSTIN DE VEDIA
concepto de los sabios hablistas de la Putg, proscri-
bía todas las actitudes del cuerpo humano, sin dejar
asidero a evasivas ni chicanas.
Es necesario darse cuenta de la importancia que
tenía para los deportados la toldilla vedada por
aquella primera Partida La popa de la barca contenía
un espacio no mayor de cuarenta metros cuadrados
En ese recinto se hallaba el timonel, la boca de una
cámara baja, una casilla de uso indispensable, el
palo de popa, donde se cargan la mesana y la escan-
dalosa, dos grandes pipas de agua y algunos otros
barriles y tinas de diferentes aplicaciones Natural-
mente, a babor y estribor, sujetábanse las cuerdas de
las velas, brazeadas a cada momento, operación a
que acudían cinco o seis marineros, obligando a los
deportados a andar de Heredes a Pilatos, sin que
haya en esto alusión personal De esa manera, apenas
quedaba un pequeño espacio, donde con esfuerzo se
revolvían algunos de los presos. La toldilla era para
nosotros una prolongación de ese espacio Era allí
donde, con mayor desahogo, podíamos algunos entre-
garnos a leer; o a donde íbamos a buscar, en días
de sol ardiente, un poco del aire que en la altura
circulaba más libremente, y un poco de la sombra que
brindaban las velas Esas eran las pequeñas ventaj'as
que la orden del día nos arrebataba con una cruel-
dad inútil. Díjose que era necesario mantener libre
la toldilla para recoger agua cuando lloviese, pero
el destino preferente que más tarde recibió vino a
demostrar que de todo, menos de recoger agua lim-
pia, se preocupaban las autoridades del buque. En
efecto, la toldilla sirvió en lo sucesivo para secador
de las ropas menores y mayores de la capitana y
demás familia, lo que solía dar un aspecto nada
C U6]
LA DEPORTACION A LA HABANA
marcial al buque primero de la escuadra nacional,
mandado por el coronel Courtin
Por la misma orden del día se prohibía la entrada
a la camarilla del coronel y del capitán, donde los
deportados no penetraban por costumbre, y que
únicamente sirvió de refugio momentáneo a aquellos
a quienes las lluvias torrenciales del trópico sorpren-
dían en la popa, y que, sólo después de haberse
puesto a prueba, aguantando pacientemente la lluvia,
cansados de ser héroes, se animaban a cobijarse un
instante en albergue tan poco hospitalario.
Por último, el edicto establecía las horas del té,
del almuerzo y de la comida, prescribiendo que esos
actos serían anunciados solemnemente por el toque
de una campana histórica y tradicional de la fami-
lia Pmg
El objeto de esas medidas no era otro probable-
mente que confinarnos en la bodega del buque, donde,
en efecto, desde entonces, nos dejamos estar casi todo
el tiempo posible, con tanta más razón, cuanto que,
la colocación de la manga, siempre que reinaba
viento, hacía más soportable la atmósfera que allí
se respiraba.
Se hicieron entre los deportados, como es natural,
diversos comentarios sobre esas disposiciones en que
se descubría un propósito innoble, de hacer más mor-
tificante aún nuestra desgraciada situación Alguien
dijo que todas esas medidas habían nacido exclusi-
vamente de la voluntad del capitán Puig quien, en
el puerto de Cabedelho, había impuesto sus condi-
ciones al coronel Courtin para seguir adelante, asu-
miendo en consecuencia, desde entonces, facultades
dictatoriales.
1117}
AGUSTIN DE VEDIA
Todo puede ser. El capitán D Juan Puig ha jugado
un papel muy principal en la expedición a la Habana
Un hombre humano y compasivo, en su puesto,
habría dulcificado mucho la situación de los depor-
tados el capitán fue un agente más al servicio de
los verdugos
Naturaleza tosca y grosera, no fue capaz de com-
prender lo que había de injusto, de violento y veja-
torio en la suerte de aquel grupo de ciudadanos
orientales, arrastrados al destierro en semejantes con-
diciones Vio un crimen en los arranques de su
natural impaciencia, en su ansiedad por acelerar el
término de su maraño, en travesuras aconsejadas por
las privaciones y penurias del viaje, y se convirtió
en un guardián adusto y sombrío, dispuesto a hosti-
lizarnos por todos los medios de que disponía
Se irritaba si uno de nuestros compañeros de infor-
tunio iba a consultar el rumbo de la barca, o hablaba
del buen o del mal tiempo, si observaba la dirección
del viento, o si creía entrever en el horizonte la
tierra que él no había visto primero, o si calculaba
la marcha del buque y deducía la singladura del día
siguiente Todo eso correspondía a su ciencia nigro-
mántica, y debía ser vedado a los profanos. ¡Qué
sacrilegio, levantar el velo de todos esos misterios 1
¡Un día se jactaba de haberse hecho el dormido
en la noche anterior, por ver si conseguía atrapar a
uno de nuestros compañeros que había ido a acercarse
a la camarilla de popa con la idea de hacerse de un
pan, para compartirlo con sus compañeros, desvelados
por exceso de debilidad!
Ese era el capitán D, Juan Puig, a quien se atribuía
la invención de las nuevas disposiciones restrictivas
[118}
LA DEPORTACION A LA HABANA
contenidas en el cartel, fijado a la puerta de la
camarilla
Hemos omitido en su lugar la anotación de una
circunstancia que no debemos pasar desapercibida
El Dn- Campana, a su llegada a Paralaba, preocu-
pándose de lo que pudiera afectar las condiciones
higiénicas del buque, se había enterado que el agua
de Cabedelho, extraída de lo que llamamos cachim-
bas, contenía sustancias animales que harían inevi-
table su corrupción en las pipas, razón por la cual
los buques nunca la utilizaban, prefiriendo ir a
tomarla expresamente a Parahiba, con recargo de
gastos» Antes de seguir su viaje para Pernambuco,
el Dr Campana se apresuró a poner esa circunstan-
cia en conocimiento del coronel Courtin, por medio
de una nota que le envió desde Parahiba con el
Teniente Zucchelli, quien lo había acompañado hasta
esa altura
A su regreso, interpeló a ese respecto al coronel,
quien le contestó que ya el agua estaba a bordo, y
que no se preocupase de eso El Dr Campana le
objetó que su deber era precisamente preocuparse de
lo que podía comprometer las condiciones higiénicas
del buque, que ésa y no otra era su misión a bordo,
en la que le cabía una sena responsabilidad Pero
el coronel ruvo a bien imponerle silencio
Las previsiones del Dr Campana, por desgracia,
no tardaron en confirmarse El agua que primero se
extrajo de las pipas depositadas en la bodega, estaba
ya descompuesta, a pesar de que habían sido lavadas
e impregnadas de azufre El grado de descomposición
iba aumentando naturalmente en proporción que
pasaban los días Era ésa, sin embargo, el agua con
que se hacía la comida, y la que muchas veces tenía-
[119}
AGUSTIN DE VEDIA
mos que tomar, neutralizando su gusto y su olor
con ácido cítrico y esencia de limón que el doctor
Campana había llevado en su botiquín.
Una de las más grandes contrariedades que sufri-
mos entonces, y que era una reproducción de las que
habíamos experimentado en el viaje de Maldonado
a Cabedelho, era aquella a que les sometía la ope-
ración diana de llenar las dos pipas colocadas a
popa, con el agua depositada en la bodega Para
ejecutar esta operación, se colocaban en fila ocho o
diez de los soldados, sucios y harapientos, desde el
depósito de la bodega, hasta el pie de las pipas que
debían llenarse, y empezaban a pasarse los baldes de
agua, cuyas emanaciones pútridas llegaban hasta
nosotros en los rincones más apartados del buque,
por más que nos cubriéramos el órgano que las
aspiraba y nos esforzáramos en colocarnos en sentido
inverso a la corriente del viento, a fin de evitar esa
otra corriente, infecta Para agravar esas mortifica-
ciones, sea por un capricho del capitán Puig, cuya
buena voluntad hacia nosotros es ya conocida; sea
efecto del orden o de la distribución del servicio, o
simplemente de la casualidad, el hecho es que la
hora elegida para llenar de agua las pipas era
siempre la de la comida. Parecía que no se hubiera
querido omitir m aun ese medio de poner a prueba
los órganos sensibles de aquellas víctimas de la tira-
nía, que lejos estaban de poder rivalizar con los
personajes de cuartel, en medio de los cuales habían
sido arrojadas Pero, ¿qué importa que aspiráramos
las emanaciones de agua corrompida, si estábamos
condenados a alimentarnos con ella?
Pasaron los días Estábamos a 17 de Abril cuando
sobrevinieron las calmas este nuevo suplicio de la
[120 3
LA DEPORTACION A LA HABANA
navegación a vela que nadie debía experimentar más
decorosamente que los que esperábamos recobrar
nuestra libertad al término de nuestro viaje .
¡Las calmas! No había tempestad ni huracanes que
no fueran invocados por nosotros en esas horas en
que, próximos a la línea ecuatorial, la naturale2a
parecía adormecida, como la bella del bosque encan-
tado; cuando el cielo no tenía una ligera nube y el
mar se nos aparecía como un inmenso espejo de
bruñido acero, en el que, se quebraban, en millones
de facetas, los rayos deslumbradores del sol, cuando
la barca Putg, punto negro y aislado en medio del
océano sin riberas, parecía como encadenada por una
divinidad invisible, cuando ni el más suave soplo
hinchaba el velamen que se sacudía sólo por efecto
de los vaivenes del buque, cuando buscábamos, en la
inmovilidad y en la sombra, un preservativo contra
la sofocación, horas de ansiedad y de tristeza para
nuestra alma, cuya agitación contrastaba tan chocan-
temente con la calma muda e indiferente de la
naturaleza 1
Cuando cedían las calmas y nos visitaban las
brisas, operábase a bordo de la Puíg una transfor-
mación completa Si las brisas eran favorables, las
fisonomías de los deportados aparecían risueñas, y
el genio festivo y juguetón acababa de enseñorearse
de todos los espíritus Aunque el viento no fuese
propicio era mil veces preferible a la calma, y ali-
mentábamos la esperanza de que rondara hasta
fijarse en nuestro rumbo, o de que un chubasco
amigo viniera a cambiar repentinamente la dirección
del viento reinante.
Las primeras contrariedades del viaje empezaron a
hacernos comprender cuan ilusorio era asignarle un
[121]
AGUSTIN DE VEDIA
término tan cercano como el que se le había fijado
en Cabedelho* El desaliento adquiría mayores pro-
porciones cuando veíamos que, si soplaba un viento
favorable, capaz de imprimir a la barca un impulso
enérgico, el capitán se apresuraba a arrear la mayor
pane de las velas, precaución a que, sin duda, le
obligaba la inseguridad de las cuerdas y del velamen
Algunos de los compañeros abrigaban, sin embar-
go, o aparentaban abrigar una fe viva en el pronto
termino del viaje. El espíritu se complace a veces
en alimentarse de ilusiones y en cubrir de flores la
áspera corteza de la vida ¿Qué sería en muchos
casos de la existencia humana, tan reciamente com-
batida, sin ese privilegio de la imaginación 7 Cuenta
un célebre romancista que los antiguos, condenados
por Nerón, se sentaban a la mesa, coronados de
flores, y aspiraban dulcemente la muerte, envueltos
en el perfume de los hehotropos y las rosas
Tres días estuvimos detenidos por las calmas, cinco
grados al Sur de la línea Después, soplaron los
vientos, pero vientos desfavorables que se sostuvieron
durante algunos días El capitán Puig, que tantas
seguridades había dado en contrario, no acertaba a
explicarse el fenómeno sino por obra de una inter-
vención satánica, de que hacía responsables a aque-
llos de nuestros compañeros que tenían por hábito
ir a consultar diariamente la dirección de la aguja
magnética, y que, con una culpable curiosidad, siem-
pre a juicio del capitán Puig, habían provocado
indudablemente la venganza de los hados o de los
vientos implacables
Eran las doce de la noche del día 21 de Abril,
cuando el viento, por primera vez, empezó a soplar
en popa. Al día siguiente, el tiempo estaba despe-
[122}
LA DEPORTACION A LA HABANA
jado, el viento seguía favorable Supusimos con razón
que ya no nos abandonaría hasta remontar el cabo
de San Antonio, porque, en efecto, esos vientos, lla-
mados alisios, soplan generalmente en una dirección
fija durante todo el año, sea del nordeste, sea del
sudeste, cubriendo una extensión de 56 grados de
latitud, 28 al Sur y 28 al Norte del Ecuador
Creemos de interés transcribir lo que sobre este
curioso fenómeno, leemos en la Historia de la Civi-
lización en Inglaterra, de Buckle
"Bien comprendidas son actualmente las causas de
esa regularidad, se sabe que provienen en parte del
movimiento de la tierra, pues el aire frío que viene
de los polos se desliza constantemente hacia el Ecua-
dor, y produce así los vientos del Sur en el hemis-
ferio meridional Esos vientos se apartan siempre de
su curso natural a causa del movimiento de la tierra,
cuando ella gira sobre su eje del oeste al este, y
como la rotación de la tierra es naturalmente más
rápida en el Ecuador que en cualquier otra parte,
sucede que en la inmediación del Ecuador la rapidez
es tan considerable que sobrepasa los movimientos de
la atmósfera, alejándose de los polos, fuem a esos
movimientos a tomar otra dirección, y da lugar a
esas corrientes hacia el Este, que se llaman los vientos
alisios"
El tiempo y el viento continuaron favorables, pero
transcurrían los días y no se hablaba de que hubié-
semos pasado la línea. Tampoco conocíamos, nunca,
a ciencia cierta, las singladuras de la Puig Si se
interpelaba al capitán por algún compañero que
conservase buena relación con él, decía, por ejemplo,
que habíamos recorrido 36 leguas; su hijo, el Piloto,
daba sólo 30, y el coronel Courtin, iniciado, al pare-
[123]
AGUSTIN DE VEDIA
cer, en los misterios científicos de la camarilla, la
hacía subir hasta 40 Al pensar hoy en el tiempo
que empleamos en franquear la línea y en llegar a
la Habana, creemos aproximarnos más a la verdad
estableciendo que esas singladuras nunca pasaron,
sino por marcada excepción, de 90 millas.
Según nuestros recuerdos y presunciones, la línea
debió pasarse el 26 de Abril, a los doce días de la
salida de Cabedelho, fecha señalada por la circuns-
tancia grave y significativa de haberse afeitado el
capitán D Juan Puig
El día 27 de Abril pasó un bergantín por el cos-
tado de la barca Pmg. Lo habíamos visto aparecer
a popa en el horizonte, y no tardamos en perderlo
de vista por la proa 4 Qué penosa impresión dejó en
nuestro ánimo la aparición y desaparición de ese
buque 1 Pensábamos en los días que se anticiparía a
la llegada de nuestra barca, pues, visiblemente, se
encaminaba al mismo destino, pensábamos en todo
lo que podría sobrevenir durante ese tiempo, y nos
rebelábamos interiormente contra la pesadez del
buque que nos arrastraba A pesar de todo, no faltaron
ocurrencias irónica*» y paralelos epigramáticos que
llegaron a oídos del capitán, lastimando su amor
propio El capitán quería a su barca como a una
criatura suya, y parecía serlo, en efecto. En su entra-
ñable cariño, Puig quería explicar lo que no necesi-
taba explicación, diciendo que el bergantín pertene-
cía a un sistema nuevo de embarcaciones americanas
que, sin duda, estaba en vía de ensayo. Pero para
desgracia suya y nuestra, sucedió que después apare-
cieron y desaparecieron vanos buques, dejando atrás,
en unas cuantas horas, a la imponderable barca Ptag.
[124}
LA DEPORTACION A LA HABANA
¿Si todos ellos serían buques de nueva invención,
que se ensayaban recién?
Entre tanto, mientras se alejaba cada vez más el
término del viaje, se agravaba nuestra situación a
bordo de la barca Pmg. La descomposición del agua,
de la que se resentían todos los alimentos, nos some-
tía a duras pruebas. Las horas de la comida, espe-
cialmente en días lluviosos, ofrecían escenas de que
no queremos privar al lector al efecto, vamos a
describir algunas de ellas
Un día, a fines de Abril, el tiempo era tempes-
tuoso y llovía abundantemente En el estrecho espa-
do que brindaba la popa del buque, y bajo un
escaso toldo, veíanse agrupados los 15 presos, el
coronel Courtin, el Dr, Campana, pl Practicante, el
Teniente Zucchelli, el timonel y el Piloto, es decir,
21 personas, cada cual en la actitud más aparente
para escapar a la lluvia de que apenas les preservaba
el toldo, unos sentados, otros acurrucados o de pie.
Llegó la hora de comer, y los presos quedaron
solos, porque el Jefe y demás funcionarios nombra-
dos pasaban a la cámara donde les esperaba la mesa
tendida.
En una cesta que apenas conservaba su forma y
mucho menos su color primitivos, guardábanse los
sucios y ordinarios cubiertos, cuya distribución empe-
zaba a hacer uno de los caballeros de la corona,
nombre con que, en la comunidad de los deportados,
se designaba a los cuatro marineros de la Capiranía,
que solían imponernos sus leyes Entre esos cubiertos
había tenedores de dos dientes, cuchillos y cucharas
de composición indefinible, que, a veces, a una recla-
mación de los presos, eran repasados con un trapo
U25]
AGUSTIN DE VEDIA
que, al efecto, sacaban del bolsillo, con aire perezoso,
Felipe Velázquez o Santiago Cabán
El grupo mayor de los deportados estrechábase
entonces en torno a una mesita, de un metro cua-
drado que se había hecho últimamente para jugar
al dominó Seis o siete quedaban fuera de la mesa,
y como ésta se hallaba bajo el centro del toldo, se
colocaban a los costados, amparándose cuanto podían
de la lluvia inclemente que caía sin cesar. En el
centro de la mesa se había colocado un palo vertí-
cálmente, suspendiendo por ese medio el toldo para
evitar que se empozase el agua y filtrase así sobre
la mesa. Los que no alcanzaban a cubrirse con el
toldo, se ingeniaban como podían para preservar su
plato del agua, entre tanto se servía la comida,
Al fin, después de algunos largos minutos, apa-
recía por el costado dé estribor la cabeza de Veláz-
quez, quien traía una de esas latas en que se lavan
los platos en nuestras cocinas, rebosando de una sopa
grasienta y amarilla Como esa sopa era preparada
con el agua de las pipas, apenas había algún com-
pañero de bastante valor y apetito para meter en ella
su cuchara, la que inmediatamente se teñía de un
color plomizo, efecto de las sustancias desconoci-
das que entraban en aquel repugnante brebaje
En seguida, y mediante la misma pausa y formali-
dades se servía una gran fuente de porotos encar-
nados en guiso, en la cual poca influencia tenía la
calidad del agua que se empleaba, y que, por lo
mismo, apenas sufría desaire allí donde no estaban
los manjares a elección Servíase después a cada uno
una pieza microscópica de gallina también guisada
entonces sobrevenía la parte cómica de la escena,
y a título de galantería, veíanse circular de mano en
[126]
LA DEPORTACION A LA HABANA
mano los platos que contenían algún ala pelada o algún
otro hueso sin alimento nada de una naturalidad
más elocuente que ese rasgo de la vida de los depor-
tados Al fin, venía una mésela de garbanzos, de
arro* y de porotos, plato excelente había para todos
los gustos No en balde nuestro antiguo vate Figueroa
tuvo loas para esos leguminosos man|ares, privile-
giado alimento de los presos y de los sitiados. . 1
De cuando en cuando, un chorro de agua, que, por
efecto de alguna oscilación del toldo, caía sobre el
plato de alguno de los gastrónomos, provocaba la
hilaridad de los demás, que una inclinación maligna
de la humanidad la induce siempre a reír de las
pequeñas desventuras del prójimo. Las ocurrencias
epigramáticas en que, como siempre, descollaba
nuestro compañero el Dr Herrera y Obes, eran la
salsa con que se condimentaban los platos, a falta
de otra más apetitosa y nutritiva.
El Coronel Courtin que, naturalmente, acababa de
comer mucho antes que los presos, pues era servido
diligentemente, vino esa tarde, como de costumbre,
al levantarse de la mesa, a donde se hallaban aquéllos,
y, como se entretuviese en agitar el toldo con el
palo que lo suspendía, para recoger el agua deposi-
tada en un costado, indudablemente sin intención,
dejó caer sobre algunos de los compañeros una
lluvia de carnaval La cosa no pareció ya risible
a los presos, quienes acabaron de perder su buen
humor habitual cuando el mismo Coronel Courtin,
a instigación probablemente del capitán, nos dijo
— Caballeros: tienen ustedes que levantarse y
comer el postre en otro lado, porque estorban al
timonel.
[127]
AGUSTIN DE VEDIA
A esta orden hubo un movimiento desordenado
entre los presos, quienes, al levantarse, abandonando
sus posturas violentas, entumidos como estaban, sin
poder guardar el equilibrio, resbalaban sobre el
puente mojado, para ir a ocupar algún otro rincón
al costado de la borda, los que no preferían ir a sepul-
tarse en su alojamiento ordinario de la bodega.
Algunas veces preferíamos quedarnos en la proa,
cuando el tiempo era lluvioso, sea porque no hubiese
toldo a popa, lo que sucedía frecuentemente; sea
porque, hallándonos a proa, estábamos cerca de la
boca de nuestra cueva, en la que, en caso de arreciar
la lluvia, teníamos que buscar refugio
Todos habíamos convenido tácitamente en no
comer en la bodega, para hacer así menos desagra-
dable ese recinto, y preferíamos, cualquiera que fuese
el estado del tiempo, subir a la cubierta.
Una tarde, llovía copiosamente y casi todos está-
bamos refugiados en la bodega Llegó la hora de la
comida y hubo entonces un momento de vacilación
<< Subiríamos al puente, a pesar de la lluvia? Nos
decidimos a ello, al fin, y asaltamos valerosamente
la escalera Ya en la cubierta, era la ocasión de elegir
cada uno su puesto Quien se sentaba sobre el montón
de cadenas del buque, asiento el más adecuado, a fe,
para un preso, quien elegía el extremo de un galli-
nero recostado contra la borda del buque que, por
sí mismo, era un gallinero humano, quien se sen-
taba en el torno del cabrestante, quien se colocaba
en cuclillas contra la borda, amparándose así de la
fría lluvia que azotaba el rostro En esas posturas
forzadas, cada uno tomaba su plato y lo ponía sobre
sus rodillas o en el suelo, mientras tenía en sus
{128}
LA DEPORTACION A LA HABANA
manos el cubierto que no podía abandonar hasta el
fin de la comida
De cuando en cuando había que hacer una caricia
significativa al perro o a la perra de la capitana que
venían a rozarse contra nosotros después de haberse
revolcado en el sucio puente, o a la gata que también
venía a disputar su parte de alimento
Hemos dado ya idea de nuestros cubiertos Algunos
compañeros han reservado muestras de la singular
vajilla de los deportados Entre los útiles que la com-
nían, cuéntase un vaso formado del fondo de una
tella, que era el único que teníamos últimamente,
y el tarro con que se sacaba el agua del depósito
También el Dr Campana recogió y debe tener en
su poder un frasco del agua que se tomaba a bordo,
extraída de una de las pipas que se hallaban en
mejor estado. Los que tengan la curiosidad de aspirar
su perfume, o de gustar su sabor, pueden enten-
derse con el médico de la barca Puig>
El día 30 de Abril, nos hallábamos a 5 grados
de latitud Norte. La mayor parte de los presos está-
bamos reunidos en la bodega, donde el que escribe
leía en alta voz un discurso de Emilio Castelar sobre
la abolición de la esclavitud En el momento en que,
con una viva emoción de entusiasmo, seguíamos al
orador en esos giros ardorosos de su imaginación,
exuberante siempre de flores y perfumes, sintióse
a bordo un recio sacudimiento Arrancados a esa
abstracción, no tardamos en conocer la causa que
lo producía Una fuerte turbonada acababa de pasar
rápidamente cortando la proa del buque y quebrando
el bauprés.
La alarma que despertó ese accidente pasó con la
rapidez del chubasco, pero la falta del bauprés, uno
£129}
AGUSTIN DE VEDIA
de los palos principales en la arboladura del buque,
que sirve para marear los foques y mantener firmes
los estays del palo de trinquete y de sus masteleros,
se hada notar en el rudo e inusitado movimiento
de la barca Felizmente, había en el buque un palo
de repuesto y se trató inmediatamente de reemplazar
el bauprés perdido Esa operación duró tres días
Quedamos dudando si el discurso de Castelar había
tenido alguna influencia en aquella revolución atmos-
férica. Su lectura, interrumpida por la tormenta, se
terminó un momento después, y dejó en nuestro
espíritu una impresión generosa.
El 7 de Mayo entrábamos en el mar de las Damas,
así llamado, según los informes del Capitán Puig,
por ser un mar tranquilo y bonancible Ignoramos
en virtud de qué observaciones fisiológicas ha podido
llegarse a atribuir a las damas, por punto general,
aquellas condiciones Mucho nos equivocamos, si no
es ésa la inspiración de algún poeta que, como todos
los poetas, no estudian sino la superficie de la vida
Pero, con todo, ¿no ha dicho Shakespeare que la
mujer varía ? Y Francisco I que tenía algo de poeta,
como todos los reyes, ¿no ha dicho que la mujer
es como la onda? El uno era un gran poeta, dice
un romanista, el otro era un gran rey ambos debían
conocer a la mujer. Sea como se quiera, la verdad
es que, durante los días que navegamos en el mar
de las Damas, éste estuvo irritado y tempestuoso
¿Si será ésa y no otra la ra2Ón de su nombre'*
El 9 de Mayo fue un día de constante lluvia y de
viento. A la oración había redoblado la violencia
del vendaval, el mar estaba embravecido, y los palos
del buque crujían La tormenta siguió desencadenán-
dose, y el buque empezó a balancearse fuertemente
[130]
LA DEPORTACION A LA HABANA
Durante algunos momentos todo eran voces de mando
a bordo y las últimas velas del buque se recogían a
toda prisa al compás del canto quejumbroso de los
marineros
Un tufón de viento apagó las luces en la cama-
rilla del capitán. Las botellas y otros útiles que
habla sobre la mesa cayeron al suelo A un sacudi-
miento más fuerte rodaron también las sillas y la
mesa que fue amarrada, con alguna dificultad por
los marineros, que acudieron, al fin, a los gritos de
la capitana.
Los bancos, cadenas y cuanto había sobre el puente
rodaba en razón de los balances del buque, produ-
ciendo un gran ruido sordo que llegaba hasta la
cueva donde los deportados, resignados a todo, espe-
rábamos el fin de la borrasca, divirtiéndonos con las
caídas y resbalones que producían las inclinaciones
y sacudimientos de la barca
No tardó el viento en ceder y el mar en
apaciguarse un tanto el resto de la noche pasó
tranquilamente.
El siguiente día a la oración se divisaron a lo
lejos las eminencias de las islas de San Vicente y
Santa Lucía El 11, al amanecer, nos hallábamos
en el canal, de algunos kilómetros de ancho, que
separa esas dos posesiones inglesas y contemplábamos
con satisfacción las elevadas montañas que se desta-
caban sobre la orilla y que parecían proyectar sobre
nosotros su sombra amiga, como si quisieran indem-
nizarnos del tiempo pasado en las tristes e inmensas
llanuras del océano
San Vicente y Santa Lucía son islas volcánicas y
enfermizas La primera cuenta aproximadamente
30 000 habitantes y 25.000 la segunda. Están situa-
U31]
AGUSTIN DE VEDIA
das por los 14 grados de latitud Norte y los 63 de
longitud Oeste, San Vicente tiene 131 millas cua-
dradas inglesas y Santa Lucía 250, Ambas islas son
de una rara fertilidad y producen en abundancia
azúcar, café, cacao, algodón, tabaco e índigo
El 14 y el 15 de Mayo nos encontramos a la
vista de Santo Domingo por los 18° latitud Norte
y 72° longitud Oeste. Esta isla, que es la mayor de
las Antillas después de Cuba, situada entre ésta y
Puerto Rico, se halla cortada de este a oeste por las
montañas del Ctbao } cuya cima más culminante se
llama el Pico de la Setrama, elevado a 2.800 metros
sobre el nivel del mar
Fácil es comprender las impresiones que domi-
narían nuestro espíritu, en la contemplación de esas
prolongadas cordilleras, cuyas prominencias aparecían
siempre veladas de nubes, como la cabeza de un
titán que se alzara para escudriñar los misterios de
lo alto
La isla de Santo Domingo, dice una obra descrip-
tiva, con entera exactitud, presenta en una vasta
escala las cualidades y los defectos de las Antillas
clima húmedo, admirable vegetación, suelo inago-
table de fertilidad, mar soberbio y cristalino y desas-
trosos huracanes
La isla de Santo Domingo abraza una extensión
de 7 600 millas cuadradas y su población se halla
reducida a 80 000 habitantes Su suelo es propio para
todas las culturas de las colonias intertropicales;
rinde las más preciosas y las más útiles maderas y
sus bosques ofrecen además innumerables cantidades
de colmenas que suministran la cera y la miel, que
se exporta una gran parte en Inglaterra y Alemania.
H32]
LA DEPORTACION A LA HABANA
El 16, por fin, se diviso la isla de Cuba Estaba
allí, a nuestra vista, apenas a algunas millas de dis-
tancia, la tierra señalada para nuestro confinamiento,
allí iba a terminar nuestra peregrinación por el
océano, nuestra prisión en la barca, nuestra angustia
de todos los días 1
l Puenl ilusión 1 Aquella punta de tierra que estaba
a la vista era la extremidad meridional de la isla,
sobre la cual está edificada la ciudad de Santiago,
distante todavía 660 kilómetros de la Habana En
efecto, Santiago, antigua capital de Cuba, está situada
en 19° 57' de latitud Norte, por 78° 23' de longitud
Oeste Mientras la Stempre fzdeltstma ciudad de San
Cristóbal de la Habana, que así se llama oficialmente,
se encuentra a 23° 9' de latitud por 84M2' de lon-
gitud. ¡Todavía, pues, teníamos que recorrer más de
10° para llegar al verdadero término de nuestro viaje*
En un día despejado y sereno, desde el punto en
que nos hallábamos, se hubieran avistado tres islas,
además de Santo Domingo y de Cuba, la de Jamaica,
tercera isla del archipiélago colombiano, al Sur de
la de Cuba, atravesada por los montes Azules
El día 17 nos hallábamos casi a la misma altura
que el anterior El viento se había fatigado, y rei-
naba una calma abrumadora que llevó el desaliento
al ánimo de los deportados que veían alejarse indefi-
nidamente el fin de su larga peregrinación
Entendemos que algunos se halagaron con la idea
de que era posible que el Coronel Courtin consintiese
en arribar a Santiago, prometiéndole que allí toma-
ríamos el ferrocarril para trasladarnos a la Habana.
En cuanto a nosotros, nunca participamos de esa
ilusión. ¿Era posible creer que, a dos pasos de coro-
nar su obra, el Coronel Couran se dispusiese a perder
H33]
AGUSTIN DE VEDIA
un cacho de su corona? llevarnos a la Habana era
su consigna y su gloria Por otra parte, sólo a ese
titulo obtendría su recompensa jMás vale que se
mantuviese inflexible' Los últimos episodios de la
deportación autorizan a creer que el desembarque en
aquel puerto, tan en contacto con los revolucionarios,
nos hubiera sido fatal Las autoridades de Cuba
habrían completado la obra de Tezanos
Más tarde soplaron algunas brisas, y el 18 tenía-
mos a la vista el cabo de Cruz Pero la calma sobre-
vino de nuevo, de nuevo nos vimos detenidos en
nuestra interminable ruta Cerca de tres meses de
navegación, sin poder alcanzar la tierra que se ofrecía
a nuestra vista, como una promesa cuyo cumpli-
miento se retardaba siempre'
El 19 se había adelantado algo la marcha. Nos
hallábamos cerca de Genfuegos, uno de los puertos
habilitados de Cuba, a donde era posible arribar en
un pla¿o de 24 horas Parece que el Capitán Puig
lo propuso al Coronel Courtm, quien, pese a la lucha
interior que sm duda sostenía, se mantuvo inflexible
En la noche se desencadenó una borrasca Un calor
sofocante que reinó durante el día había anunciado
Ja próxima explosión de la atmósfera. A las ocho
empezaron a caer algunas gotas de agua y dos horas
después silbaba el viento acompañado de lluvias
torrenciales Todo el buque se estremecía al embate de
las espesas olas. Los relámpagos, sucediéndose sin
interrupción, iluminaban la vasta circunferencia de
un mar de tinta Casi todas las velas del buque habían
sido recogidas El capitán recorría incesantemente el
puente, dando órdenes En medio del fragor de la
tormenta, apenas llegaban a nuestros oídos, confusa-
mente las voces de mando, y el grito lúgubre, seme-
[134]
LA DEPORTACION A LA HABANA
jante a un lamento, de los marineros ocupados
en la maniobra.
Arriadas las velas del buque, no tardó en resta-
blecerse la calma a bordo Como sucede siempre en
esas latitudes, la borrasca pasó rápidamente.
El 24 de Mayo se cumplían justamente tres meses
de nuestra prisión y nos hallábamos a la vista del
cabo de San Antonio, a 40 leguas marinas de la
Habana. Corta era la distancia que nos separaba,
pero el viento reinante, desde que remontáramos ese
Cabo, era de proa y no podíamos determinar los
días que emplearía la barca Pmg en salvarla.
Mientras la barca se acerca a su destino, demos
aquí una ligera idea de la tierra que hace ocho días
se va desarrollando a nuestros ojos
la xsla de Cuba, la mayor de las Antillas, está
situada a la entrada del golfo de México, entre 19 9 48'
y 23° IV de latitud Norte y entre 70*30' y 87° 18'
de longitud Oeste Su mayor longitud es de 1 000 kiló-
metros y su anchura varía de 42 a 170 kilómetros.
Una cordillera de montañas se extiende de una extre-
midad a la otra, y da origen a más de ciento cin-
cuenta ríos que descienden hacia el mar. Espesos
bosques ocupan una extensión considerable Allí se
encuentran las maderas preciosas y abundan todas
las producciones del clima Las riquezas metálicas
son de la mayor importancia y especialmente las
minas de cobre rinden notables productos Calculase
la población de la Isla en 1 400 000 habitantes,
computándose la población flotante que no baja de
cincuenta mil almas.
Pero, ¡ay*, esa isla privilegiada, que ha merecido
llamarse la más preciosa perla de las Antillas, gime
bajo el pesado yugo del despotismo colonial Esa
U35}
AGUSTIN DE VEDI A
hermana segregada del resto del Continente, que no
pudo acompañar el movimiento revolucionario de las
antiguas colonias españolas, se debate hoy en una
lucha tremenda por emanciparse de la tutela extraña
¡Dios proteja la suerte de los pueblos oprimidos'
Extraño destino, que los preciosos bienes de la
independencia y de la libertad no se adquieran sino
a precio de sangre, de dolores y de sacrificios Acaso
el martirio es el crisol en que se depura la huma-
nidad el amor y la religión se divinizan por él
La aurora del 25 de Mayo empezaba a despuntar
en el confín del horizonte, plateando con sus reflejos
una faja del mar, cuando ya en el puente de la
barca Putg empezaba a notarse un movimiento
inusitado
Sentíase ruido de armas y pasos precipitados Los
soldados, estrechados en la argolla de su corbatín,
innovación extraordinaria, estaban formando en
batalla contra la mura del buque El teniente de
caballería y el alférez de artillería, vestidos de pa-
rada, se mostraban al frente con las espadas desen-
vainadas El teniente de Marina había sacado igual-
mente a relucir su uniforme El mismo coronel
Courtin se presentaba con su pantalón de franja de
oro, su casaca de presillas, su kepis más lujoso y su
espada ceñida.
Los cuatro marineros de la Capitanía, desconocién-
dose a sí mismos con sus atavíos de gala, parecían
estar esperando órdenes Uno de ellos, de pie, al lado
del mástil de popa, tenía en su mano la cuerda con
que se izaba la bandera
A la voz de sus oficiales, la tropa había cargado
sus armas, con más o menos presteza, y daba frente
al oriente teñido ya de rosada luz.
C 136 J
LA DEPORTACION A LA HABANA
El sol aparece iluminando el horizonte con su disco
de llamas, poniendo en fuga las últimas sombras de
la noche
— y Fuego ' — ordena inmediatamente el alférez
Suena vina descarga El coronel, el teniente de tierra,
el de mar, y el alférez se despojan de sus kepis y la
bandera oriental, izada simultáneamente, flota en
la cima del mástil de popa
¿A qué se debía esa ceremonia, con ribetes de
solemnidad, y que, con razón hacía pensar a los
deportados que un solo paso separa lo sublime de lo
ridículo?
Era que el coronel Courtin había querido celebrar
el aniversario clásico de la independencia americana
en la barca nacional que por primera vez cruzaba
el océano, no para realizar proezas dignas de aquella
inmortal epopeya, sino para arrojar al destierro, a
mortíferos climas, a unos cuantos ciudadanos orien-
tales, cuyo delito ante el criterio de sus verdugos,
era el de alimentar la aspiración de ver a su patria
feliz, realizando los principios que dignifican al hom-
bre, garantiéndole el desarrollo de su actividad y de
su energía, y que hacen fuertes y respetables a las
naciones, unidas por la solidaridad de intereses co-
munes Esto es, el hermoso programa, el pensamiento
humanitario de la revolución de Mayo el orden y
la paz, en la libertad y en la justicia! ]Ley de divina
armonía, fuera de la cual nos debatimos constante-
mente entre la tiranía y la demagogia, presa siempre
de los más brutales excesos en el interior, y de las más
absurdas coaliciones en el exterior 1
La barca Puig aclamando al 25 de Mayo, era pues
la contradicción más grosera, la ironía más sangrien-
ta, el mayor ultraje arrojado a la doble e imponente
{137}
AGUSTIN M VEDI A
inmensidad del mar y de los cielos — ¿De cuándo acá
el opresor entona himnos a la libertad, enfrente de
sus victimas ~> — jCómo las grandes glorias de la
América libre e independiente, la que hizo flamear
su bandera en las regiones del cóndor y templó su
espada homérica en el cráter de los volcanes, cómo
esas puras glorias pudieran conmoverse sin agravio,
desde el bajel en que se consuma 1
El más vil y nefando
De cuantos atentados, desbordada,
Consumara la fuerza prepotente
Del impúdico bando,
De la cohorte insolente,
En el poder, audaz, entronizada 7
El 26 de Mayo fue un día de sensación en la barca
Puig Ese día se nos puso a ración de agua Esta fue
depositada en un pequeño aljibe de hierro que se
había colocado a popa, y al que se le puso una tapa
de madera cerrada con un candado, cuya llave fue
confiada al asistente del coronel Courtin
Desde ese momento, todo el que quería tomar
agua estaba obligado a hacer la corte al asistente del
coronel quien, con más o menos pachorra, acudía al
depósito, sacaba la llave del bolsillo, abría el can-
dado y corría la tabla que guardaba aquel líquido
que nada tenía de transparente, de inodoro, ni de
incoloro, cualidades distintivas del agua
Esa medida causó grande alarma, porque, empe-
zaba a dudarse de todo entre los deportados, aun
de que nuestro destino fuese efectivamente la Habana.
Hacía ya días que habíamos remontado el cabo de
San Antonio y no se avistaba costa alguna. ¿Cómo
(138]
LA DEPORTACION A LA HABANA
explicarnos esa situación ? No había que contar ni
con las revelaciones indirectas del capitán Puig, quien
guardaba un absoluto misterio, especialmente después
de un incidente de que debemos tomar nota. Con
motivo de haber llegado a conocimiento de los de-
portados una singladura de la barca, antes de que
la supiera el coronel Courtm, éste prohibió terminan-
temente que se hiciesen revelaciones de esa clase a
otra persona que a él Era inaudito, en verdad, que
el Jefe expedicionario quedase en punto a noticias
marítimas a retaguardia de los presos
Volviendo a la medida sobre el agua, ¿no debíamos
creer que estábamos lejos del término del viaje,
cuando se tomaba violentamente una medida tan
extrema?
Más tarde, tuvimos ocasión de sospechar que los
deseos y las intenciones del coronel Courtin era lle-
varnos, no a la Habana, sino a Matanzas, otro puerto
de la Isla, distante todavía a treinta o cuarenta le-
guas de la capital. Quien sabe por qué no se reali-
zaron sus designios, y una mañana, todavía sin
creerlo, nos encontramos a la vista del Morro de
la Habana
Antes de seguir adelante, consignemos algunas de
las impresiones que hemos ido y vamos recogiendo
en las fuentes de la naturaleza, durante esta larga
travesía del océano»
El cielo y el mar, esas dos inmensidades que se
han desarrollado a nuestros ojos, límpidos y serenos,
u oscuros y tempestuosos, han despertado en nuestra
alma grandes e indescriptibles emociones Apenas
habíamos concebido idea de esos espectáculos mara-
villosos por los cantos entusiastas de algún bardo
[139]
AGUSTIN DE VEDIA
inspirado, a de algún sublime contemplador de las
bellezas y de las armonías de la naturaleza.
El cielo de los trópicos nos ha sonreído con los
más vivos y animados paisajes Como sí quisiera
consolar a los que buscábamos con avidez en la línea
del horizonte la sombra de la tierra lejana, vestíase
de sus más neos colores, y desplegaba a nuestras mira-
das estáticas toda la portentosa magnificencia a que
se prestan las combinaciones múltiples, infinitas y
fantásticas de la luz en los celajes del firmamento.
r-Qué cuadro, qué horizontes > No acertaría a
reproducirlos aun empapado en los más delicados
colores, el pincel de los egregios artistas que dejaron
con sus obras en la tierra, recuerdos inmortales
Al caer el día, las nubes apiñadas en el ocaso,
iluminadas por la reverberación del sol, nos ofre-
cían a veces las perspectivas de una isla encantada
Dibujábanse en el horizonte suaves colinas oscuras,
separadas por valles de un tinte violáceo, ríos de
plata serpenteaban en el fondo del valle y un puente
de oro se destacaba suspendido sobre los abismos
todo parecía envuelto en una atmósfera de lapislá-
zuli y de púrpura Otras veces alzábanse en occidente
montañas elevadas, de cuya cima se desprendían
cascadas de fuego, semejantes a islas volcánicas en
erupción En la hora del crepúsculo vespertino, es-
maltaban casi siempre el horizonte celajes vaporosos
en que, como en la paleta del artista divino, apare-
cían diluidos todos los colores que la fantasía del
poeta pudiera idear en sus delirios, cuadros, es ver-
dad, que una ráfaga desvanecía, para no reproducir
jamás en la misma forma, como si fueran sólo una
imagen fugitiva del ideal de lo bello y de lo sublime
en el arte, expresión celestial de una belleza y de
[140]
LA DEPORTACION A LA HABANA
una armonía que en vano persiguiera la humanidad
en sus dominios 1
]Y las noches tropicales 1 ¿Qué expresión podría
definir esa majestad apacible, esa silenciosa inmen-
sidad, esa claridad oscura del firmamento, tachonado
de millones de brillantes astros y surcado de meteoros,
calma celestial de que se impregna el alma, muda
y absorta en la contemplación de la naturaleza,
sumergida en los deliquios de un sueño poético y
brillante?
La pálida reina de las noches, desde su trono aéreo,
despedía su luz mortecina que, con sus reflejos, deli-
neaba en el mar una senda plateada
Nubes blancas, semejantes a copos de espuma,
esmaltaban el firmamento o cubrían la faz de la
luna, como un diáfano tul Las estrellas rutilaban
en la atmósfera azulada, como lámparas suspendidas
en la inmensidad del espacio Y el ambiente llegaba
hasta nosotros húmedo e impregnado de perfumes
salmos . .
Muy distintos, pero no menos soberbios espectácu-
los solían poblar el espacio Densas sombras, en vez
de rosados celajes; rudos huracanes en vez de apa-
cibles brisas o de profunda calma Hemos visto, a
menudo, avanzar y precipitarse, como una legión
satánica, esas negras hijas de la tempestad que llevan
el rayo en sus entrañas terrible elemento de desola-
ción, a veces, para el hombre, como de vida y de
fecundidad en la naturaleza lujuriante de los trópicos.
Uno de los más frecuentes y admirables fenó-
menos que sorprenden al viajero en las proximidades
del Ecuador, es la formación de las trombas Ese fe-
nómeno, explicado por atracciones singulares de la
atmósfera, suele aparecer en días serenos en el hon-
(141)
AGUSTIN PE VBDIA
zonte, como una misteriosa columna que se elevara
del mar para sostener la bóveda celeste Esas trombas
llegan a ofrecer senos peligros a los navegantes, que
sólo consiguen evitar muchas veces desgarrándolas a
balazos, cuando pasan, como un furioso aluvión
sobre el mar, inflamando su superficie y levantando
una vasta oleada de espuma.
El mar ha ofrecido a nuestras miradas todas sus
bellezas y todos sus horrores, ya se dilatase en lla-
nuras azules, como un inmenso tapiz de Persia, al
que los rayos del sol imprimían un lustre tornasolado,
ya sus suavísimas ondulaciones se convirtieran en
montañas que, entrechocándose furiosamente, se coro-
naran de espuma.
Nada expresa mejor nuestro pensamiento y nues-
tras impresiones que esta invocación de Byron
"Espejo glorioso, en que la faz del Omnipotente
se refleja durante la tempestad, apacible o irritado,
rizado por la brisa o alzado por el aquilón, helado
hacia el polo, oscurecido y agitado bajo la zona
tórrida — siempre eres inmenso, sin límites, subli-
me — , imagen de la eternidad — trono del Invisible —
jDe tu limo se han formado los monstruos del abis-
mo; todas las zonas te obedecen, tú avanzas siempre,
ímpenettable, solitario!".
El lago más apacible envidiaría a veces su inmovi-
lidad y su transparencia al mar, tan profundo como
la bóveda celeste que lo cubre. Entonces, podíamos
ver cruzar a los costados de nuestra barca los dorados
que parecían de un azul turquí, bajo las aguas, y
que tan sabrosas emociones proporcionaron a los
presos del océano, cuando cayeron presa del instru-
mento de hierro llamado ftsga, arpón de tres dientes
que sirve para clavar, durante la navegación, los
£142}
LA DEPORTACION A LA HABANA
grandes cetáceos que, aun cuando se prendan a veces
al anzuelo, lo rompen por su propio peso en el acto
de ser alzados al puente del buque
Los habitantes del líquido elemento nos han pro-
porcionado días de verdadera emoción Hemos asis-
tido a esas escenas con una curiosidad infantil
Al cortar las aguas, el buque ahuyentaba a los
peces voladores que salen del agua en bandadas y
recorren largas distancias, teniendo que humedecer
constantemente sus alas, lo que explica que apenas
se remonten de la superficie del océano y caigan con
frecuencia en el puente de los buques. Grandes le-
giones de delfines suelen perseguir a los voladores,
obligándoles a emprender la fuga Los delfines cor-
tan las aguas como flechas en su velocidad y los
pequeños peces vuelan en confusión y desorden, en
distintas direcciones, cayendo las más veces en las
fauces de sus implacables perseguidores. En el mar
se desarrolla también ese drama de la humanidad,
tan distante de su perfección, en que los débiles
suelen ser la presa de los fuertes o de los audaces.
El ttbutón persigue por su parte a los dorados y otros
peces que alimentan su voracidad insaciable. Sucedió
una vez que, habiendo prendido en el anzuelo un
dorado y alzado inmediatamente, sólo llegó al puente
la cabeza del pescado Pero al fin, hay que decir en
abono de los peces que ellos necesitan alimentarse
de su propia carne para vivir . „
_ Pasaron vanas veces a nuestra vista las ballenas,
esas soberbias dominadoras del océano Cortan el agua
con una prodigiosa rapidez, recordando esas naves
submarinas que describe Julio Verne, y de cuando
en cuando, como una fuente arrojan al espacio sus
columnas de agua
£143]
AGUSTIN DE VEDIA
El coronel Courtin se divirtió un día en hacer
fuego sobre una ballena que cruzaba al costado de
la Putg, seguida de su inseparable compañera. La
bala debió herir al enorme cetáceo, que arrojó un
golpe de agua y se sumergió violentamente bajo la
quilla del buque*
V
El día 30 de Mayo, por fin, entrábamos en el
puerto de la Habana, después de 94 días de nave-
gación A una larga distancia del puerto, la barca
había tenido que pedir remolque, pues luchaba con
viento y corrientes contrarias. Nuestros corazones
palpitaban de alegría y de temor. Al pasar delante
de la fortaleza del Morro que se levanta a la entrada
del puerto, como un adusto centinela, el vigía inter-
peló al capitán por medio de la bocina que hizo
llegar hasta nosotros una voz ronca y apenas inteli-
gible El capitán contestó por medio del mismo
instrumento, dando el nombre de la barca y su
procedencia.
Al fondear en la hermosa bahía de la Habana,
llegaban a nuestros oídos los alegres repiques de
las campanas de las iglesias, las armonías de la
música, y de tiempo en tiempo, el solemne estampido
del cañón Celebrábase la fiesta del Corpus-Christi,
que se había aplazado para ese día.
En las épocas críticas de la vida, parece que la
imaginación se esforzara para hallar en el más extra-
ño acontecimiento _un sentido oculto, indefinido, una
influencia vaga ^obre nuestro destino Por ventura,
pensábamos, aquellas vibraciones simpáticas se aso-
{144}
LA DEPORTACION A LA HABANA
ciarían a las dulces emociones del prisionero que
recobra la libertad, del proscripto que entrevé la
vuelta a la patria, o serían para nosotros lo que el
elixir refrescante y vital para los labios áridos y secos
de Tántalo* El tiempo lo diría.
Un instante después de haber fondeado la barca
Pmg se presentó una ballenera de la Comandancia
de Marina El capitán Puig con su pantalón color
polvillo y su camisa de todos colores, estaba parado
en la borda del buque, asido a una de sus cuerdas,
esperando la visita Los soldados, marineros y tutu
cuantt se habían agrupado sobre la borda, ofreciendo
un aspecto grotesco, con sus sucios y raídos unifor-
mes Los deportados nos manteníamos apartados a
popa, esperando nuestra nueva sentencia
— ¿Qué buque es ése? — preguntó uno de los
oficiales, de pie, desde su bote que apenas se había
recostado a la Pmg, como si temiera su contacto
— Barca Putg, contestó el capitán, que no quería
perder sus derechos
— ¿Qué tonelaje*
— Ciento noventa y dos toneladas
— ¿Qué carga*
— Lastre
— ¿Trae pasajeros*
— Sí, señor,
—¿Cuántos son*
— ¿En todo*
— Sí señor, en todo.
— En todo, somos setenta y dos, dijo el capitán,
después de una ligera fluctuación y de haber oído
una rectificación hecha a sus cálculos por el teniente
VarencL
U45]
12
AGUSTIN DE VEDIA
— ¿Y todos ésos son pasajeros? — preguntó el
oficial, mirando las cabezas de los soldados
— Es buque de guerra, observó Puig, que al fin
se acordó de ello.
— t Y trae sus pasaportes?
— ¿Pasaportes? — dijo Puig, como si pensara, ras-
cándose la punta de la nariz — Pasaportes, no hay
— Sí, hay pasaportes, dijo el coronel Courtm, que
hacía rato estaba oyendo detrás de Puig, y que,
adelantando un paso sacó del seno un pliego que
entregó al capitán, quien lo alcanzó al oficial, el que
a su vez lo pasó a otro que venía sentado en el inte-
rior del bote, cubierto, como todas las embarcaciones
análogas de la Habana, con un toldo, indispensable
en esa latitud en que abrasan los rayos de un sol
de fuego
El oficial abnó el pliego y se puso a recorrerlo,
mientras el bote se desprendía silenciosamente del
costado de la Putg, no sin haber dejado antes a bordo
dos guardas de la Aduana, encargados sin duda de
ejercer la vigilancia del caso sobre un buque que
debía tener aspecto de contrabandista, a pesar, o tal
vez por lo mismo que estaba armado en guerra por
el Gobierno de Montevideo
Se ha podido ver, según el diálogo sostenido y que
creemos haber reproducido fielmente, que el coronel
Courtin sólo se presentó en el momento en que se
reclamaban los pasaportes* haciendo entrega de sus
papeles por medio del mismo capitán Puig Entre
esos papeles se comprendía la patente o título que el
coronel Courtm había recibido del Gobierno, según
se supo más tarde
Naturalmente, el coronel Courtin empezó a com-
prender la informalidad de la conducta observada por
U46J
LA DEPORTACION A LA HABANA
su parte, o por parte del capitán Puig, y culpó a éste
de haber entrado en explicaciones impropias, cuando
debía haberse limitado puramente a responder que
la Pmg era un buque de guerra oriental
De todos modos, y prescindiendo de las formali-
dades del capitán Puig, la conducta de las autorida-
des del Puerto aparecía singular y extraña para todos
Ese interrogatorio desde el bote, y el silencio en que
se habían retirado los oficiales después de esa visita
original, debían tener una explicación nada favo-
rable para el buque y para los que estábamos enca-
denados a su suerte Era indudable que el buque
había sido ya anunciado y que ese recibimiento
demostraba las reservas y las prevenciones de una
autoridad cuando menos asaz meticulosa
Esperóse naturalmente que la autoridad del Puerto
hiciese conocer sus disposiciones con respecto al
buque Pero esas disposiciones sólo le fueron reve-
ladas de una manera indirecta, viéndose llegar, dos
horas más tarde, un bote de la marina de guerra que,
como no tardó en comprenderse, traía la consigna
de vigilar al buque y de someterlo a una rigurosa
incomunicación
Fácil es hacerse cargo de las impresiones que los
deportados debíamos experimentar en esos momentos.
Durante los tres largos y crueles meses de navega-
ción que llevábamos, en medio de las amarguras del
destierro y de la rudeza de los elementos que nos com-
batían, entreveíamos a Cuba como el término de
nuestro infortunio, como la tierra de libertad y de
promisión. Allí debíamos volver a entrar en el mun-
do de que nos considerábamos apartados; allí debía-
mos pisar la tierra que durante aquel tiempo sólo
había pasado a nuestros ojos como una visión lejana,
[147]
AGUSTIN PE VEDIA
allí debíamos encontrar los recuerdos queridos de la
familia ausente y las noticias de la patria; allí, en
fin, nos esperaban los medios de volver a ella, en
pos de tantas humillaciones y tristezas, devoradas
en la resignación y en el silencio
¡Qué hondísima decepción no experimentaríamos,
pues, al vernos sometidos a una vigilancia y a una
incomunicación deprimentes por las autoridades del
país donde nos prometíamos hallar asilo y generosa
hospitalidad!
Habían transcurrido algunas horas, cuando se acer-
có a la barca Puig un bote que conducía al Cónsul
Oriental en la Habana, Sr. Juan Veiga, quien
desde el mismo bote, pues no le era permitido subir
a bordo, conversó algunos instantes con el coronel
Courtin. Enterado de las condiciones en que se ha-
llaba el buque, fue a solicitar a nombre de éste una
conferencia con el Capitán General de Marina, que
fue concedida para el día siguiente Entre tanto, el
mismo general, a indicación del Cónsul, envió un
aljibe de agua y consintió en que un proveedor de
la plaza, trajese a bordo de la barca los víveres y
efectos que se le encargasen
El Sr Veiga nos hizo saber con alguna vaguedad
que la razón principal de las medidas adoptadas por
la autoridad de la Habana era la protesta elevada
por el Ministro español en Montevideo contra nues-
tra deportación a aquella capital Pero no nos explicó
de una manera clara los fundamentos de la protesta
y quedamos ignorando si ella se basaba en el agravio
inferido a la soberanía española por el Gobierno
que elegía su territorio para confinar sus reos, o si,
como llegó también a suponerse, se invocaba como
un peligro para el gobierno español de Cuba, el
[148}
LA DEPORTACION A LA HABANA
desembarque en ese suelo de una quincena de ciu-
dadanos cuyas opiniones y naturales simpatías por la
causa de la emancipación de nuestra hermana de las
Antillas, debían ser conocidas.
Quedamos a la expectativa, abrigando siempre la
esperanza de una decisión que, a lo menos, nos habi-
litara para salir del puerto en uno de los vapores
de la carrera de Estados Unidos — ¿Qué menos po-
drán hacer las autoridades españolas, nos decíamos,
concillando los más estrictos deberes humanitarios,
con sus preocupaciones, sus recelos y sus aprehen-
siones 5
El día 31 de Mayo, como lo había anunciado,
llegó el Sr. Veiga con una orden para el oficial del
bote que vigilaba la Puig, a fin de que permitiera
desembarcar al coronel Courtin Este se trasladó a la
Comandancia de Marina en el único bote servible
de la Pmg, en cuya popa plantóse la bandera orien-
tal El Teniente Zucchelli, en calidad de ayudante,
acompañaba al coronel Courtin. Dos horas después,
regresó el coronel de su conferencia Estaba satis-
fecho de la acogida que había hallado en el General
de Marina, quien le había dado seguridades de que,
cuando menos, se nos permitiría desembarcar por el
tiempo que considerábamos necesario para efectuar
nuestros arreglos particulares Pero esa resolución
dependía del Capitán General de la Isla, Conde de
Valmaseda, quien, a la sazón, había salido a cam-
paña a imprimir dirección a las operaciones mili-
tares Se debía esperar, pues, esa resolución, que no
podría demorar veinte y cuatro horas El General de
Marina había quedado en comunicarla al coronel
Courtin,
{149}
AGUSTIN DE VEDIA
Pero el día siguiente pasó y ninguna noticia se
obtuvo. Parecía que, por el contrario, se hubiese
agravado la vigilancia a que estaba sometido el
buque Cuando el bote del proveedor se acercaba al
costado de la Putg para traerle víveres, se acercaba
también, hasta rozarse con él, la embarcación que la
custodiaba, y las miradas del oficial y de los ocho
marineros que la tripulaban, no se desprendían
del bote ni de la barca, hasta que se retiraba el
proveedor
Por los diarios que llegaron a nuestras manos
envolviendo vanos objetos encargados al proveedor,
supimos que había entrado al puerto, con fecha 28 de
Mayo el bergantín Soberano, procedente de Guale*
guaychú y Montevideo, con 66 días de viaje; es
decir con 28 días menos que la barca Putg
El coronel Courtin resolvió ir nuevamente a tierra
a solicitar formalmente el despacho del buque, y así
lo hizo, presentándose al efecto al oficial español,
por el Cónsul Oriental, la misma orden que había
obtenido para la primera conferencia con el General
de Marina, El coronel no fue recibido Cuando se
dirigió a buscar el bote con el pabellón oriental que
lo había llevado a tierra, para volver a bordo, se
sorprendió de no hallarlo, y supo que, de la Coman-
dancia de Marina se había intimado a los marineros
que se retiraran a la Putg, impartiéndose al mismo
tiempo orden al oficial de ronda para que hiciera
colgar inmediatamente el bote y no dejase comunicar
en lo sucesivo ni al mismo Cónsul Oriental con el
buque de su Nación* El coronel Courtin quiso tomar
un bote particular que lo llevase a bordo de la Putg,
pero no se le permitió, y tuvo que resignarse a regre-
sar, como en condición de prisionero, en un bote de
£150]
LA DEPORTACION A LA HABANA
la marina española, él, jefe de una expedición para
llevar" presos a la Habana j Diabólica ironía del
destino 1
Entre tanto, y previendo en razón de esos prelimi-
nares una medida violenta de parte de las autoridades
de la Habana, los deportados empezamos a preocu-
parnos de hacer algo de nuestra parte, a fin de evitar,
si eso era posible, que fuéramos doblemente vícti-
mas, y que pesara también sobre nosotros la respon-
sabilidad de las informalidades que se atribuían al
buque.
El coronel Courtin había querido descargar su
conciencia pasándonos una nota, por medio de la
cual, en cumplimiento de las instrucciones que había
recibido de su Gobierno, nos declaraba en libertad
Pero ¿de qué nos servía la libertad acordada por el
coronel Courtin en el puerto de la Habana? La liber-
tad en la bodega de la barca Putg — 4 qué amarga
irrisión 1
Fue en esa situación que nos decidimos a dirigir
a la primera autoridad de la Habana, en ausencia
del Conde de Valmaseda, la siguiente solicitud
Exmo. Señor General Segundo Cabo D Buena-
ventura Carbó.
"Víctimas de un acto de arbitrariedad del Gobierno
que rige hoy la República Oriental del Uruguay,
nuestra patria, hemos sido reducidos a prisión y trans-
portados en la barca Pmg a este puerto, donde el
jefe militar encargado de esa misión nos ha consi-
derado en libertad, y así nos lo ha declarado, según
lo acredita el documento que nos permitimos acom-
pañar a VE.
"Cuando en vista de esa resolución contábamos
[151]
AGUSTIN DE VEDIA
recuperar nuestra libertad, hemos visto defraudada
nuestra esperanza por las medidas de vigilancia
e incomunicación a que ha sido sometida la barca
Putg, por razones que no son de nuestro conoci-
miento, y cuyas medidas nos han retenido y nos
retienen en nuestra deplorable situación
"Pero, sin duda, no puede caber en la intención
de las autoridades de Cuba, que los ciudadanos orien-
tales, víctimas así de tan extraña violencia, sufran
doblemente las consecuencias de un procedimiento
de que no son ni pueden ser absolutamente
responsables.
"Nuestro propósito ha sido permanecer en la
Habana el tiempo indispensable para ciertos arreglos
personales que nos habilitasen para continuar nuestro
viaje en uno de los primeros vapores que se dirija
a Estados Unidos, de donde pensamos regresar sin
dilación al Río de la Plata En este caso estaríamos
dispuestos a contraer los compromisos y las respon-
sabilidades que nos fuesen exigidas
"Pero si por cualquier causa no creyese V E poder
acceder a nuestro desembarque, solicitamos se nos
acuerde a lo menos el permiso necesario para tras-
bordarnos desde ya a uno de los vapores que esté
próximo a zarpar para el destino indicado
"Es acto de equidad y de justicia que esperamos
de VE.
"Juan EL Gómez - Juan J. de Herrera - Julio
Herrera y Obes - Aureliano Rodríguez
Larreta - Octavio Ramírez - Carlos Gurmén*
dez - Cándido Rovido - F Flores - José P.
Ramírez - Agustín de Vedia - Anselmo E.
Dupont - Segundo Flores - Ricardo Flores
Osvaldo Rodríguez".
[152]
LA DEPORTACION A LA HABANA
He aquí ahora la nota del Coronel Courrin que
acompañaba la solicitud anterior
Transporte Nacional Puig
"Señores De acuerdo con las órdenes recibidas de
mi Gobierno, al salir del Puerto de Montevideo,
comunico a Uds que quedan con esta fecha completa-
mente libres (sic) de tomar la dirección que más
convenga a sus intereses, quedando constatado por la
presente que, motivos ajenos a mi voluntad, los
retienen a bordo, en cumplimiento de imposición que
me fue hecha por el Sr. Capitán de Marina en su
audiencia del día de ayer
"Dios guarde a Uds» muchos años
"Puerto de la Habana, Jumo I o de 1875
"Ernesto Courtin
"Jefe en Comisión".
El pliego que contenía nuestra solicitud fue entre-
gado al oficial que nos custodiaba, quien no tuvo
inconveniente en hacerse cargo de él
Pasaron tres días y nada de nuevo había ocurrido
en nuestra situación La vigilancia era la misma de
día; el servicio de los botes se relevaba periódica-
mente y éstos daban vuelta incesantemente en torno
a nuestra barca* Cuando algún bote de tránsito se
aproximaba demasiado se interpelaba por el oficial
a su gente De noche se redoblaban las medidas
precaucionaos. Dos botes con tropa armada ancla-
ban al costado de la Putg, y toda embarcación que
pasara muy inmediata era considerada y capturada
como sospechosa
C155}
AGUSTIN DE VEDIA
Uno de esos días, reflexionando sobre la situación
extravagante en que nos hallábamos, ocurrióle a uno
de los compañeros decir en tono de broma que el
asunto debía haber sido remitido en consulta por
las autoridades de la Habana al Gabinete de Madrid
Más tarde debíamos saber que aquella ligera supo-
sición era como la revelación intuitiva de un hecho
verdadero
Hoy» al discurrir sobre lo pasado, se nos ocurre
ligar el incidente de la broma de la barca Pmg
enfrente de la Habana, con otra que nos entretuvo
en la cárcel de Montevideo, en la primera noche
que nos encontrábamos allí reunidos, el 24 de Febrero
Reflexionando sobre lo que se propondrían hacer de
nosotros, uno de los compañeros de infortunio dijo
humorísticamente — De esta vez, nos echan a la
Habana
La ocurrencia humorística de la víspera debía ser
una ruda verdad del día siguiente.
La moraleja, acaso algo forzada, que nosotros que-
remos deducir de esos dos incidentes ligados es ésta
Para atinar con las intenciones del Gobierno de
Tezanos o del Gobierno de la Habana, no hay como
suponer el exceso del mal o el extremo del absurdo
Por fin, el día siete de Junio, viose desprender
de la costa un bote, en que la vista ejercitada de
algunos de nuestros compañeros creyó descubrir,
a pesar de la distancia, la figura acicalada de nuestro
joven cónsul La viveza del deseo suele comunicar
a la vista una extraña claridad Era él en efecto
Apenas le apercibimos nos regocijamos suponiéndole
portador de buena nueva
No nos equivocábamos El señor Veiga había sido
llamado por el General de Marina para que viniera
[154]
LA DEPORTACION A LA HABANA
a comunicarnos las resoluciones definitivas adoptadas
por la autoridad, previa consulta hecha al Gobierno
de Madrid. { Qaé hubiera sido de nosotros, sin la
maravilla del telégrafo que ponía a la Habana al
habla con la corte madrileña 1 Tomada en conside-
ración nuestra solicitud, se nos permitía trasbordar-
nos al vapor americano Cr es cent City que debía salir
para New York el día siguiente Al efecto, a la hora
conveniente vendría a buscarnos una ballenera espa-
ñola En cuanto a la barca Putg, debía salir el mismo
día de nuestra partida, fuera de las aguas cubanas,
remolcada por un buque de guerra español.
Al notificarnos esas disposiciones, el Cónsul Orien-
tal agregó que, según acababa de decírsele, el vapor
Crescent Ctty había suspendido su salida, y que,
siendo así, era probable que se aplazase por las
autoridades de la Habana la ejecución de las medi-
das acordadas.
Esa última noticia neutralizó un tanto la satisfac-
ción que la primera nos había causado Toda dilación,
en la situación que pesaba sobre nosotros, era motivo
de fundadas alarmas Bajo un régimen arbitrario, en
que todo depende de voluntades caprichosas, como
las que gobiernan a Cuba, todo había que temerlo,
nada debía de esperarse con seguridad ¿Quién sabe,
si, ai tocar ese ligero inconveniente se irritaba el
antojadizo gobernante y se desembarazaba de una
vez del obstáculo, haciendo remolcar a la barca con
los deportados?
El vago temor que algunos concebimos tomó
mayor consistencia cuando, al día siguiente, vimos
pasar muy inmediato a nuestra barca, uno de los
vapores de la bahía que conducía a su bordo, según
todas las apariencias, al Capitán General de la Isla,
{155}
AGUSTIN DE VEDIA
Conde de Valmaseda, a quien se estaba esperando
de regreso de su ímproficua campaña. Las noticias
que de ese personaje habían llegado hasta nosotros
no eran tranquilizadoras, y si, a sus naturales incli-
naciones, se unían las malas impresiones de una
campaña en que no había habido cosecha de laureles,
posible era que quisiese hacer un acto de energía
con los deportados orientales, al reasumir el mando
superior y ocupar de nuevo el asiento de su Gobierno
Era, en efecto, el Conde de Valmaseda el que
desembarcó en la Habana, recibido con todos los
honores debidos a su rango por las tropas y corpo-
raciones públicas
Pero, contra todos nuestros temores, la autoridad
aplazó la ejecución de sus medidas hasta el día 10,
en que debía salir para New York el vapor ameri-
cano Júntala, según nos lo comunicó oportunamente
el señor Veiga, con la conveniente anticipación.
Entre tanto, el Capitán Puig que se veía enorme-
mente contrariado por las resoluciones del Gobierno
de Cuba, resolvió dirigirse a él, invocando su con-
dición de subdito español y de propietario de la
Barca y pidiendo el amparo de las autoridades El
Capitán Puig, en su solicitud, exponía que él había
contratado su buque para una expedición hasta la
Habana, y que, desde ese momento, llenadas sus
obligaciones, ningún compromiso lo ligaba hacia el
Jefe militar de esa expedición, en cuya virtud la
expulsión del puerto le irrogaría considerables per-
juicios Elevada su solicitud por intermedio del oficial
de vigilancia, no tardó el Capitán Puig en recibir
la visita de otro oficial que a nombre del General
de Marina venía a prevenirle que al día siguiente,
7 de Junio a las ocho de la mañana, sería llevado
U56]
LA DEPORTACION A LA HABANA
a su presencia para que explayara los fundamentos
de su solicitud Efectivamente, a la hora y en el día
señalado llegó un oficial subalterno a buscar al Capi-
tán Pmg en un bote, que, según todas las apariencias,
debía servir para la extracción de basuras de los
buques nacionales surtos en el Puerto.
El Capitán Puig regresó de la audiencia sin haber
conseguido modificar en nada las resoluciones de la
autoridad española. Según las explicaciones del capi-
tán, no conceptuaba esa autoridad que él, ligado
voluntariamente pot un contrato que no había cadu-
cado, por las causas fortuitas que surgían, estuviese
habilitado para requerir la protección de su bandera.
Resignado a seguir uncido a su suerte, el Capitán
Puig ajustó un nuevo convenio con el Coronel
Courtin quien, en representación de su Gobierno,
fletaba de nuevo el buque para transportar la tropa
a Montevideo
El Coronel Courtin, por su parte, había hecho ges-
tiones para realizar fondos en la Isla, a fin de pagar
a la tropa y de hacer nuevas provisiones para el
viaje de retorno Pero vanos fueron sus esfuerzos
Hubo de comprender el Coronel Courtin que las
famosas cartas de crédito de que lo habían armado
en Montevideo eran una mistificación innoble con
que se quiso poner a provecho su celo El Gobierno
de Tésanos había aparentado creer que la circuns-
tancia de estar desempeñando el Consulado oriental
en Matanzas una persona abonada y pudiente, le
habilitaba para hacer giros contra él, proveyendo de
una manera tan fácil y tan cómoda al Jefe expedi-
cionario de los fondos que necesitaba pata llevar
a cabo su villana empresa la de deportar a aquellas
lejanas tierras a los ciudadanos orientales en quienes
[157]
AGUSTIN DE VEDIA
se temió hallar una fuerte columna de oposición
contra los fraudes y atentados que debían caracterizar
al Gobierno nacido del motín militar del 15 de Enero
El Coronel Courtin cayó en la red Tezanos esta vez,
vtvaracheó más que él
El Cónsul Oriental en Matanzas estaba dotado sin
duda de bastante buen sentido para querer aceptar
complicidad en esa obra vergonzosa, y contestó
franca y resueltamente que no quería entender en
nada relativo a ese asunto El Cónsul Oriental en
la Habana, Sr Veiga, joven ingenuo, que se creía
por su carácter oficial en el deber de hacer sacrificios
personales para salvar al Coronel Courtm de las
dificultades en que se hallaba, no pudo acreditar
sino sus excelentes disposiciones Y llegó el momento
en que la Putg debía salir del puerto, sm tener más
provisiones que el agua cedida graciosamente por la
autoridad de la Habana, galleta avenada y algunos
sacos de garbanzos
Llegó en esa situación, efectivamente, el día 10
de Junio No es necesario describir la viva ansiedad
con que esperaríamos el momento supremo de la
partida. Desde muy temprano, nuestras miradas no
se desprendían de la margen de la Habana, de donde
suponíamos que saldría la ballenera española que
debía transbordarnos al vapor Jumata ¡Acercábase
al fin el momento de recobrar nuestra libertad, de
abandonar aquella barca detestable, donde habíamos
vivido sepultados tres meses y medio, sofocando las
más íntimas y generosas emociones del almal
Avistóse al fin una gran ballenera que se dirigía
hacia nosotros Debía ser la nuestra lo era en efecto
Mucho tardó en llegar, pero al fin atracó al costado
de la barca Putg, subiendo a bordo un Teniente de
U58}
LA DEPORTACION A LA HABANA
Navio, y otro individuo que debía también ser
oficial de marina, aunque, como el Teniente, vestía
de particular
Despedímonos del Coronel Courtin y de la mayor
parte de los que quedaban en la barca, deseándoles
sinceramente las mayores felicidades Había dema-
siada satisfacción en nuestra alma para que pudiera
hacerse lugar en ella, en esos momentos, un senti-
miento amargo Nos dirigimos hacia la ballenera.
En el momento en que, los deportados y el Dr
Campana a quien teníamos la satisfacción de contar
en nuestra compañía, bajábamos a la ballenera que
debía conducirnos a bordo del Juntata, el Coronel
Courtin recibía aviso, por un oficial español, de que
venía un bote enviado por la Comandancia de Marina
con provisiones para ía Puig El coronel contestó que
no las admitiría El oficial transmitió esa respuesta
al Teniente de Navio que mandaba nuestra ballenera,
en el momento en que ésta se separaba del costado
de la barca El teniente ordenó que fuese un bote
a prevenirlo a la Comandancia de Marina, para evitar
que se enviasen inútilmente esas provisiones
Servida por diez remeros, la ballenera empezó
a cortar las aguas con mucha rapidez El vapor
Juntata estaba fondeado a larga distancia y la jor-
nada era de una hora por lo menos Esa hora, sin
embargo, no debía pasar sin algún incidente serio, y
sin someter a dudas acerbas el alma de los proscriptos
No debemos omitir un detalle esencial de la his-
toria que narramos Pero debemos precederlo de una
explicación necesaria
Hablando con el Cónsul Oriental, Sr Veiga, a bordo
de la barca Pmg, cuando nos comunicó la resolución
del Gobierno de la Habana respecto a nosotros,
£159}
AGUSTIN DE VEDIA
habíamos querido encargarle de que tomara en la
agencia del vapor nuestros boletos de pasaje, como
medio de evitar cualquier dificultad ulterior» A pesar
de haber insistido en eso, el joven Veiga se opuso,
sosteniendo que podríamos tomarlos del mismo modo
a bordo» Añadió que todo estaba arreglado, y que,
además de eso, el Cónsul Americano que se había
interesado muy especialmente por nuestra suerte,
había hablado con el mismo capitán del Juntata,
a quien nos había recomendado
No obstante esto, a medida que avanzábamos
hacia el vapor, el mismo Sr. Veiga dejó traslucir
el temor que abrigaba de que fuéramos rechazados
de a bordo y no tuvo inconveniente en añadir que
sentiría mucho tuviéramos que volver a la barca.
Naturalmente nos vimos en el caso de hacer al
Sr Veiga sensibles reproches ¿No nos había dicho
que todo estaba arreglado, que toda dificultad había
sido allanada, cuando estábamos en tiempo de salvar
todos los inconvenientes? Y si esto era así, ¿en qué
se fundaba el temor que el Sr. Veiga revelaba 7 O en
un caso no había habido sinceridad, o en el otro
no había fundamento serio Si sus temores se reali-
zaban, suya no más sería la responsabilidad
Algunos de nuestros compañeros de infortunio, sin
embargo, no atribuían gravedad a lo que suponían
simples cavilaciones No temían que en un vapor
americano pudiéramos sufrir un rechazo semejante.
Creían por otra parte, y a fe que era lógico presu-
mirlo así, que nunca se nos pondría en el caso de
volver a la barca Putg, y que, la autoridad que había
hecho una excepción en favor nuestro, consintiendo
en trasbordarnos a otro buque, no se dejaría arrastrar
a una medida tan odiosa y tan incalificable como
[160]
LA DEPORTACION A LA HABANA
sería la de restituirnos a nuestro cautiverio después
de haber estado amparados pot el territorio y por la
jurisdicción española
Pero ya hemos tenido ocasión de observar que es
mal sistema el de la lógica para deducir los actos
de autoridades tan absolutas y caprichosas. No pasa-
ría mucho tiempo* infelizmente, sin que el temor
que, como un presentimiento lúgubre, había agitado
a algunos, se viese justificado
La ballenera seguía acercándose al vapor, ¿quién
imaginaría que podía haber algún peligro para la
nave que surcaba las inmóviles aguas de la hermosa
bahía de la Habana, máxime bajo un cielo sereno
y sin nubes 5 El que lo imaginase, sin embargo,
incurriría en un error tan palmario como el que
esperase hallar justicia ante el Gobierno de la Isla
Surcaba la nave las aguas apacibles, cuando salió de
entre los marineros una voz de alarma La ballenera
había varado sobre un banco de piedra que se pro-
longaba algunos metros y que en la parte más promi-
nente se alcanzaba a descubrir a la simple vista de
la superficie del agua Durante unos momentos res-
balamos felizmente sobre el banco, consiguiendo
salvar ese escollo que, en medio de aquel puerto
privilegiado, acusa la incuria y la indolencia de las
autoridades de la Isla»
Llegamos, por fin, al costado del Júntala. El
Teniente de Navio pidió al Cónsul Oriental que
subiera a bordo, a averiguar si se nos admitía como
pasajeros, mientras él, excusándose de tomar medidas
precaucionales en cumplimiento de su deber, se sen-
taba enfrente de nosotros, del lado de la escala del
vapor, cruzándose de piernas en la actitud de los
turcos.
Í161]
13
AGUSTIN DE VEDIA
Un instante después se nos dijo que subiéramos, y
todos, rebosando de júbilo, nos lanzamos a la esca-
lera, despidiéndonos del Teniente de Navio, cuyo
entrecejo se desarrugó esta vez al saludarnos, deseán-
donos cordialmente un buen viaje. Pero estábamos
destinados a ser juguete de ilusiones falaces, y presa
de un destino inclemente. Apenas habíamos puesto
el pie en el puente del vapor, cuando el mismo
Cónsul Oriental que nos había hecho subir nos comu-
nicaba que se oponían dificultades para admitirnos
en él. Esas dificultades debían ser invencibles. Pre-
textóse que no había espacio en la cámara para alo-
jarnos. Nos manifestamos dispuestos a ir de proa. Pre-
textóse que no había cámara de proa. Declaramos
que, pagando nuestro pasaje de I a nos resignaríamos
a ir a bordo en la peor condición, aun sin cuartos
y sin camas Poco faltó para que nos ofreciéramos
a hacer el servicio doméstico en el vapor americano,
lo que no debe extrañarse si se piensa que, detrás de
nosotros se levantaba, como un espectro amenazador,
la sombra de la barca Pmg ]
Se había empezado a izar nuestros equipajes, y el
Comisario del vapor hizo bajar a la ballenera los
que estaban ya a bordo. El Teniente de Navio subió
entonces al vapor a informarse de lo que pasaba El
Comisario del vapor se ocupaba subsidiariamente de
nosotros' soltaba una palabra y pasaba en seguida
a impartir órdenes a sus subordinados
Esperando los desterrados — ¿qué? — no lo sabe-
mos; algo como la gracia divina, sin duda, habíamos
subido a cubierta de popa del vapor, teniendo que
atravesar por el comedor a donde caía la escalera.
¡Allí nos habíamos sentado, un momento, como abru-
mados bajo el peso de una extraña fatalidad!
1162]
LA DEPORTACION A LA HABANA
En derredor nuestro, algunos pasajeros, indiferentes
a nuestro infortunio, de que no tenían idea, estaban
entregados a diversos pasatiempos. Un inglés leía
flemáticamente su periódico Una joven jugaba con
una linda criatura de rubia cabellera, poniéndole en
la cabeza una naranja cuya caída provocaba sus risas
infantiles, mientras la que debía ser su madre, obser-
vaba sus movimientos, con una mirada benévola,
¡interesante cuadro de familia, rápida visión del hogar
feliz, trasladado a la cubierta del vapor americano,
como para hacer experimentar a los que, de una
manera tan brutal, habíamos sido arrancados de los
brazos de nuestras familias, toda la extensión de la
felicidad perdida, toda la magnitud de nuestro
infortunio*
La dulce visión debía ceder el paso a una rea-
lidad sombría. El destino no se había cansado de
sernos adverso. El oficial que nos había acompañado
se consideraba sin duda en una posición difícil, pues
llevaba orden de dejarnos en el vapor Júntala y no
podía dar por cumplida su misión desde que no se
nos admitía en él. En esa situación, y por indicación
del mismo Comisario de ese vapor, nos propuso
llevarnos al vapor Clayde que salía también ese
mismo día para New York y que probablemente,
por tener pocos pasajeros, no tendría inconveniente
en recibirnos. Obedecimos al Oficial, abandonando el
Júntala casi sin esperanza. Estaba visto que todas
las circunstancias se conjuraban terriblemente contra
nosotros Aun creímos descubrir más tarde en esta
última insinuación del Teniente de Navio, una hábil
estratagema para arrancarnos más fácilmente del
buque americano, bajo cuya bandera habíamos creído
hallar un refugio contra la mala fortuna.
U63!
AGUSTIN DE VEDIA
Atracamos al costado del CUyde. El Teniente de
Navio que quiso subir solo esta vez a entenderse con
la gente de a bordo, bajó un instante después y nos
comunicó que el vapor no recibía pasajeros Esa
nueva repulsa estaba casi prevista
¿A qué se debía la resistencia de los vapores ame-
ncanos a admitir a los desterrados orientales? ¿Era
un exceso de complacencia para con las autoridades
españolas que habían considerado a la barca Putg
poco menos que en las condiciones de un buque
pirata? ¿Era por el temor que infundían esos quince
proscriptos, a quienes la imaginación representaba tal
vez como famosos conspiradores y campeones deci-
didos de la causa revolucionaria de Cuba? Lo igno-
ramos
Cuando el Teniente de Navio, que era un señor
Pedemonte, bajó del vapor Clayde y tomó asiento
en la ballenera, hubo un instante de elocuente silen-
cio Al fin nos atrevimos a preguntarle qué pensaba
hacer de nosotros
— Tengo el sentimiento de manifestarles, nos dijo,
que mi obligación es llevarlos a la barca
Esas palabras, si bien no nos causaron sorpresa,
resonaron a nuestros oídos más lúgubremente acaso
que las que en la cárcel de Montevideo dejó caer
el Comisario Blanco, anunciando que dentro de dos
horas partiríamos para la Habana.
j Volver a la barca Putg! { Volver a la oscura y
nauseabunda bodega donde habíamos pasado largos
meses, como olvidados de la vida, acallando las
manifestaciones íntimas de nuestra naturaleza, donde
hora por hora habíamos sentido cruelmente depri-
mida nuestra condición humana, donde habíamos
sufrido triplemente, en nosotros, en nuestras fami-
[164]
LA DEPORTACION A LA HABANA
lias, en nuestra patria 1 Era eso arrastrar de nuevo a
su tétrica cárcel al prisionero devuelto por un mo-
mento a la claridad del día, apenas entregado a las
primeras enajenaciones de la libertad, era eso llevar
al suplicio a la víctima, después de haberle hecho
aspirar los más dulces efluvios de la vida
Nada más natural, así, que la impresión de estu-
por y el primer movimiento instintivo de indignación,
casi de resistencia, que se reveló en la voz conmovida
de los proscriptos
iCómo, señor*, se apostrofó al oficial de Marina
¿Con qué razón, en virtud de qué derecho se ejerce
con nosotros por las autoridades españolas un acto
semejante de violencia violencia doblemente injus-
tificable, por querer entregársenos a un dominio
extraño a que nos han sustraído esas mismas auto-
ridades, recibiéndonos en su territorio y asilándonos
bajo su bandera^ Si las autoridades españolas quie-
ren tratarnos como reos de su país, cabe que nos
lleven a la cárcel, que nos retengan en un buque
de guerra, que nos sujeten a medidas restrictivas o
represivas en su propio suelo, en la esfera de su
jurisdicción privativa Pero lo que ellas no pueden
hacer, sin agravio, no ya de la justicia absoluta,
sino de las más elementales nociones del derecho de
gentes, 4 es imponernos por cárcel al buque oriental
que hemos abandonado con su asentimiento, cuando
hemos invocado y obtenido de hecho el asilo y la
protección de su bandera, acto de justicia y de huma-
nidad que no cabe sea seguido de una medida tan
irritante y atentatoria 1
Y como si esas consideraciones no bastasen, des-
cornóse aun ante los ojos del oficial español el cuadro
de nuestra situación afligente a bordo de la barca
[165]
AGUSTIN DE VEDIA
Putg. Se le hizo ver que no teníamos otro género
de provisiones que galleta agusanada, garbanzos y
porotos, que el estado del buque era deplorable, que
no tenía una vela sana, ni una cuerda segura, que
sólo milagrosamente habíamos podido llegar a la
Habana, y que era cuestión de humanidad y de civi-
lización no exponernos de nuevo a los peligros de
la navegación en condiciones semejantes
El Teniente de Navio, Sr. Pedemonte, debió sen-
tirse conmovido ante aquel infortunio, de quince
proscriptos en cuyas fisonomías, de cierto, no debió
leer pensamientos siniestros que explicasen la con-
ducta de los usurpadores del poder en la República
Oriental; de aquellos que soñaron invertir las leyes
de la moral social y escapar a su fallo inflexible,
persiguiendo y atormentando a los ciudadanos, que,
en su patria, habrían sido una protesta viva contra
sus atentados y sus crímenes
El Teniente Pedemonte, cediendo a nuestras exhor-
taciones y contrariando, según dijo, sus severas ins-
trucciones, se comprometió a hablar al Capitán Gene-
ral Valmaseda, quien, como se sabe había tomado
posesión del Gobierno Entre tanto, debíamos esperar
la respuesta sin salir de la ballenera, la que se man-
tendría atracada al costado del buque
Cuando avistamos a la barca, notamos con sor-
presa que izaba sus anclas, teniendo a su costado al
vaporcito que nos había remolcado a la entrada del
puerto; a no dudarlo, la barca Putg iba a zarpar
El Teniente Pedemonte hizo detener la maniobra
y subió en el vaporcito, que se dirigió inmediatamente
al muelle de la Comandancia, La ballenera que nos
conducía atracó al costado de la barca El Coronel
Courtin, asomándose desde la borda, nos hizo saber
(166]
LA DEPORTACION A LA HABANA
que, al negarse a recibir las provisiones que caritati-
vamente se le ofrecían, había solicitado que, cuanto
antes, se le diera remolque para abandonar las aguas
de Cuba La respuesta, como se ha podido ver, no
se hizo esperar.
Un cuarto de hora después, regresó el Teniente
Pedemonte Su fisonomía, observada por todas nuestras
miradas, se anticipó para nosotros a sus palabras.
Traía orden terminante de dejarnos a bordo de la
Putg, que debía ser sacada a remolque inmediata-
mente Alguno de nuestros compañeros no pudo con-
tener un arranque de indignación que pudo tradu-
cirse por una resistencia a acatar aquella orden
inhumana El Teniente de Marina observó que, ínten-
cionalmente, y por un acto de delicadeza, había pres-
cindido de vestir el uniforme de su clase No espe-
raba, agregó, que se vería en la mortificante
necesidad de invocar su carácter oficial para llenar
su deber.
Todos nos apresuramos a declarar que, ante nuestra
conciencia, ejercíase ya una verdadera coacción, pero
que acatábamos la orden por odiosa y tiránica que
nos pareciese, no debiendo esperar la intervención
de una fuerza brutal que agregara a la injusticia la
degradación Así fue Y desde el momento en que
nuestra conciencia se sublevó de indignación y des*
pertóse en nuestra alma el sentimiento del honor
ofendido, la escena cambió. Trepamos inmediata-
mente a la temida barca, y pisamos con perfecta
serenidad aquel sucio puente, tan distinto al del
vapor que habíamos entrevisto apenas, y que debió
parecemos un juguete de nuestra imaginación sobre-
excitada, uno de esos risueños mirajes que tan a me-
nudo ofrecía a nuestras ávidas miradas el cielo de
H67]
AGUSTIN DB VEDIA
los trópicos ¡Tan cierto es que el hombre tiende
siempre a sobreponerse a las circunstancias que lo
asedian, en lucha, aun desesperada, con los rudos
golpes de la fortuna 1
El remolcador atracó al costado de la barca y la
arrastró hasta el fondeadero del vapor de guerra
Isabel la Católica, que distaba apenas sesenta metros
de la orilla, lo que nos permitió contemplar al Capi-
tán General, Conde de Valmaseda, quien asistía desde
su balcón a la fiesta que se había preparado a sí
mismo y a la muchedumbre que bordeaba el puerto
¡Escena propia para divertir las inclinaciones de un
déspota absoluto o los ocios de una plebe degradada'
Media hora después el Isabel la Católica salía remol-
cando a la barca de D Juan Puig cortejada por los
silbidos y los improperios del populacho
A las once de la noche, v a treinta millas del
puerto de la Habana, según estaba anunciado, el vapor
soltó el remolque, dejando a la Putg que siguiera
viaje para donde le conviniese, con tal de que no
fuese, y excusada era la recomendación, para ninguno
de los puertos de la desgraciada Cuba
Así entró al puerto de la Habana y así salió de él
el buque de guerra oriental, armado por el Gobierno
de Tezanos y mandado por el Coronel D Ernesto
Courtin
Ahora, detengámonos por un momento en el
examen de los hechos que han pasado a nuestra vista,
y que de una manera tan abrumadora se han descar-
gado sobre nosotros
Como orientales, debíamos sentirnos profunda-
mente humillados La bandera que flameaba en el
mástil de la barca Putg era la nuestra, si bien por
la perfidia y la usurpación había caído en manos
U68]
LA DEPORTACION A LA HABANA
mercenarias que cubrieran con ella empresas desti-
nadas a merecer la execración de los pueblos cultos
y civilizados
No podía revelarse seguramente mayor menos-
precio, burla más ultrajante hacia la soberanía de
un país, si ella está representada por su bandera, que
el menosprecio y la burla de que hizo gala el autó-
crata de Cuba, sometiendo a la barca Pmg a la con-
dición de un buque pirata, manteniéndola bajo su
vigilancia activa y arrojándola por último, ignomi-
niosamente, fuera de sus aguas
Pero, ante todo, , debía la barca Pmg ser consi-
derada por el Gobierno de la Habana como un ver-
dadero buque de guerra, con opción en ese caso a los
fueros y excepciones que le acuerdan las reglas inter-
nacionales y según las cuales se ve en ese buque,
por una ficción del derecho una prolongación del
dominio del soberano a quien pertenece?
No tenemos un perfecto conocimiento de la natu-
raleza y del valor intrínseco de los documentos que
presentó la barca Putg, pero los vicios de informa-
lidad y la supina ignorancia que caracteriza a los
usurpadores del poder en la República Oriental y
los diversos y groseros incidentes que hemos narrado
con entera fidelidad, dan alimento a una duda a ese
respecto y acusan, en todo lo relativo al armamento
de la barca Pmg la más extraña anomalía.
El Gobierno de la Habana sabía, por otra parte,
que la guarnición de la barca Putg, contratada hasta
ese destino, debía desarmarse en el puerto, procedi-
miento inusitado que, con mayores o menores pro-
porciones debía llamar su atención, tanto más cuanto
que aquella plaza estaba sometida a todas las restnc-
AGUSTIN DE VE DIA
ciones aconsejadas por la situación especialísima de
la isla, presa de una guerra prolongada
Esas circunstancias se agravaban aun más teniendo
en cuenta la improcedencia y la irregularidad que
acusaba de parte del Gobierno de Montevideo el
acto de elegir el territorio de Cuba para confina-
miento de sus reos, prescindiendo del carácter que
accidentalmente pudieran éstos investir. Como no es
posible que las naciones en sus relaciones recíprocas,
se expliquen sus actos por ignorancia de los prin-
cipios que envuelven, la autoridad de la Habana
debía inclinarse a ver en la conducta del Gobierno
de Montevideo a ese respecto un agravio inmerecido
hacia la soberanía española
La deportación, en efecto, es una medida por la
cual se confina a determinados individuos en un
puerto o territorio dado Y ella presupone natural-
mente jurisdicción propia sobre ese puerto o sobre
ese territorio No puede admitirse que un gobierno
elija un territorio extranjero para concentrar allí sus
reos, que, si una vez son víctimas inocentes de su
ferocidad, pueden otras ser verdaderos criminales,
peligrosos al orden de la sociedad en cuyo seno
se lanzan»
Nunca, por lo mismo, se han establecido prece-
dentes en contrario Hase visto a la Rusia deportando
a la Sibena, a la España, deportando a Fernando
Pó, a la Francia, deportando a las Guayanas, a la
Italia, deportando a Oristano en la Cerdeña Pero
no se ha visto a ninguna de esas naciones dirigir
sus deportados a la Banda Oriental, o a otra posesión
extranjera-
Además de ser atentatoria a la soberanía extraña,
esa medida pecaría por absurda, cuando no envol-
[170]
LA DEPORTACION A LA HABANA
viese un propósito siniestro* El objeto de la depor-
tación nunca ha sido ni puede ser otro, racional-
mente, que asegurar el confinamiento del reo en el
territorio a donde se le dinje, para lo cual se re-
quiere ejercer soberanía sobre ese territorio. De otro
modo, sería necesario suponer en la medida una sus-
picacia indigna, por la cual se quisiese determinar
el tiempo del alejamiento por el plazo más o menos
dilatado del viaje, a cuvo efecto reservaríanse los
Gobiernos la elección de buques adecuados al objeto,
que aligerasen o agravasen la pena, según su marcha
fuese más rápida o más pesada Para explicar el
máximun de la pena, existiría entonces el recurso
de la barca Vuig>
En efecto, ¿cuál sería la eficacia del confinamiento
en territorio extranjero, si el reo es perfectamente
dueño de entrar y salir de ese territorio, con arreglo
a sus leyes, haciendo así completamente ilusoria la
pena que se le ha infligido, y aun pudiendo volver
al país?
Podría pretenderse que le estaría vedado volver
al país, pero si el Gobierno que lo ha condenado
ha creído que podía impedir su regreso, habríale bas-
tado para su objeto imponerle el simple extraña-
miento, dejándole la facultad de elegir el punto de
su residencia en el extranjero
Con arreglo a ese criterio, sin duda, las Constitu-
ciones de algunos Estados, como la de la Confede-
ración Argentina, por ejemplo, acuerdan al Poder
Ejecutivo, declarando el estado de sitio, la facultad
de remover a los ciudadanos de un punto a otro del
territorio nacional, siempre que ellos no prefieran
salir fuera del país, en cuyo caso son ellos quienes
eligen el punto de su desuno
{171}
AGUSTIN DE VEDIA
No es de este momento analizar el espíritu de
una disposición constitucional que tanto campo deja
a la arbitrariedad, y si la hemos mencionado es
simplemente para constatar por un ejemplo más, que,
salvo alguna excepción igualmente monstruosa, no
ha cabido en la mente de ningún otro gobierno,
que el de Tezanos, la idea de elegir un puerto deter-
minado en territorio extranjero para relegar a ese
destino a los reos o a las víctimas de su autoridad
Y, por lo mismo, cuando se producen actos de
esa naturaleza, en que va envuelto un desconoci-
miento de los principios y de las reglas más triviales
del derecho público, desconocer en el agente inme-
diato la representación que se atribuye para verifi-
carlos, puede ser acaso el único medio prudente de
excusar una ignorancia palmaria o de repeler un
agravio gratuito
Pero, donde resalta la injusticia, la arbitrariedad,
el atentado de las autoridades de la Habana, es en el
procedimiento observado con los deportados orien-
tales En el hecho de haber accedido a su solicitud
para trasbordarse a un buque americano y de enviar
expresamente al efecto una embarcación al mando
de un oficial, que los recibiese, las autoridades de la
Habana habían establecido una distinción insalvable
entre el buque que no había sido admitido y los
ciudadanos que eran acogidos, aunque transitoria-
mente, en el dominio español. Desde el momento
en que, por un acto oficial, eran separados esos
ciudadanos de la barca, quedaban al amparo de la
jurisdicción española y aquel buque en lo sucesivo
debía ser tan extraño para ellos, hablando en derecho,
como lo fuera un navio ruso o austríaco
[172]
LA DEPORTACION A LA HABANA
Después de haberse establecido esa marcada dis-
tinción entre los desterrados orientales y el buque
que les servía de prisión, reconociéndose implícita-
mente las consideraciones invocadas por ellos, consi-
deraciones de derecho, consideraciones de humanidad,
compelerlos a volver a la barca era cometer, no sólo
un acto de inconsecuencia, caprichoso y absurdo, sino
una odiosa y temeraria violencia.
Imposible es hallar la explicación del procedi-
miento observado en ese caso por la autoridad de
la Habana, si no se busca en los arranques volunta-
riosos de un despotismo brutal, que tanto contrasta,
a la verdad, con la proverbial hidalguía del carác-
ter español
Sobre todas esas consideraciones, prevalecía aún
una amarguísima impresión en nuestra alma de
patriotas Bien que no exageremos ciertas creencias
y que no entendamos en absoluto que el honor de
las naciones depende de los gobiernos que a veces
las humillan y degradan, no podíamos sustraernos al
dolor de ver abatida, en manos impuras, U bandera
que representaba las gloriosas tradiciones de una
nación heroica en sus mismos infortunios. Si allí,
en aquella miserable barca, estaba representada la
soberanía oriental, nunca nación alguna fue más
ajada y más deprimida que la nuestra, jLa vez pri-
mera que la bandera oriental cruzaba el océano en
un buque de guerra, iba cubriendo una de las em-
presas más inicuas que se registran en los anales
de la arbitrariedad, para ser declarada prisionera de
las autoridades de la Habana y expulsada por último,
en medio de un aparato insolente, más allá de sus
dominios!
[173]
AGUSTIN DE VEDIA
jLos hombres que por una usurpación inicua esca-
laron el poder en Montevideo, llevaron así al exte-
rior una muestra del gobierno grotesco que han cons-
tituido en el interior de la República; gobierno de
odios y de exacciones; gobierno de impudencia y de
prostitución!
Entre tanto, la barca Puig estaba en el océano
sin rumbo Era necesario fijar su derrotero, resolver
el destino que debía llevar El Capitán Puig opinaba
que debía dirigirse a las islas Bermudas, distantes
trescientas leguas de la Habana, donde le sería fácil
hacer provisiones y donde los deportados podíamos
hallar vapores que nos llevasen a algún puerto de
escala de los paquetes que se dirigen al Río de
la Plata.
El Coronel Courtin no se sentía seducido por la
idea de emprender ese largo viaje en las condiciones
en que se hallaba en la barca Putg f y, después de
haber cambiado opiniones con algunos de los depor-
tados, se convino en que debíamos dirigirnos a uno
de los puertos más inmediatos de los Estados Unidos
¿Cuál debía ser ese puerto? Los deportados a quienes
se consultaba, interpretando el deseo de todos, opi-
naban que se eligiese el puerto de Key West, que
suponíamos apenas a una distancia de treinta leguas
y que había sido muchas veces el punto de desem-
barque de los emigrados cubanos que lograban
escapar a la saña de sus perseguidores
El Capitán Puig se opuso a eso, fundado en que
ese puerto ofrecía peligrosos escollos a la navegación
y en que tampoco brindaba facilidades para proveer
al buque de víveres Después de algunas vacilaciones,
se resolvió definitivamente hacer rumbo a Charleston,
antigua capital de los Estados del Sur en la gigan-
{174}
LA DEPORTACION A LA HABANA
tesca guerra americana, y la más importante ciudad
comercial de la Carolina del Sur.
Pero, ¿en qué carácter arribaría la Putg a ese
puerto? ¿En condición de buque de guerra? En
ese caso, ¿no se correría el peligro de chocar con
las mismas dificultades que le hicieron escollar en
la Habana? Convencidos estábamos todos de la antí-
tesis viva que ofrecen las instituciones de uno y otro
país, pero el infortunio de una situación como la
nuestra, que había confundido bajo el mismo golpe
a las víctimas y a sus opresores, sembraba la des-
confianza y el temor, no completamente infundados,
por otra parte, en el ánimo de todos
Esa grave cuestión fue largamente considerada y
debatida en el consejo de estado de la barca Putg.
Al fin prevaleció la opinión del capitán del buque,
que, sea porque quisiese cortar los cabellos a Sansón,
o por otra razón cualquiera, opinaba que debía des-
armarse el buque y entrar en el puerto como mer-
cante El Capitán Puig se había munido en la
Habana de una patente de Sanidad, que acreditaba
el buque en esas condiciones, y contaba que la falta
de rol y otros papeles complementarios sería suplida
más tarde por el Cónsul Oriental de Charleston, bas-
tando aquella primera patente para que las autori-
dades sanitarias declarasen al buque en libre plática
y pudiéramos bajar a tierra.
Se trató de poner en ejecución la idea luminosa,
de encajonar los fusiles, ocultándolos en la bodega
y de disfrazar a los soldados Inmediatamente ocurrió
una ligera dificultad La patente de Sanidad daba al
buque 36 pasajeros, fuera de la tripulación, y había
54 personas, además de la familia del capitán y de
los marineros Pero no tardó en allanarse ese ligero
{175}
AGUSTIN DE VEDIA
inconveniente. Conforme se ocultaban los fusiles se
ocultarían en el fondo de la bodega 18 soldados, y
todo estaba concluido.
Así empezó a ejecutarse Arrióse el gallardete de
guerra que flameaba en el mástil de popa, reunié-
ronse los fusiles, correajes y municiones que había,
a excepción del armamento que correspondía a un
centmela que se creyó prudente reservar, y todo se
encerró en un cajón, cuya obra se había encargado
de antemano al carpintero del buque, bajándose luego
al lugar más apartado de la bodega.
Empegó entonces la función de vestir de particular
a los soldados y éste habría sido el sámete de la
tragedia, si no nos hubieran estado reservadas duras
pruebas todavía, |Vaya una ironía del destino 1 ¡Los
adustos carceleros de ayer, tenían que recurrir a un
ardid, despojarse de sus insignias guerreras, acudir
al disfraz para no correr el peligro de ser expulsados
como piratas, del país a donde arrastraban a sus
presos, que no tenían felizmente que disfrazar ni sus
fisonomías ni su conciencia 1
Era cuanto había que ver, un cabo Gadimet, de
formas corpulentas, y obeso, encerrado dentro de un
estrecho saco que amenazaba estallar como un globo
que se inflama de viento, y ocultando su cabeza bajo
las anchas alas de uno de esos enormes sombreros
de grosera paja, procedentes de Cabedelho, a los
cuales habíamos dado el nombre de jangadas, alu-
diendo a las embarcaciones indígenas de que en otra
parte nos ocupamos Quién de los soldados aparecía
de gorro y de levita, cuyas escasas mangas se detenían
a la mitad del brazo, quién ostentaba un fragmento
de antiguo sombrero de copa alta rebajada y a la
falta de otra cosa se paseaba en mangas de camisa.
[176]
LA DEPORTACION A LA HABANA
Todos se distinguían por alguna originalidad, atavia-
dos con ropas de los deportados y de los marineros,
formando así una comparsa que no habría tenido
precio en días de Carnaval, y que habría represen-
tado a las mil maravillas su papel en el último que
pasamos en Montevideo
Transformada de esa manera la fisonomía bélica
de la barca Nacional, seguíamos acercándonos a Char-
leston, a merced de una brisa favorable. Pero la nave-
gación nos reservaba aún otra de sus rudas emociones
La suerte no se había fatigado de descargar sus
golpes sobre los desterrados
La noche del 16 de junio tiene que ser memo-
rable para todos los viajeros de la barca Putg. Un
formidable huracán estuvo a punto de sepultarnos
esa noche en los abismos del océano
Navegaba la barca con casi todas sus velas, cuando
los que estábamos en el fondo de la bodega sentimos
los rugidos del viento precursores de una borrasca
De súbito, sin dar tiempo a los marineros a ejecutar
maniobra alguna, el huracán, apenas anunciado, se
desencadenó con toda su fuerza, abatiéndose sobre el
buque que casi se tumbó Aquello fue un remolino
inesperado que asaltó de proa a la barca que nave-
gaba viento en popa, al parecer con un viento
bonancible.
Gritos de toda especie resonaron en la cubierta
y los que estábamos abajo pudimos sentir el estré-
pito infernal que armaban los pasos vacilantes de
los soldados y marineros en tropel, en el puente
del buque
En vano, en los primeros momentos, el Capitán,
esforzándose por dominar la voz del huracán, gritaba
— ¡Todo el mundo arriba 1 |Aferrar velas!
[177}
14
AGUSTIN DE VEDIA
Los marineros estaban atónitos y se preocupaban
sólo de evitar los palos, que amenazaban desplomarse
Algunas de las velas, foques, sobres y gavias,
fueron arrancadas por el huracán en sus primeros
impulsos Las demás habían sido arrolladas contra
los palos que milagrosamente resistieron. El timón
no gobernaba El bote colgado a popa del lado de
babor, tocaba el agua que empezaba a penetrar por
la borda, tan inclinada estaba la barca.
El Coronel Courtm dirigía la vista a una tabla
para disputarse en último caso a la muerte El
Teniente Varenci invocaba a Dios, asido a la borda
del buque La capitana lloraba a grandes gritos, todo
era horror, confusión y desorden.
Entre tanto, el Capitán seguía dando voces inú-
tiles, y mandando que se cortaran las velas a cuchillo.
Fue debido al fin a la sangre fría e intrepidez
de un hijo del Capitán, que se lanzó resueltamente
a los mástiles a cortar las velas hinchadas de viento
que hacían zozobrar al buque, que logramos escapar
a un naufragio inminente.
Tres o cuatro de nuestros compañeros se encon-
traban en el puente del buque, donde permanecieron
estoicamente, presenciando aquella pavorosa escena
de los elementos desencadenados, a que plugo arran-
carnos a la Providencia que ha velado sobre nuestro
destino y ha querido que las víctimas de una negra
iniquidad salgan ilesas de todas las pruebas y escapen
a todos los peligros que se han cernido sobre sus
cabezas, para que un día, frente a frente de sus ver-
dugos, sean un testimonio irrecusable de una justicia
que no se dobla ni se prostituye
Pasado el momento del peligro, el Coronel Courtin
bajó a la bodega de los presos, cediendo sin duda
U78}
LA DEPORTACION A LA HABANA
a una necesidad de expansión natural. Sus pupilas
se hallaban más dilatadas que de ordinario, cuando
al descender del vigésimo travesano de la escalera.
— ¡Caballeros, nos dijo, han de saber Uds que
hemos hecho una escapada baguala*
Carlos Gurméndez acogió con una carcajada homé-
rica, rasgo habitual de su carácter franco y expan-
sivo, aquella ocurrencia que era gráfica, en el con-
cepto de uno de los compañeros
El Capitán Puig, por su parte, creía haber resuci-
tado esa noche, y de pie, en medio de su cámara,
con una botella en la mano, invitaba a todos a fes-
tejar el acontecimiento con un trago de aguardiente.
El tiempo siguió tormentoso hasta el día siguiente,
en que redobló el viento, obligando a la Pmg a nave-
gar casi a palo seco Se había i2ado bandera de prác-
tico y no tardó en avistarse una rápida ballenera, pero
el Práctico que en ella venía no era de Charleston
sino de Santa Elena, población inmediata del mismo
Estado Había que avanzar aún veinte o treinta millas
para hallar al que buscábamos
El día 19 por fin, con gran satisfacción de todos,
vimos subir a bordo de la Pmg al Práctico de Char-
leston, cuya presencia tranquilizó nuestro espíritu un
tanto excitado, y en quien, a pesar de ser hombre
de color, nos complacíamos en admirar esa fuerte y
robusta raza que parece dar vivo testimonio de la
excelencia de sus instituciones Si en ese pensamiento
había algo de fantástico, recuérdese que nacía de
hombres que habían estado a punto de hallar su
tumba en el océano y que tenían ante sus ojos la
tierra de la América libre esos gloriosos Estados
Unidos, patria de la democracia, tan acariciada por
la imaginación que la invocaba como su estrella y
U79]
AGUSTIN DE VEDIA
su guía, en los desfallecimientos y en los naufragios
de la vida política
Sí, allí estaba la patria de Washington, de Fran-
klin, de Lincoln, de todos esos hombres grandes, no
porque se elevaran en pedestales sangrientos, no por-
que deslumhraran con el oropel dé las glorias mili-
tares, sino porque fueron los más genuinos represen-
tantes de una democracia basada en el más escru-
puloso respeto de la libertad humana, porque echaron
los fundamentos de la sociedad más libre y más cris-
tiana de la tierra como Washington y Frankhn, o la
coronaron como Lincoln con la negación humani-
taria que arrancó a cuatro millones de hombres al
látigo de la servidumbre.
Sí, allí estaba el país en que el hombre se siente
más soberano de sí mismo; en que no impera la
arbitrariedad de los mandatarios sino el culto de la
ley, en que la justicia es el más firme baluarte
de la libertad, en que se ha comprendido que la
debilidad de las sociedades está en la centralización,
como su fuerza en la libertad, en que el ciudadano
puede reivindicar todos los derechos que se refieren
a la conciencia, al pensamiento, a su actividad per-
sonal; en que la Iglesia en el Estado libre, dignifica
las creencias, depura la religión y emancipa y vigo-
riza al Estado, en que el Estado se ve reducido a sus
límites naturales, como representante de la naciona-
lidad, de la justicia, fuera de cuyos límites nunca
será sino una tiranía; en que todos los agentes del
Poder están sujetos a la más efectiva responsabilidad;
en que el municipio, esa escuela de la libertad tiene
su más amplio desarrollo, en que el individuo, librado
a su propia energía, asombra diariamente con los
prodigios de su industria y de su genio; en que, paro-
[180]
LA DEPORTACION A LA HABANA
diando la expresión de un publicista, se desarrolla
una democracia pacífica, moral e ilustrada, que brilla
como un faro inextinguible, proyectando sus rayos
sobre uno y otro Continente* ¿Quién nos diría que
la mano de la arbitrariedad y del despotismo había
de lanzarnos un día sobre aquella tierra clásica de
las libertades* ^Singulares anomalías de la suerte'
Pero, sigamos la historia interrumpida Excusado
es decir que, al subir a bordo el Práctico, se había
ocultado ya en la bodega a los 18 soldados que
sobraban, con relación a la patente de Sanidad, y
entre los cuales se encontraba el renombrado Gadi-
met, cuyo volumen se redujo visiblemente por efecto
de la presión a que estaba sometido y del copioso
vapor que su máquina despedía.
El Práctico hizo soltar todos los trapos de la barca,
que nunca se halló tan revestida, y que empezó
a cortar el agua con una inusitada ligereza, que, sin
embargo, no satisfacía al impaciente americano, habi-
tuado a las alas de su ballenera, y sm duda a aquel
género de embarcaciones de nueva invención de que
hablaba el Capitán Puig, refiriéndose a los buques
que pasaban velozmente por el costado de su barca,
perdiéndose a los pocos momentos en el confín del
horizonte.
-Algunas horas después avistamos el célebre fuerte
Sumpter que se levanta a la entrada del puerto, y
cuyos cañones, del más vasto calibre tronaron con
tanto furor en la última guerra.
Pasamos por delante de Sulhvan, preciosa pobla-
ción de campo que está casi enfrente de Charleston,
en una isla, y nos recreamos en admirar las sencillas
y elegantes casas, construcciones todas de madera,
que la formaban.
[181}
AGUSTIN DE VEDIA
El Práctico había dado a conocer al Capitán Puig
el reglamento sanitario del puerto, por el cual se
imponía cuarentenas a las procedencias de la Habana
En consecuencia, el buque debía fondear, como fondeó,
en efecto, a alguna distancia del puerto, y en cumpli-
miento del mismo reglamento elevóse en lo alto del
palo de proa una bandera amarilla, formada por un
retazo de franela que a duras penas se pudo arrancar
a la capitana La barca Vmg se cubría de esa manera
con el único ornamento que le faltaba para com-
pletar su aspecto fúnebre la bandera amarilla, o sea
la bandera de la muerte curiosa metamorfosis, bajo
la cual fuera difícil descubrir los rasgos primitivos,
del buque de guerra oriental
A corta distancia del fondeadero de la barca, se
proyectaba una punta de tierra donde estaba la casa
de Sanidad y en cuya orilla se distinguían las huellas
de una antigua batería demolida De esa margen se
desprendió un bote que, media hora después, traía
a bordo de la Pmg al médico de Sanidad momentos
de ansiedad indescriptibles.
Los deportados estaban divididos en dos grupos
uno a popa y otro a proa del buque Esa distribución
indicaba generalmente la naturaleza de las impresio-
nes a que unos y otros cedían y el sello distintivo
de sus caracteres. Los que componían el primer
grupo se lanzaban valerosamente al fuego, a recibir
los primeros, sea la herida mortal o el premio de la
victoria Los que componían el segundo grupo, y
allí se contaba el que estas líneas escribe comprimían
sus emociones y con tal de no exponerse a recibir
los primeros el golpe fatal, renunciaban a la satis-
facción de saborear un momento antes una noticia
plausible La actitud de los últimos les daba cierta
1 182}
LA DEPORTACION A LA HABANA
ventaja la infausta tiueva no llegaría hasta ellos sino
precedida de esos vagos rumores que dan tiempo
a prevenir la rudeza del golpe, resguardando el
corazón bajo una malla de acero.
No faltaron, desgraciadamente, ni los rumores, ni
la cruel certidumbre. jEl Médico de Sanidad había
declarado que la barca Putg tenía que sufrir una
cuarentena de treinta días* Y esa noticia al principio
inconcebible, llegó confirmada hasta los deportados
de la proa, que se miraron entre sí, como seres
a quienes anonada bajo sus ruedas el carro de una
fatalidad inexorable.
Hacía cuatro meses que arrastrábamos una mise-
rable existencia en el fondo de la bodega de un
buque ruin, combando por las tempestades, y para el
cual parecía que se cerraran todos los puertos, como
ante una embarcación maldita ¡Qué extraño, qué
implacable destino nos perseguía 1 Hubiera sido el
caso de exclamar, abandonados a un escepticismo
desesperante, que faltaba a la Providencia el Poder
o la Justicia, si Dios interviniera de un modo directo
en los acontecimientos humanos.
Algunos de nuestros compañeros, y muy especial-
mente el Dr, Herrera y Obes, que era quien con
mayor facilidad podía explicarse en inglés, se empe-
ñaron en demostrar al Médico la injusticia de tan
rigurosa medida Hiciéronle ver que, apenas la barca
había tenido comunicación con la Habana, de donde
traía su patente limpia, que, además de eso, llevá-
bamos cerca de diez días de navegacTón, durante los
cuales no había habido síntoma alguno de enfer-
medad, a bordo, y por último, estando una dispo-
sición de esa naturaleza librada a la equidad de los
Médicos de Sanidad, según el reglamento, apelaban
{183}
AGUSTIN DE VEDIA
a ella, no sin dejar de despertar a la vez los senti-
mientos humanitarios que debía inspirar la desgra-
ciada condición de los deportados.
El Médico que había ido a hacer la visita, no se
manifestó insensible a las observaciones y reclama-
ciones de los desterrados, pero no estaba autorizado
para modificar una resolución que no emanaba de él,
simple auxiliar del Médico del Puerto, que era el
Dr. Robert Lebby, su señor padre, y se limitó a ofre-
cer que, al día siguiente, a las ocho de la mañana,
deliberarían sobre el particular, en la casa de Sanidad,
a donde quedó en llevar al Dr. Herrera y Obes para
que pudiera exponer de nuevo la situación en que
nos hallábamos en el buque
Retiróse, pues, el Médico, casi de noche, deján-
donos un vislumbre de esperanza esa luz amiga y
consoladora que no abandona a la desgracia y que
brilla casi siempre en el fondo de las más densas
tinieblas
Pensábamos que, a lo menos no llevaría la Comi-
sión Sanitaria su rigor hasta hacer cumplir estricta-
mente la cuarentena que nos habían marcado Quién
la veía reducirse a quince días, quién a diez, quién
llegaba a acariciar la ilusión de que se limitaría
simplemente a cuatro o cinco días la observación
sanitaria. ¿Y qué era ese término para las víctimas
de la barca Pusg ?
Entre tanto, el Capitán Puig pretendía hacerse
inmediatamente a la vela para Savannah, puerto inme-
diato, donde, según había dicho el mismo médico,
la cuarentena se limitaba a algunas horas Pero, aun
cuando no hubiera habido esperanza alguna de obte-
ner la reducción de la cuarentena en Charleston, el
ánimo de todos estaba decidido en contra de esa
H84}
LA DEPORTACION A LA HABANA
resolución, y hubo una enérgica resistencia contra ella.
Todos preferíamos eternizarnos en aquel puerto,
a hacernos de nuevo al mar en la barca Putg.
Sobrevino la mañana siguiente, llegó la hora anun-
ciada para la conferencia, pasó con exceso, \y nadie
venía! La inquietud se apoderó nuevamente del ánimo
de los proscriptos, con tanto más motivo, cuanto que
tampoco había venido el bote que debía traer provi-
siones pedidas por intermedio del mismo Médico de
Sanidad.
Era próximamente mediodía y algunos de los des-
terrados nos hallábamos tendidos en nuestras camas,
en la bodega, cuando se precipitó escalera abajo uno
de los compañeros, diciéndonos*
— ¡Es preciso hacer la lista de los deportados han
venido los médicos y van a ponernos en libre plática f
Hay impresiones que no se definen se sienten y
nada más. Las que nosotros experimentamos son de
ese género.
No había tiempo de reflexionar. Trazados, con
mano trémula, los nombres de todos, subimos al
puente a toda prisa El Medico del Puerto iba a pro-
ceder a un reconocimiento personal para cerciorarse
de que no había a bordo ningún enfermo. Tenían,
pues, que formar a popa los 36 individuos de que
hablaba la patente de Samdad
Nuevos instantes de tribulación. ¿Estará el número
completo ' ¿No resultará alguno más del contrabando?
¿No descubrirían el fraude? Trabajo costó reunir a los
36. Cuando se presentó el último de los que sucesi-
vamente fueron viniendo de proa al llamado del
Coronel Courtin, el Médico dijo ¡Basta! Con la voz
y con el ademán, como si temiera que surgiera algún
[185]
AGUSTIN DE VED1A
otro, echando a perder la ingeniosa combinación que
mantenía en la trampa a diez y ocho individuos
Recorridos uno por uno los presentes, el Médico
se mostró satisfecho del examen. Pidió entonces un
vaso de agua para probarla Afortunadamente tenía-
mos la provisión de la Habana Pero es claro que
no se sacó agua de las pipas, que ya estaba corrom-
pida, se extrajo del depósito de hierro del buque.
Asimismo, el Médico hizo un gesto nada halagüeño
al probarla. Luego significó el Médico que quería
inspeccionar el buque Nueva alarma y agitación
entre los desterrados Los soldados ocultos iban a ser
descubiertos* ¿Qué sucedería entonces^ Esperamos con
ansiedad la solución del conflicto
A no dudarlo, el ardid fue conocido Pero, sin
duda, los Médicos, que eran los Dres. Lebby, padre
e hijo, estaban animados del más generoso espíritu
hacia nosotros Acaso como hemos llegado a presu-
mirlo, creyeron que los individuos ocultos no eran
otra cosa que algunos de tantos fugitivos de las auto-
ridades españolas de Cuba que iban a buscar su
refugio natural en el suelo hospitalario y libre de la
América del Norte ¿Qué podría importarles eso? Lo
que les importaba sobre todo era abrir de par en par
las puertas de su patria a los perseguidos y a los
proscriptos Allí había espacio y luz para todos y un
poder inconmovible que no soñaba en aparecidos ni
en conspiradores. Acojan los Dres. Lebby este recuer-
do, y en él envuelto un homenaje de gratitud y de
simpatía, que, desde las márgenes del Plata, le envían
por nuestro órgano los deportados de la barca Pmg.
El Médico del Puerto debía hacer su informe para
que la Aduana declarase en Ubre plática al buque y
pudiéramos desembarcar en Charleston El puerto
[186}
LA DEPORTACION A LA HABANA
estaba lejos y el tiempo era breve Podría pasar ese
día sin que se llenase aquella diligencia Pero el
Dr, Lebby, a una súplica de los desterrados, se dis-
puso a vencer todas las dificultades que se oponían
a nuestro desembarque inmediato AI efecto, diri-
gióse inmediatamente a la Aduana, dejando a bordo
al Dr Lebby, hijo segundo Momentos después, este
último nos mvito a dar un paseo a la costa vecina,
donde estaba situada la casa sanitaria, mientras llegaba
el despacho de la Aduana. Acogimos con indecible
alegría esa invitación y nos arrojamos en un bote
los que cabíamos en él Desembarcamos Más de uno,
seguramente, de nuestros compañeros, tuvimos inten-
ción de besar aquella tierra bendita que nos devolvía
la vida y la libertad, después de haber atravesado,
en nuestra prisión flotante, tres mil leguas de océano.
Si faltó en aquel acto una manifestación exterior, el
pensamiento íntimo fue el ósculo de los desterrados.
La tierra que se prolongaba delante de nosotros
estaba recientemente removida y cultivada, y más
adentro, poblada de árboles y arbustos Atravesamos
por entre las hortalizas y llegamos a un camino
angosto, tapizado de césped y rodeado de pinos y
una especie de retamas, a cuyos costados se abrían
otras sendas más estrechas aún, por entre las cuales
nos internamos algunos, ávidos de aspirar el perfume
de la tierra y de la vegetación, envolviéndonos, como
diría Lamartine, en su sombra y su verdura. Hubié-
ramos querido abrazar a los árboles, como antiguos
y queridos amigos que volviésemos a ver tras una
larga proscripción Aquel fue nuestro divino oasis:
i Bendita seas mil veces, tierra hospitalaria, asilo de
los proscriptos, patria de la libertad '
Cuando regresábamos de nuestro paseo y nos apro-
[187]
AGUSTIN DE VEDIA
ximábamos a la costa, donde se levanta la casita de
Sanidad, vimos allí a los demás compañeros, al
Dr. Lebby hijo, y al Capitán Hoffman Este último,
empleado de la Aduana, venía a comunicarnos que
podíamos bajar a Charleston y se ofrecía generosa-
mente a llevarnos en su bote. Un ¡hurra! unísono y
prolongado, fue nuestro grito de expansión.
Volvimos a la barca Puig donde teníamos que
hacer algunos preparativos, y no tardamos en aban-
donarla para siempre Quedaban allí nuestros equi-
pajes que no debían desembarcarse mientras el buque
no hubiese llenado las formalidades de uso con la
Aduana. Esas formalidades nunca se llenaron, ni
podrían llenarse, porque el buque, en su calidad de
mercante, carecía de documentos indispensables para
ser admitido en el puerto. Sin embargo, la Aduana
consintió en el desembarque de nuestros equipajes
después de la consulta elevada al Gobierno, que fue
favorablemente resuelta.
A bordo de la barca Putg supimos que un alto
funcionario público de Charleston, el General
Walthmgton, Colector de Aduana, al tener conoci-
miento de los nombres de los deportados orientales
que habían arribado al puerto, se esforzó por allanar
las dificultades que se oponían a nuestro desembarque
inmediato El General Walthmgton había estado en
el Río de la Plata y conocía de nombre algunos de
los proscriptos, que efectivamente, hallaron en él una
acogida benévola de que guardan un recuerdo
simpático
Al poner el pie en el muelle de Charleston pare-
ciónos penetrar en una atmósfera más diáfana e im-
ponderable Aliviados de un peso abrumador, creíamos
flotar en el espacio, más bien que hollar la tierra
U88]
LA DEPORTACION A LA HABANA
¡Al fin éramos enteramente libres* ^Libres en un país
donde no había estado de sitio, ni suspensión de
garantías individuales, ni batallones de mercenarios,
ni policías inquisitoriales, en un país donde la ley
de habeos corpus es la suprema ley!
,Qué transición estupenda 1 Esas primeras impre-
siones están consignadas en una carta íntima que
dirigimos a Montevideo. De ella tomamos los siguien-
tes fragmentos:
"Charleston, 19 de Junio a las diez de la noche
"Mi amiga querida
"Si en el momento en que me siento en el cuarto
N° 78 del «Charleston Hotel» a escribirte, hubiera
algún suceso desagradable o infausto en el seno de
mi familia, no creo que mi naturaleza fuese tan trai-
dora que hiciese experimentar a mi alma las impre-
siones inefables de contento de que está rebosando.
¡Fácil te será comprender eso si empiezas por leer
mi carta anterior, de esta misma fecha, en que te
hago saber que la autoridad sanitaria del puerto nos
ha impuesto una cuarentena de treinta días, y pasas
luego a leer estas líneas que empiezo a trazar el
mismo día, en sólida tierra americana!
"¿Qué especie de prodigio es ése* Para nosotros
ebrios de generoso entusiasmo, es ése uno de los
tantos prodigios que ejecuta con tan heroica simpli-
cidad el genio de los yankees 1 No va eso tan des-
caminado como parece, según lo veremos. Vamos
por partes.
"Te decía en mi carta anterior y reciente, que se
trabaja por obtener a lo menos una reducción del
{189}
AGUSTIN DE VEDIA
término cuarentenano Era eso para nosotros una
esperanza a que yo daba un color más definido en
el deseo de que no fuese tan dolorosa la impresión
que mi carta te llevase. Pero, joh, sorpresa, la más
inefable; oh, alegría, la más suprema'
'Tocas horas después se presentan a bordo de la
Pmg los Médicos que componen la Junta de Sanidad,
y después de una visita y de una inspección hecha
en regla, pero de la manera más bondadosa y jovial,
en que se traslució y se patentizó el interés de favo-
recernos a todo trance, ellos mismos nos bajaron
a este suelo bendito, en cuya atmósfera, y en cuya
vida nos parece palpar a cada momento los gérme-
nes fecundos de su increíble y portentoso desarrollo:
gérmenes que están en el hombre mismo, librado
a la plenitud de su energía y de su fuerza.
*\Y en dónde, sino en esa sublime expansión de
la vida, en esa confianza de la fuerza, en esa libe-
ralidad que abre al hombre de par en par las puertas
de esta tierra hospitalaria, en dónde sino en eso
mismo, está el gran secreto de su prosperidad y de
su ventura? He ahí por qué decía al principio que
no íbamos tan descaminados cuando queríamos ver
en nuestra transición sin nombre, un signo del genio
americano
"¡Salir de la Puig y entrar en el «Hotel Charles-
ton» r ¿Concibes tu eso? Salir del fondo de la in-
munda bodega, de la prisión flotante que ideó la
más negra arbitrariedad y la maldad más insigne,
para ajar, deprimir y atormentar al hombre, y entrar
en la patria feliz de la libertad, cobijarse bajo la
bandera estrellada, volver a la vida de la civilización,
a tener conciencia de nosotros mismos y a experi-
mentar de una manera práctica los efectos de esas
[190}
LA DEPORTACION A LA HABANA
admirables instituciones que hemos soñado para
nuestro país ¡sueño que allá, en la actualidad, vale
el destierro o la muerte 1 ¡Cerrar los ojos en las tinie-
blas y abrirlos en medio de esplendores de luz ador-
mecerse en la angustia de la esclavitud y despertar
en la apoteosis del hombre libre apurar la ultima
sustancia amarga del cáliz del destierro, y sentarse
a libar la copa generosa de una ambrosía del cielo!
Son ésas las impresiones que hemos recogido en unas
cuantas horas
"Abandonamos, por fin, esa barca siniestra de
Carón, en la que hubimos de naufragar en la noche
del 16 de este mes, y en cuyo mástil, para que nada
faltara al horror que sobre ella se cernía, se levantó
una franela amarilla, al entrar en el puerto, como
signo de proceder de una región infestada Abando-
namos esa barca, donde, durante cuatro meses hemos
llevado una vida de rudas impresiones, en que el
espíritu y la materia han estado sometidos a todos
los suplicios imaginables, librados a la lucha de todos
los elementos y de todas las contrariedades, y de las
que hemos salido triunfantes, merced, sin duda, a ese
poder que el hombre ejerce sobre sí mismo, cuando
le acompaña una conciencia serena, una convicción
arraigada y una esperanza inmortal.
"Al fin, la barca desapareció de nuestra vista, como
una visión fatídica que, en un despertar risueño, se
hundiera en la onda amarga; como una nube negra
que se perdiera en el confín del horizonte. ¡Ya no
aspiraremos esa atmósfera envenenada, no escucha-
remos el ruido de sus cadenas y el indecente len-
guaje de sus armadores, no tendremos que contar
sus singladuras de cangrejo, ni que preservarnos de
sus cabos roídos, ni que temer su descangallado vela-
[191}
AGUSTIN DE VEDIA
men y sus palos apohllados, ni que sufrir las inso-
lencias de los sirvientes y las villanías de los capi-
tanes' ¡Adiós, por fin todo eso y que la barca Pmg
tequies caí m pace'"
Pero antes de arrojar una última mirada a la barca
Putg, debemos completar la historia de su siniestra
expedición.
El Coronel Courtin desembarcó con el primer
grupo de desterrados, en uno de los botes del Médico
de Sanidad, ofreciendo enviar provisiones y realizar
recursos para pagar a todos y facilitarles pasaje para
Montevideo» Pero, sin duda, nada pudo hacer en
Charleston, porque, al día siguiente o a los dos días,
se dirigió por el ferrocarril a New York.
No tardaron en desembarcar en Charleston los dos
oficiales que mandaban la tropa, el ayudante del
Dr Campana, y por último, todos los soldados que,
careciendo de alimentos, prefirieron bajar a tierra
a luchar con la miseria. El Capitán Puig, suponién-
dose engañado por el Coronel Courtin, quiso des-
embarazarse cuanto antes de los individuos que com-
ponían la guarnición del buque
Los veinte y cinco soldados de la barca Pmg, casi
todos en trajes harapientos, diseminados por las calles
de Charleston, no tardaron en ser causa de escán-
dalo y en caer bajo la represión de la justicia. Algu-
nos de esos desgraciados fueron condenados a tra-
baj'os públicos en una isla, distante algunas millas
del Puerto. Otros andaban por las calles implorando
la caridad pública.
Un episodio, apenas concebible, acaba de cerrar
esta historia de ignominia.
{192}
LA DEPORTACION A LA HABANA
Uno de esos infelices soldados, de nombre Rodrí-
guez, nacido en el Departamento de Canelones,
después de haber agotado su último recurso, aguijo-
neado por el hambre, concibió en su extrema deses-
peración la idea de ir nuevamente a buscar refugio
y hospitalidad ¡en la barca Pmgl No teniendo
como pagar el bote que lo trasportara, se arrojó al
agua y a nado, llegó al costado del buque, de donde
— A oh, temeridad inaudita! — fue inhumanamente
rechazado ♦
Así terminó, envuelta en la deshonra y en el
crimen, la expedición de la barca Putg. ¡Desenlace
y coronamiento dignos de empresa tan nefanda 1
FIN
15
1193}